Rhys
¿Quién habría pensado que un baño de burbujas podía ser tan condenadamente excitante? Ciertamente yo no, pero no había dejado de pensar en ello en las más de setenta horas desde que dejé a Andreina durmiendo plácidamente en la cama. Con esa enorme sonrisa en su rostro que yo había provocado. Nadie más que yo, Rhys Blake.
Estaba metido hasta el cuello en un serio caso de fascinación por Andreina Castillo. No podía dejar de pensar en ella, en esos ojos grises y su cabello azabache, y especialmente en esas curvas. La manera en que se sentían bajo mis manos, mis labios. Mi cuerpo. Maldición. No me haría ningún bien que comenzaran a circular rumores sobre cierto podcaster que tenía una erección inapropiada en medio del Mayflower.
—Vaya, vaya, vaya… Me pregunto quién habrá cautivado tan
