Un juego sin tregua

1905 Words
Liam se reclinó en la silla de cuero n***o dentro de la oficina que Victoria le había asignado en la empresa de su padre. Su mirada estaba fija en el monitor, pero su mente estaba en otro lado. En ella. En la forma en que su perfume se había impregnado en su ropa cuando pasaron horas revisando contratos y estrategias financieras. En la manera en que su sonrisa lo desarmaba y, al mismo tiempo, lo desafiaba. Victoria jugaba con fuego, y lo hacía con una precisión impecable. Se acercaba lo suficiente para encenderlo, para hacer que su piel hormigueara con la anticipación de lo que podría suceder… y luego, se alejaba, dejándolo con las brasas encendidas pero sin el incendio que él tanto ansiaba. No era una mujer fácil. No era como las demás. Y tal vez por eso la quería aún más. — ¿Pensando en mí? —La voz de Victoria interrumpió sus pensamientos. Liam levantó la mirada y la vio apoyada en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho y una ceja arqueada en una expresión de burla. Se veía impecable, como siempre. Un vestido n***o ajustado, sencillo pero elegante, que resaltaba la delicadeza de su figura sin caer en lo obvio. Sus labios rojos eran una tentación en sí mismos, pero su mirada era lo que lo atrapaba. — No, —respondió él con una sonrisa ladeada—, estaba pensando en números. — ¿Seguro? Porque tienes cara de estar perdiendo una batalla interna. Liam se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio. — ¿Y si así fuera? Victoria avanzó lentamente hacia él, como si cada paso fuera parte de un juego meticulosamente calculado. Se detuvo a unos centímetros de su escritorio y apoyó ambas manos sobre la superficie de madera pulida, inclinándose apenas lo suficiente como para hacer que su cabello cayera a un lado de su rostro. — Entonces deberías rendirte. Liam dejó escapar una risa baja. — No soy de los que se rinden fácilmente. — Lo sé. —Victoria sonrió de lado, divertida, y se enderezó. Luego le lanzó un folder sobre el escritorio. — ¿Qué es esto? — Algo que necesitas revisar antes de la junta con el consejo directivo. —Ella le dio la espalda y caminó hacia la ventana, observando la ciudad como si le perteneciera. Liam tomó el folder y lo hojeó con rapidez. Eran documentos financieros detallando la situación de la empresa de su padre. Números, proyecciones, riesgos. Pero lo que más le llamó la atención fue una serie de contratos con nombres que no reconocía. — ¿Quiénes son estos inversionistas? Victoria no se giró inmediatamente. Se tomó su tiempo antes de responder. — Personas que han mostrado interés en salvar la empresa… pero no por generosidad. — ¿Qué quieren a cambio? — Poder. Control. Liam cerró el folder con un chasquido seco y se levantó, caminando hasta quedar a su lado. — ¿Y tú? ¿Qué quieres, Victoria? Ella giró la cabeza y lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de diversión y algo más… algo que él no podía descifrar del todo. — Quiero ganar. — ¿A costa de qué? Victoria sonrió, inclinando apenas el rostro. — De lo que sea necesario. Liam sintió que algo en su interior se tensaba. Era un juego de poder entre ellos, un tira y afloja que lo mantenía en la cuerda floja. Él sabía que Victoria tenía secretos, sabía que jugaba con ventaja porque no mostraba todas sus cartas… pero lo que más lo frustraba era que, a pesar de eso, él no podía alejarse. Ella lo tenía justo donde quería. — Entonces dime… —Liam levantó una mano y le apartó un mechón de cabello del rostro, rozando apenas su piel con la yema de sus dedos—, ¿en qué parte del juego entramos tú y yo? Victoria no se apartó. Lo dejó hacer, disfrutando la sensación de tenerlo al límite. — Eso depende, Liam… —susurró—, ¿estás seguro de que puedes manejarlo? La tensión entre ellos era casi tangible. Sus respiraciones estaban sincronizadas, y el aire en la habitación se volvió más denso. Liam sintió la necesidad de inclinarse, de probar el sabor de sus labios, de descubrir hasta dónde llegaba el fuego que ella encendía en él… Pero entonces, Victoria se apartó. Lo hizo con una elegancia impecable, con una sonrisa que no era más que una burla delicada a su autocontrol. — Será mejor que descanses, Liam. Mañana será un día largo. Y sin decir más, salió de la oficina, dejándolo con el deseo atrapado en el pecho y la certeza de que ella estaba disfrutando cada segundo de esta tortura. Esa noche, Liam no pudo dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía su sonrisa. Escuchaba su risa, sentía su perfume impregnado en su piel. Era un juego peligroso, lo sabía. Pero ya no había vuelta atrás. Lo único que quedaba era jugar bajo sus reglas… hasta que él pudiera cambiarlas. Las horas transcurrieron entre reuniones y estrategias. Liam y Victoria repasaban cada detalle financiero de la empresa, analizando cada posible movimiento para salvarla. Pero aunque sus bocas hablaban de negocios, sus cuerpos hablaban un lenguaje distinto, uno lleno de desafío y deseo contenido. Victoria mantenía su compostura, con esa elegancia natural que la hacía inalcanzable. Sabía que Liam la observaba con la misma intensidad con la que analizaba los números en la pantalla. Lo sentía en cada mirada, en cada pausa que él hacía antes de responderle. Y aunque pretendía estar enfocada en los informes, su piel se estremecía cada vez que él se acercaba demasiado. —No pensé que tu interés en la empresa fuera tan profundo —comentó Victoria, cerrando una carpeta y mirándolo con una sonrisa ladeada—. No te imaginaba tan… comprometido con los negocios ajenos. Liam apoyó el codo en la mesa, inclinándose apenas hacia ella. —No subestimes lo que soy capaz de hacer cuando algo me interesa. El tono de su voz fue más bajo, más grave, con esa sutil amenaza de lo que podía pasar si él decidía llevar su interés a otro nivel. Pero Victoria no retrocedió. Al contrario, su sonrisa se amplió con un destello de diversión en los ojos. —Eso suena a advertencia. —Tal vez lo sea. El aire entre ellos se cargó de una tensión densa, una cuerda invisible que se tensaba con cada palabra no dicha. Liam sostenía su mirada, esperando que ella desviara los ojos primero, pero Victoria se mantuvo firme, como si el simple hecho de ceder fuera una derrota que no estaba dispuesta a aceptar. El sonido del teléfono de Victoria interrumpió la atmósfera. Ella contestó con voz serena, como si nada la perturbara, pero Liam vio el ligero cambio en su expresión. Un parpadeo más lento, la forma en que sus labios se apretaron brevemente antes de responder. —¿Ocurre algo? —preguntó cuando ella colgó. Victoria dudó un segundo, pero luego negó con la cabeza. —Nada que deba preocuparte. Pero Liam sabía leer entre líneas. Y en ese momento, entendió que Victoria no solo estaba jugando con él. Ella misma estaba atrapada en un juego más grande, uno en el que no podía permitirse mostrar debilidad. Decidido a averiguar qué era lo que ocultaba, Liam se levantó, caminó hacia ella y se apoyó en el borde del escritorio, demasiado cerca, demasiado intimidante. —Tarde o temprano, Victoria, descubriré todos tus secretos. Ella lo miró con un brillo peligroso en los ojos, esa chispa de desafío que lo volvía loco. —Si eso es lo que quieres, tendrás que esforzarte más, Liam. Porque yo no soy fácil de descifrar. Liam sonrió de lado, disfrutando del reto. —Eso es lo que más me gusta de ti. Y entonces se alejó, dejándola con la última palabra, pero con la sensación de que la batalla entre ellos apenas estaba comenzando. Victoria observó cómo Liam se alejaba con esa seguridad insolente que tanto la irritaba… y la fascinaba al mismo tiempo. Lo vio tomar su chaqueta del respaldo de la silla y ajustársela con movimientos medidos. Aquel hombre sabía el efecto que causaba y lo usaba a su favor. —Nos vemos mañana, Ainsley —dijo con una sonrisa apenas perceptible, como si supiera algo que ella ignoraba. Victoria esperó a que él cruzara la puerta antes de soltar el aire que sin darse cuenta había estado conteniendo. Liam Cárter era peligroso. No solo para la empresa. Sino para ella. Más tarde esa noche, Victoria estaba en su oficina, repasando documentos bajo la tenue luz de su lámpara de escritorio. Había algo en esos números que no cuadraba. Revisó los balances una y otra vez, pero cada vez que creía encontrar la anomalía, esta parecía desvanecerse en un mar de cifras perfectamente organizadas. Demasiado organizadas. Frunció el ceño y tomó su teléfono. No podía ignorar esa intuición. —¿Qué sabes sobre los últimos movimientos financieros de mi padre? —preguntó en cuanto la voz del otro lado de la línea respondió. —Victoria… no es momento de hablar de esto. —Lo es si quiero salvar la empresa. —Su voz se endureció—. ¿Quién más está metido en esto? El silencio al otro lado de la línea fue una respuesta en sí misma. Victoria sintió un escalofrío recorrer su espalda. No estaba equivocada. Alguien estaba moviendo los hilos desde las sombras. Al día siguiente, Liam llegó a la empresa con la misma actitud dominante de siempre, pero algo en la mirada de Victoria le indicó que algo había cambiado. —No dormiste bien —comentó sin rodeos cuando la vio. Victoria lo miró con desdén. —Veo que, además de hombre de negocios, eres experto en leer rostros. —No hace falta ser un experto para notarlo. —Liam la estudió con interés—. ¿Algo te preocupa? —Nada que deba preocuparte a ti. Liam sonrió levemente. —Esa respuesta empieza a volverse repetitiva. Victoria tomó un expediente y se lo extendió. —Aquí están los informes que querías revisar. —¿Intentas cambiar de tema? —Intento hacer mi trabajo. Liam tomó el documento, pero no apartó la vista de ella. —Si necesitas ayuda con lo que sea que te está carcomiendo, solo tienes que pedírmelo. Victoria soltó una risa suave, pero sin rastro de diversión. —¿Desde cuándo eres el tipo de hombre que ayuda sin esperar algo a cambio? —Tal vez desde que me crucé contigo. El aire entre ellos se volvió más espeso. Ella sostenía su mirada, pero esta vez fue ella quien rompió el contacto visual primero. Liam se inclinó ligeramente hacia ella, lo suficiente como para que su voz sonara como un susurro peligroso. —Dime qué te preocupa, Victoria. Ella abrió la boca, como si fuera a decirle algo… pero se contuvo. No. Todavía no. Todavía no era momento de confiar en él. Así que en vez de responder, tomó su bolso y caminó hacia la puerta. —Tengo una reunión. Nos vemos más tarde, Cárter. Y con eso, lo dejó ahí, con la certeza de que él no iba a detenerse hasta descubrir la verdad. Lo que ella no sabía… Era que él ya estaba demasiado involucrado como para dar marcha atrás.
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