CAPÍTULO 18

2078 Words
El siguiente fin de semana, Fernando y María Fernanda de nuevo no vieron a Airam, pues la joven maestra había informado a ese par, que la querían tanto, que estaba enferma y les pidió que la dejaran sola para no contagiarlos de nada. Aunque, en realidad, el cansancio, la ansiedad y la depresión no se contagiaban. —¿Estás mejor, mamá? —preguntó María Fernanda a la mujer que recogían, en las afueras del edificio donde vivía, la mañana del lunes. —Sí —respondió Airam, ocultando su demacrado rostro de ellos gracias a sus lentes y a esa mascarilla que llevaba puesta para evidenciar un resfriado que no había tenido—. Ahora ya solo estoy cansada, pero todo se va a arreglar —aseguró la castaña, mirando a la pequeña que se conformaba con la respuesta. —¿Pasó algo? —preguntó Fernando, intentando tomar la mano de la chica, pero ella la sacó antes de que él lo lograra y, sin mirarlo, negó con la cabeza—. ¿De verdad estás bien? ¿No quieres ir al médico? —Estoy bien —aseguró Airam, quien preferiría mil veces estar ocupada que estar con tiempo libre y la cabeza llena de tonterías que la lastimaban mucho, y seguro el médico la mandaría a descansar. Había una duda matando a la joven maestra comunitaria y, aunque ella también era consciente de que no debía investigar nada, porque el contrato que había firmado lo prohibía, la verdad es que ansiaba poder preguntar a quien tenía la respuesta y que ella sabía perfectamente que la podía encontrar en la clínica en que atendió su embarazo. Airam se estaba muriendo de ganas de comprobar si esa niña que tanto quería, y que la quería al punto de estarla acosando para convertirla en su mamá, era biológicamente suya o no; quería saber si María Fernanda era esa pequeña, con la que a veces soñaba, y a veces, también, se arrepentía de haber entregado. Fernando lo dejó ahí pues, aunque no le creía a la mujer que amaba que estuviera bien, porque evidentemente Airam se veía enferma, si ella insistía en que no necesitaba ayuda seguro era porque pronto pasaría su mal rato. Sin embargo, no fue así, los días pasaron y el humor de Airam era cada vez peor. Pero no, la maestra no era grosera ni agresiva, solo era cortante y fría, y eso les hacía el mismo daño a María Fernanda y Fernando, que la amaban y la sentían alejarse poco a poco sin aparente razón. —¿Por qué estás de nuevo tan renuente a ellos? —preguntó Julissa, que era testigo de cómo Fernando se llevaba a María Fernanda de nuevo emberrinchada luego de que su amiga le pidiera al hombre que se la llevara con la excusa de que se seguía sintiendo mal—. Le estás rompiendo el corazón a la pobrecita niña. —No puedo —informó Airam, comenzando a llorar, abrazándose a su amiga—, sigo pensando que ella puede ser mi hija y no sé qué hacer... quiero ir a preguntar, pero... sí me dicen que sí es mi hija no sé si me perdonarán por lo que hice..., y si me dicen que no es mi bebé voy a llorar para siempre. —No lo es —informó Julissa, que de todas formas ya veía a su amiga llorando—. Ya pregunté, y la madre de la niña vive ahora en el extranjero, así que tu hija está fuera del país. Airam lloró de nuevo, pues, cuando su amiga le aseguró que María Fernanda Ruíz no era su hija, se había quedado en shock, y ahora la del corazón roto era ella. De alguna manera, entre todos los pensamientos y planes de acción que su cabeza había estado maquilando en esa semana, la idea de que Mafe fuera su hija le había emocionado un poco, sobre todo porque la tenía demasiado cerca y podía amarla aún si no le decía que ella era su verdadera madre, porque igual se convertiría en la madre de la pequeña que ya la amaba como si lo fuera. —¿Por qué no es? —preguntó Airam, ahogándose en llanto—... quería que fuera ella... quería que lo fuera... Julissa tragó saliva y se mordió los labios. Ver llorar a su mejor amiga tan desolada le estaba matando, sobre todo porque era a causa de su mentira. Pero, definitivamente, ella no permitiría que esa joven que tanto quería se metiera en problemas legales, y tampoco arrastraría a gente inocente a ello. Fernanda y Fernando no tenían porqué sufrir solo porque Airam había caído en la tentación de algo que se arrepentiría toda la vida. Raquel le había informado días atrás que Fabiana Paira era la mujer que se había hecho cargo de pagar todos los gastos médicos del embarazo de Airam, y cuando Julissa la investigó se dio cuenta de que ese era justo el nombre de la ex esposa de Fernando, quien se divorció de él poco después de que María Fernanda naciera y se había ido del país sin regresar jamás. Ahora Julissa también sabía que ella no solo no había regresado, sino que también se había desentendido por completo de la pequeña, y aun así no le diría la verdad a su amiga, pues eso era lo que había decidido luego de mucho pensarlo y de consultarlo con la misma Raquel. Airam lloró desconsolada, hasta quedarse dormida de nuevo, y entonces pasó otro fin de semana sin que esos dos a los que tanto amaba supieran algo de ella. El lunes por la mañana, en lugar de que Airam los esperara al pie de su edificio para ir con ellos a la comunidad, los estaba esperando Julissa, quien le informó a Fernando que Airam no se encontraba en condiciones de ir al trabajo, que avisaría a los padres en cuanto subiera, pero que, por lo pronto, no habría clases. Fernanda lloró de nuevo, queriendo quedarse con la su madre luego de saber que no iría a la escuela, pero Julissa informó que la mujer estaba en serio mal, aunque no les dijo que sus malestares eran de índole emocional. Luego de que su corazón se hiciera pedacitos porque su amiga le informó que esa María Fernanda no era su María Fernanda, la maestra cayó en una profunda depresión, de esas que lo mantienen a uno en cama, sin ganas de comer, de dormir o, ni siquiera, de vivir. El hombre se llevó a su hija con la abuela de la niña y ahí la dejó con una mujer que también se preocupó por la salud de esa chica que le había caído tan bien cuando la conoció, y con la cual aún platicaba de vez en cuando, aunque siempre por medio de mensajes. Y, esa tarde, justo cuando salía de la oficina, Fernando informó a su madre que se tardaría un poquito más, pues quería ir a visitar a Airam para, de ser necesario, arrastrarla al médico. No sentía que fuera normal que ella siguiera tan mal a pesar de que el tiempo seguía pasando. A la castaña el hombre la encontró hecha bolita en un sillón, abrazando sus rodillas, mirando a la nada y visiblemente agotada, entonces, cuando la llamó, la chica comenzó a llorar sin poder explicar lo que ocurría con ella a pesar de que el otro preguntaba con insistencia por lo que le pasaba. Pero Airam no podía decirle a ese hombre que lloraba porque extrañaba a una hija que no tenía porque la había vendido, y menos podía decirle que se encontraba mal justamente por haber sospechado que su hija era la de él, pero había descubierto que no y eso la estaba matando. —Está cerca el aniversario de su tía —informó Julissa algo que Airam ni recordaba, pero que, al escucharlo, le provocó llorar un poco más—. A veces se pone así. Julissa también lloraba. Había mentido con la intención de evitarle problemas a su amiga, pero ahora que la veía tan destrozada comenzaba a arrepentirse, aunque, en el fondo de sí, continuaba creyendo que era mejor para ella el ignorar esa verdad. Es decir, Airam había pasado toda la vida sin Fernanda, y parecía haberse acostumbrado. Seguro no le tomaría tiempo volverlo a hacer cuando se le pasara la nostalgia. —Oye, hermosa —habló el hombre, acercándose a la joven maestra y abrazándola con fuerza—. Lamento mucho tu pérdida, y más lamento no poder hacer nada por aminorar tu dolor, pero estoy aquí para ti, para acompañarte y amarte, ¿de acuerdo? Airam asintió un poco incómoda, pues estaba segura de que no se merecía a un hombre tan bueno en su vida, pero, al sentirse cobijada con los cálidos brazos de ese hombre, que parecía quererle en serio, se quedó dormida al fin. Ella tenía casi seis días solo llorando, incluso comer se le había dificultado, así que no lo hizo mucho; y dormir fue solo a pequeños ratos luego de que el llanto la agotaba, entonces despertaba de la nada y seguía solo llorando. Y es que, años atrás, cuando entregó a su hija, estaba tan ocupada resolviendo lo de la salud de su tía que no se permitió sentir dolor por dejar ir a esa pequeñita que fingió no amar, pero a la que siempre quiso. Luego, sintiendo que la vida la castigaba, se sentía en paz con lo que ocurría, porque sabía que merecía todo lo malo que le ocurría Pero ahora, que por un corto periodo de tiempo soñó con María Fernanda siendo su hija y enterándose después de que no lo era, sintió la pérdida que había estado ignorando y ese proceso de duelo omitido estalló con intensidad. » Todo está bien —aseguró el hombre, llevando en brazos hasta su cama a la mujer que no le escuchaba—, todo estará bien de ahora en adelante también, porque no estás sola, estamos Fernanda y yo contigo, también tienes a Julissa y, aunque suene un poco raro, incluso tienes a mi mamá de tu lado. Julissa, con tremendo nudo en la garganta, se alejó de la casa de su amiga luego de pedirle a Fernando que se encargara de ella por el resto de la tarde y la noche, suplicando porque Airam aceptara pronto que Fernanda no era su hija para que así todo volviera a la normalidad. Julissa esperaba que su amiga volviera a la última normalidad que le había conocido, esa en que ella era feliz queriendo a Fernanda como lo que era, su hija, aunque ninguna de las dos lo supiera, y amando a Fernando con mucha moderación para no ser demasiado lastimada en el futuro. Porque Julissa, al igual que Airam, estaba segura de que esa relación era solo algo pasajero para el hombre, por las diferencias sociales. Es decir, le gustaba creer que él le amaba de verdad, pero solo no podía creerle del todo. Fernando, por su parte, llamó a su madre y le explicó la situación con esa chica que tan bien le caía, y se enfrentó por vídeo llamada a la ira de su pequeña hija por ir a ver a Airam sin llevarla con él. Margarita prometió hacerse cargo de Fernanda, para que él acompañara a esa chica en tan dolorosos momentos, entonces el hombre volvió a la habitación de Airam para ver a esa mujer que tanto amaba durmiendo, y se recostó un rato junto a ella para acompañarla y compartirle un poco de su calor, quedándose dormido también. Horas después, Fernando abrió los ojos y vio con algo de pena la espalda de Airam que, sentada en la orilla de la cama, parecía dedicarse únicamente a respirar. —¿Estás bien? —preguntó el hombre, incorporándose y acercándose a Airam, quien girando un poco la cabeza le miró sin responder a su pregunta—. ¿Quieres que te lleve al médico? —No —respondió la chica, recargándose al pecho del joven que la recibía encantado—. Solo quédate conmigo... no quiero estar sola. —Me quedaré aquí para siempre, si me lo permites —aseguró Fernando, abrazando a su chica—, porque tampoco quiero dejarte sola. Entonces, en un pacífico silencio, Fernando besó la cabeza de Airam, quien de nuevo se durmió entre sus brazos luego de un rato de solo respirar.
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