Millie
La cama de Clayton era grande. Lo suficientemente grande como para acomodar a dos parejas con espacio de sobra para que nadie tuviera que tocarse durante toda la noche. La visita inesperada de su papá significó que ellos tenían prioridad sobre la única otra habitación de invitados en la cabaña, a menos que yo eligiera dormir en la habitación infantil. Él había ofrecido dormir en la sala, pero esos sofás apenas eran lo suficientemente grandes para mí, mucho menos para un hombre casi dos veces mi tamaño.
Y aunque estaba nerviosa —y temblando un poco de anticipación—, el pan ya estaba en el horno y no podía quedar más embarazada, así que solo tenía que aceptarlo. Y lo haré, me dije a mí misma mientras me recostaba en el cabecero de cuero y dejaba salir un largo suspiro tranquilizador
