―No, debe sujetarlo de este modo. Me rasqué la cabeza a punto de querer lanzarle un rayo. El sol entre gruesas nubes anunciaba que su luz pronto nos daría en la cara. ―Es imposible que pueda. ―Nadie tan obstinada como usted, que mérito tan grande debería recibir en favor de tan inconmensurable poder. Mi irritación se paralizó. Una vez más hablaba como si me tratara de siempre. Desvió la mirada. Ya se me había vuelto hábito ver esa mirada fruncida por su ceño. Sujeté con cuidado el cabo, mientras Jon hacía por colocar una especie de amarre en la orilla para poder arreglarla, era un viejo zapapico, al menos eso me había dicho él. Por primera vez había visto uno en mi vida. Lo sujeté cuidadosamente, me había inclinado, de modo que cuando él subió las manos para tocar el cabo, terminó

