Sacar a Airam de la depresión no sería cosa fácil, porque el camino, tras haber caído al fondo, no podía ser en diagonal ascendente todo el tiempo.
Es decir, ¿cómo de cansada llegaría a la cima si fuera así? Eso si es que llegaba y, más importante, ¿cómo encontraría estabilidad luego de mucho subir y encontrar en la cima un camino llano?
Airam volvió a sentir que respiraba luego de aclarar su mente tras un sueño que de verdad necesitaba, pero eso solo la hizo más consciente de sí misma, de su pérdida y de sus anhelos.
Y, aunque lo que nunca cambió fue querer hacer feliz a Mafe, como ella la llamaba, su inconsciente no tardó en comenzar a reclamarle que se pusiera a sí misma en un segundo plano por darle prioridad a esa niña caprichosa que tanto quería.
Y es que, como nunca había sido madre (en la práctica), Airam tuvo que interpretar la maternidad, y lo hizo de una manera tan positiva que, cuando se dio cuenta, se había olvidado completamente de sí misma.
Todo lo que la maestra hacía era para complacer a esa niña, terminando en hacer por ella incluso lo que de pronto creía que no era para nada correcto.
—Necesito parar —dijo para sí misma cuando, en el espejo, se vislumbró con algunos kilos de más.
Sonrió con ironía. Meses atrás casi había desaparecido, pues en una semana había perdido varios kilogramos de peso, los mismos que recuperó, y duplicó, tras haber decidido hacer feliz a su bebé.
Y es que la vida de pronto se había tornado una luna de miel entre su hija y ella, al menos cuando estaban juntas, y no solo parecían querer comerse el mundo, se lo estaban comiendo y se comenzaba a notar.
Además, con su problema de baja autoestima por sentirse poca cosa debido a su mala vida pasada que le obligó a renunciar a sus sueños y a convertirse en una horrible madre capaz de vender a su propia hija, el sobrepeso se había tornado en un grave problema.
Cada que alguna prenda le quedó mal o, peor, ya no le quedó, la joven maestra se sintió terrible y terminaba llorando y deprimida, al punto de que luego de comer cualquier porquería porque esa niña la había pedido hasta hacer berrinche y ella la complacía, se castigaba dejando de cenar y de desayunar.
Airam estaba tan inestable al respecto que, incluso, se planteó un par de veces el vomitar lo que comía con la niña.
Pero el problema más grave no solo era cómo se veía, cómo se sentía o cómo se sentía cuando se veía, lo supo cuando una mañana, mientras suplía al profesor de educación física, tras agitarse un poco, su vista se nubló y cayó de rodillas al piso luego de que sus pulmones dejaran de funcionar adecuadamente.
El sonido de su corazón era tan estridente y rápido que sentía que incluso su cuerpo se movía a semejante ritmo, y era algo doloroso, a decir verdad. Eso, más el mareo, las náuseas y la incapacidad de respirar, le asustaron demasiado.
En cuanto pudo corrió al médico, quien le diagnosticó colesterol y triglicéridos altos, y no hubo falta que investigaran la razón, pues Airam sabía exactamente lo que lo había provocado.
Así que, tras medicarla y cobrarle el sueldo de todo un mes, el cardiólogo la mandó al nutriólogo, quien le indicó que hiciera algo que nunca había hecho, porque odiaba hacerlo y nunca lo había necesitado: hacer ejercicio; eso además de la dieta balanceada, por supuesto.
Afortunadamente para Airam, las vacaciones de verano le daban un par de meses de descanso de la escuela, lo que le daría el tiempo para organizarse una nueva rutina, una que incluyera el ejercicio y la sana alimentación.
Pero no fue todo lo que hizo, Airam decidió atenderse emocionalmente también, para dejar de ser una bomba a punto de estallar, porque era así como se sentía casi todo el tiempo.
A excepción del tiempo en que estaba con María Fernanda, Airam se sentía vacía y mal, y tenía claro que eso no era para nada sano.
**
—Necesito aprender a ser mamá, una buena —resopló la maestra, luego de que, tras un berrinche de María Fernanda, ambas terminaran llorando.
—Mucha suerte con eso —soltó Fernando, que regresaba de llevar a Fernanda a su cama pues, luego de mucho llorar tirada en la alfombra de la sala, de donde no la pudieron levantar porque en cuanto se le acercaban pataleaba y les pegaba con fuerza, ahí se había quedado dormida—. Yo sigo intentando ser un buen papá y no parece que lo esté logrando.
Airam suspiró y se rascó la cabeza con fuerza, terminando con el cuero cabelludo adolorido.
—¿A qué gimnasio vas? —preguntó Airam, rindiéndose de hablar de un tema del que, al parecer, no obtendría buenos consejos de parte de ese hombre—. El cardiólogo dijo que debo hacer ejercicio, el nutriólogo también, pero no me siento segura intentando cosas nuevas, mucho menos en sitios desconocidos, pero, quizá, si me recomiendas algo bueno, me anime a hacerlo.
—Hago ejercicio en casa —respondió Fernando y Airam suspiró desganada.
—Eso ya lo intenté y desgraciadamente no funcionó. Soy demasiado floja para motivarme sola —explicó la chica y el hombre que le escuchaba sonrió enorme.
—Ven —pidió él, extendiendo su mano y jalándola consigo cuando ella le dio la mano—, si no te funciona en tu casa, ¿por qué no intentas en la mía? ¿Qué te parece esto?
Mientras Fernando hablaba, ambos caminaban de la mano por un pasillo que Airam nunca había caminado, pues ella se limitaba a andar por la sala, la cocina y la habitación de Mafe en ese lugar. Pero él la había dirigido a su gimnasio personal.
—Wow —hizo Airam al ver esa habitación que no conocía llena de aparatos que tampoco conocía, pero que seguro eran las responsables del cuerpo de Dios que tenía el padre de su hija.
—O —dijo Fernando, alargando la vocal mientras daban un paso más a lo que, aparentemente, era una habitación de servicio, o de invitados, pues era la única en la primera planta que tenía una cama, que además era bastante pequeña—, yo puedo ayudarte a ejercitarte de una mejor manera.
Airam sintió que se quedó sin aire, de nuevo, aunque esa vez no fue por su mala condición física, por su colesterol alto ni por los trecientos triglicéridos que traía en la sangre; esa vez fue de nervios y emoción.
—Voy a tener que negarme —dijo la maestra, separando su cuerpo del del hombre que la había abrazado con fuerza luego de mostrarle ese lugar, también nuevo para ella.
—¿Qué? ¿Por qué? —cuestionó Fernando, soltándola evidentemente decepcionado—. Quiero estar contigo, y Fernanda está dormida... Aprovechemos.
—Yo también quiero estar contigo —aseguró Airam, tomando la mano del hombre que, al hacer su última declaración, se había encaminado a la cama y se había sentado en ella—. Pero estoy gorda, así que no me sentiré cómoda y será horrible.
—No estás gorda —refutó el hombre de cabello casi rubio, molesto por la manera en que la mujer que amaba había hablado de sí misma.
—Sí lo estoy —aseguró Airam—, pero pretendo cambiarlo; además, con mi mala condición física, probablemente terminaré vomitando, desmayada o, peor, infartada si te pones de intenso.
—¿Qué? —preguntó Fernando, sonriendo de una extraña manera, pero definitivamente divertido por la respuesta de esa mujer que amaba.
—No lo sé —señaló la castaña, sentándose también en la cama—, llámalo intuición femenina, si quieres, pero estoy segura de que justo ahora es una muy mala idea para mí el tener sexo.
Fernando bufó, resignado, dejándose caer de espaldas en la cama. Airam le sonrió y comenzó a acariciar con su pulgar y con parsimonia el dorso de la mano del hombre que le veía medio molesto, pero no enojado.
—Puedes usar mi gimnasio, si gustas —dijo Fernando, reincorporándose luego de resoplar su disgusto—, incluso puedo ayudarte con alguna rutina, o dos.
» Solo tienes que venir todos los días a las cinco de la mañana, para que hagamos ejercicio juntos... de ese ejercicio —aclaró señalando a la puerta de enfrente de la habitación en donde estaban, donde se encontraban todas las máquinas que él sí conocía bien.
—¿Estás loco? —preguntó Airam casi en un grito, con los ojos demasiado abiertos por tan solo imaginar todo lo que implicaba lo que él sugería—. ¿A qué hora tendría que levantarme para estar lista aquí a la cinco de la mañana?
—Pues, si no quieres venir temprano, puedes pasar las noches aquí, así solo despertaras a hacer ejercicio, te bañas, desayunas y te vuelves a dormir. ¡Sí! Esa es una excelente idea. Vente a vivir con nosotros —invitó Fernando y la maestra le miró confundida, y aterrada, más aterrada que confundida.
—Estás loco, y no es pregunta —declaró Airam, que a tal propuesta se había sentido intimidada.
—No es una locura, podrían ser como unas vacaciones todo pagado en un hotel de lujo con gimnasio, cocinera y quien limpie. ¿A poco no se te antoja?
La sugerencia del hombre de pronto se pintó de color de rosa, pero no estaba segura de que se pudiera comparar el irse a vivir a la casa de su novio en unas vacaciones como él mencionaba.
—Sí, claro que se me antojan unas vacaciones así —respondió la maestra—, pero tu casa no es un hotel, ¿y quién pagaría mis vacaciones? Además...
—Además, ¿qué? —preguntó el hombre—. La idea es estupenda y, como bono extra, tu hija y el amor de tu vida estarán contigo. Aunque yo no estaré de vacaciones, yo traigo un proyecto enorme que no puedo descuidar justo ahora, pero seré feliz de saber que estás en mi casa todo el tiempo. ¿Qué dices? ¿Aceptas?
—No, Fernando —dijo Airam—. En serio estás loco.
—Oh, vamos, Airam —pidió Fernando—. Es una gran idea, y no digo que sea para siempre, solo un par de meses en lo que recuperas tu condición, tu salud y tu confianza en ti misma. Anda, solo un par de meses.
—Un par de meses, ¿qué? —preguntó Fernanda que, minutos atrás, tras despertar, había regresado a la sala de su casa y no encontró a nadie, pero alcanzó a escuchar a sus padres hablando cerca y, siguiendo el sonido de sus voces, dio con ellos.
—¡No le digas! —exclamó suplicante la maestra, que sabía que, si esa cría berrinchuda se enteraba, y si se ponía del lado de su padre, ella la tenía completamente perdida.
—¿Por qué no? —preguntó Fernanda, comenzando a molestarse otra vez—. Sí dime.
Airam negó en silencio, y disimuladamente, para que la niña no se volviera a sentir excluida por ella, mirando suplicante a ese hombre que, descaradamente, simplemente le sonrió.
—Invité a Airam a venirse a pasar las vacaciones con nosotros, en la casa —declaró Fernando y a la pequeña Fernanda se le iluminaron los ojos.
Entonces pasó todo lo que Airam imaginó podría pasar: Primero Fernanda brincó emocionada, luego discutieron porque Airam no quería y Fernanda sí, entonces la niña hizo un berrinche marca diablo y, para calmarla, Airam terminó accediendo a pasar las vacaciones en el hogar de ese par. **
—¿Ya? —preguntó Julissa, asombrada, luego de escuchar a su amiga decirle que se iría a casa de Fernando y Fernanda.
—Solo será por vacaciones —declaró la cuestionada, comenzando a empacar, pues ese hombre había amena... prometido ir por ella a la salida del trabajo luego de haberla llevado a su casa después de comer juntos.
—Ay, ajá. ¿Y tú le crees? Yo estoy segura de que no te dejarán volver a este lugar —resopló la enfermera, que internamente se alegraba mucho de que las cosas avanzaran bien para su amiga—, y, aunque te voy a extrañar, te odio por toda la envidia que me das.
Airam rio a carcajadas por la declaración de su mejor amiga, y Julissa rio con ella por un momento que a ambas les hizo mucho bien.
» ¿No sabes de algún amigo rico de tu próximo marido que busque novia guapa y buena onda? —continuó Julissa, que solo veía a su amiga metiendo ropa en la maleta.
—No es mi próximo marido —refutó Airam, que no pudo evitar sonreír ante la idea, una a la que no se aferraría, pues, lo más sano para ella, era no aferrarse demasiado a algo que la podía abandonar en el futuro—. Y sí, yo me encargo de que esto sea solo por las vacaciones, porque, déjame decirte, lo estoy haciendo más por mi salud que por estar con ellos, aunque no puedo negar que lo disfrutaré demasiado.
Julissa sonrió.
—Me alegro mucho de que eso te haga feliz —aseguró la enfermera—, y, aunque me matará la envidia de que seas rica antes que yo, rezaré porque no salgas de ese lugar ni aunque pasen mil periodos vacacionales.
Airam también sonrió, deseando, en el fondo de su corazón, que tanto los deseos que declaraba su amiga, como los suyos al respecto, se hicieran realidad.