Ramís parpadeo al ver aquella bella dama ante él, sobre todo con aquel radiante vestido que resaltaba esas hermosas curvas que parecían las dunas del desierto. ¡Por todos los cielos! ¿Esa mujer era su prometida? Porque si era así, entonces debía felicitar a su padre por la elección. Ya que ante sus ojos era una mujer realmente encantadora.
—Princesa Amira, lamento mucho la intromisión. Sé que no debemos estar aquí. Se excusa Bedual haciendo una reverencia ante Marbiel quien no estaba entendiendo nada. Lo único que sabía a ciencia cierta era que estaba muerta del miedo.
—¡¿Qué?! La chica frunce el ceño sintiendo que el corazón se le iba a salir por la boca por pronunciar aquella palabra.
—Su majestad, le presento al príncipe Ramís Al-mansur, su prometido. Dice el joven.
—Princesa, es un placer conocerla por fin. Expresa Ramís inclinándose ante ella.
El corazón de Marbiel estaba por estallar. No estaba entendiendo absolutamente nada de lo que estaba pasando. ¿Por qué esos hombres se inclinaban? ¿Por qué la llamaban princesa? Y porque… Entonces fue cuando cayó en cuenta, la mujer que se alojaba en esa recamara era una princesa ¡por todos los cielos! Esas personas estaban creyendo que ella era una princesa.
Por instinto mordió sus labios sin saber qué demonios hacer, observa de reojo a su amiga quien había sido la que la metió en aquel problemón tan grande. Pero de ella no obtiene ayuda, porque se mantenía cabizbaja. ¡La desgraciada! la asesinaría luego bueno, si salían de esa.
—Lamento que nos hayamos conocido de esta manera, sé que estoy rompiendo muchas normas pero sentía mucha curiosidad por conocerte. Espero que eso no sea un problema para su persona.
—Yo… la chica dice sin moverse del lugar. Era como si le hubiesen salido raíces en las plantas de los pies.
—La estamos incomodando. Mil disculpas princesa. Nos retiraremos en seguida. Expresa rápidamente Bedual al notar que ella se había quedado muda.
El chico hace otra reverencia para darse la vuelta y salir de la habitación, dejando al otro sujeto parado ante ella observándola con detenimiento. La potente mirada de Ramís ponía nerviosa con cada momento a la joven quien sospechaba que le estaba esculcando hasta el alma. Era obvio, ella no tenía madera de princesa. La descubrirían de inmediato.
—Nos vemos esta noche en la cena princesa. El príncipe se acerca a ella para tomar su mano dejando un beso en el mismo que le electrizo el cuerpo entero a Marbiel. —Estaré ansioso por verla de nuevo. Sonríe mostrando la fina y perfecta dentadura.
Ramís se marcha y fue cuando Marbiel cae desplomada en el suelo. Todo su cuerpo se estremecía por sí solo. Estaba asustada y a la vez confundida, no sabía si se encontraba en serios problemas o el problema pasaría desapercibido.
—Marbiel, por todos los cielos párate del suelo. Su amiga la ayudaba a incorporarse.
—Lavanda, nos van a despedir. Sentencia.
—No digas eso, no nos van a despedir. Cámbiate de ropa y salgamos de aquí lo antes posible.
—La señorita Ambil lo sabrá, y nos va a despedir.
—¡Cálmate Marbiel! Estas hecha de gelatina. Su amiga le colaboraba a quitarse aquel vestido.
—Todo esto es tú culpa, ahora ese hombre creerá que soy la mujer que anda buscando. ¡Rayos! Cree que soy una princesa.
—Por un momento lo fuiste. La morena le sonríe. —Ese atractivo príncipe quedo colado por ti.
La joven negaba enérgicamente. Eso no era posible, las cosas se pondrían muy feas cuando ese príncipe conociera a la verdadera Amira. Seguramente contaría la verdad de lo que había pasado y ella saldría de patitas a la calle. ¿Qué era lo que había hecho? tiro su trabajo a la b@sura solo por un simple juego con su amiga.
Marbiel intentaba guardar las lágrimas mientras almacenaba aquel hermoso vestido, siempre si le había salido muy caro usarlo… en cuanto las chicas se disponían a salir de la recámara, la señorita Ambil entra en la misma dándoles un susto de muerte.
—¡Muy bien! Han terminado a tiempo para su salida. Ya se pueden marchar.
—Gracias señorita. Contestan las joven al unísono.
—Espero que la princesa quede encantada por como quedo la habitación. Expresa la mujer sonriendo.
Las amigas se miran a la cara. Se sentían culpables porque habían armado un revuelco del que no estaban seguras si saldrían ilesas, ya que en la noche el príncipe conocería a la verdadera princesa y esa no sería Marbiel.
[…]
Luego de que Ramís conjuntamente con Bedual abandonaron la suite de la princesa siguieron su camino hasta el ascensor. Pero en la mente del príncipe solo existía una cosa, la princesa Amira Dhabi. Era muy hermosa, ahora si es verdad que no tenía quejas sobre su matrimonio arreglado. Con una mujer como ella no se opondría, es más, podría hasta acelerar la boda.
—Bedual, quiero que esta ceremonia sea lo más rápido posible.
—¡Ramís! Las cosas no funcionan así, ¿sabes en los problemas en los que podemos estar metidos? Si el padre de la princesa se entera que la has visto en su recamara y sola se armara un gran revuelco.
—No tiene por qué enterarse de nada, estoy seguro que la princesa mantendrá en secreto nuestro encuentro. Ramís sonríe.
—Yo no estoy tan seguro Ramís. Ademas, ¿no te pareció muy extraño que estuviera sola sin su caravana?
Su amigo le pregunta mientras ambos descendían en el ascensor… si, al príncipe le parecía bastante extraño que ella se encontrara sola en su recamara pero ¿y eso que? para él fue su oportunidad de conocer a su novia.
—Si es muy raro. Pero eso no es lo importante aquí, lo que interesa es que quiero que esa boda se apresure.
—¡Si claro! Ahora si su majestad desea casarse. El chico niega saliendo del ascensor con su compañía.
—¡Así es! Espero que cumplas con mis órdenes Bedual.
—No es tan fácil, el padre de la princesa Amira es muy importante en este país como para andarse por las ramas con su hija.
—Si ya lo sé. Es descendencia directa del rey de Dubái. No es necesario que me lo recuerdes. Reprocha el príncipe.
—Por eso el rey Falafal ha elegido a la princesa Amira para ser tu esposa, pensó que tener buenas relaciones con el país le sentaría bien a Omán.
Ramís chasqueo la lengua, las relaciones o el poder que pudiera obtener de la unión con la princesa le tenía sin cuidado. A él solo le interesaba una cosa, hacer su esposa a Amira. Había quedado totalmente e irremediablemente cautivado por ella. Ya no veía la hora de meterla en su cama y hacerla suya.
—Ramís, ¿al menos me estas prestando atención? Pregunto su amigo sentándose en la barra para pedir tragos. —Estoy muy preocupado por la cena de esta noche, ¿Cómo actuara la princesa?
—No te preocupes por ello amigo. Responde dándole un sorbo a su copa.
[…]
Marbiel recogía sus cosas con las manos temblorosas. Aun no se le había pasado el susto de hace rato. Es que estaba sin palabras, su amiga Lavanda le hablaba y ella ni le lograba contestar. Se preguntaba una y otra vez ¿Qué demonios iba hacer? Si la descubrían, al día siguiente seguramente le esperaría un gran embrollo.
—Amiga puedes calmarte, por tu expresión diría que estas enferma.
—Estoy a punto de estarlo. Tengo mucho miedo Lavanda.
—No podemos hacer más que esperar hasta mañana.
—¿Y si me culpan por ladrona? ¿O una usurpadora? ¡Dios! no me quiero imaginar ir parar a la cárcel.
Las chicas caminaban por el corredor hasta la salida trasera del hotel. Lavanda intentaba darle ánimos a su compañera, sabía que todo aquello era por su culpa. Y no veía formas de sacarla del embrollo. Bueno, lo más probable es que ella también la involucraran en ello y saliera directo a la calle. Respiro pesadamente, sus juegos habían llegado al límite.
—Vamos a casa a comer helado. Enuncia la morena un poco desanimada.
—Sí, me parece buena idea. Lo que nos espera el día de mañana no será para nada bueno. Lo presiento ¡Nos van a despedir!
—Y por tantos problemas, jamás conocimos al empresario que se alojaría en el hotel. Contesta su amiga melancólica.
—¡Cómo puedes estar pensando en una cosa como esa Lavanda! La chica a su lado la empuja irritada. —Estamos en un grave problema y tu pensando en empresarios, ¡demonios! Esto es serio.
—No puedo evitarlo, siempre termino conociéndolos a todo. Que lastima, si nos corren mañana ya no sabré de quien se trataba. Hace un mohín con los labios.
—¡Eres insufrible! Protesta molesta por la actitud de la morena.
Marbiel camina apresuradamente dejándola atrás. Era increíble que estuviera pensando en esas tonterías mientras que sus puestos colgaban de un hilo. Y mucho más cuando la señorita Ambil estaba por buscar cualquier excusa para echarlas a ambas a la calle por revoltosas.