En las orillas de la laguna, alcé la vista hacia su rostro, temía cometer otra imprudencia, pero Jon asintió con la cabeza. Me lavé las manos lo más rápido que pude. —Aún falta mucho para el atardecer, pero será mejor que nos quedemos adentro y que alguien le lleve de comer, ninguno de los dos saldrá de allí hasta mañana. Asentí con la cabeza, conteniendo mi exultante frenesí. Estaríamos juntos a solas en el taller toda una noche. Íbamos de regreso, cerca de la entrada estaba Ulises con la vista inclinada, pero de pronto Jon se quedó inmovilizado, parecía aturdido o algo por el estilo. Se volvió a mí con la vista fruncida. —¡Ana, abajo ahora! Espantada le obedecí inclinándome, Jon corrió a toda velocidad hacia Ulises y se abalanzó sobre él. Ambos cayeron con gran fuerza al suelo. Al

