Acercarme a él

1474 Words
- - - - ANNA Entro al majestuoso edificio por la parte de atrás, debí pensar en traer otro tipo de ropa, para poder hacerme pasar por una persona que trabaja aquí, me pongo una chaqueta del personal de mantenimiento de la compañía y una gorra, tomo un pequeño carro que transporta los elementos de aseo que encontré en el primer piso. Fue fácil localizar el almacén. Busco de piso en piso el de la presidencia hasta que finalmente la encuentro. Guio mis pasos hacia la oficina de gerencia y me acerco a la oficina de la secretaria, intentaré entrar a su oficina, quizás encuentre algún tipo de información, conocer algo de él que me pueda ayudar a acercarme a él, algún evento al que vaya a asistir, personas cercanas con las que se relaciona y que yo pueda relacionarme, algo que me permita entrar a su circulo y que sea un camino rápido para llegar a él. Estoy preparando los elementos, mientras observo que la oficina está vacía. —Lo siento chico, no deberías estar aquí, ¿eres nuevo? —cuestiona una mujer a mis espaldas. —Sí —hablo con voz grave bajando la mirada buscando entre el carrito. —Por favor retírate antes de que te vea el jefe, no deberían estar aquí hasta más tarde. —Lo siento —bajo la mirada y camino para salir del piso. —Usa el ascensor del servicio —habla bajando la mirada hacia unos papeles, justo cuando la miro. Me muevo rápidamente en busca del ascensor, sintiéndome un poco frustrada. Maldigo para mis adentros, tuve mucha suerte al entrar de forma fácil al edificio, sin embargo, no me duró mucho, debo pensar mejor mi próximo paso y no actuar impulsivamente, aunque estuve cerca, no puedo quedarme más tiempo y quedar en evidencia o que noten mi presencia. Dejo las prendas en un armario, que parece un almacén, camino mirando de un lado a otro en el pasillo, hasta que llego a la salida que lleva al estacionamiento del edificio. Observo dos hombres de seguridad de los cuales me tengo que escabullir. Me escondo entre los autos hasta que llego a una de las salidas, cuidando de que las cámaras en movimiento no me enfoquen. Respiro con normalidad al salir del edificio, pego mi cuerpo a la pared y observo que estoy en un callejón. Cubro bien mi cabeza y camino para salir de esa calle. —¡No tengo el dinero! —grita una voz de un chico y cierro los ojos. Me giro y encuentro a dos chicos un poco más grande que el que grito, lo tienen atrapado contra un muro. —Ya te di todo lo que tenía, por favor déjame ir —habla el asustado joven. —Aún nos debes la mitad, ya hemos tenido suficiente —dice uno de los atacantes y golpea al joven contra la pared. —Te ha dicho que no tiene dinero —digo y me acerco a ellos—, deja ir a ese chico. —¿Quién carajo eres? ¿Y por qué te estás metiendo en mis asuntos? —escupe uno de ellos. —Déjalo ir y no me meteré en tus asuntos —digo y me acerco un poco más. Ambos hombres ríen de mis palabras y observan mi rostro con detenimiento. —Pero mira que tenemos aquí —me mira con lascivia—, es una linda muñequita que cree que puede defender a este pobre infeliz, ¡sujétala!, podríamos divertirnos con ella más tarde —ríe y el otro camina muy seguro hacia mí, estira sus brazos y los tomo para que caiga pesadamente al piso mientras pongo mi rodilla sobre su pecho y le doy un golpe en la cara que lo deja inconsciente. El otro hombre amenaza con saldar la cuenta al chico de una u otra forma antes de comenzar a correr. —Llama al 911 —le digo al asustado chico y corro tras el otro delincuente para detenerlo, justo estoy cruzando la calle cuando escucho el estridente sonido de unas llantas al frenar y todo se vuelve oscuro. NATE —El médico ha llamado, quiere reunirse contigo en una hora —Ivanna, mi mano derecha, habla cuando salgo de la junta con el alcalde de la ciudad. —Pasaremos por la compañía antes, luego iremos a la clínica —afirmo caminando al lado de ella y junto a Samuel, mi hombre de seguridad. Recorremos las calles de Chicago, ciudad en la que mi compañía se estableció hace varios años convirtiéndose en un gran éxito, mi compañía es reconocida a nivel mundial y trabajo con el departamento de defensa de varios países del mundo, algo que hace muchos años no imagine que sucedería, por la forma en que crecí. Estoy revisando los mensajes de mi teléfono cenado el auto frena en seco casi lanzándome hacia delante si no fuese por el cinturón de seguridad. —¿Qué carajo, samuel? —digo moviendo mi espalda. —Arrollé a un chico —dice presuroso mientras sale del auto, lo sigo y veo al mencionado en el piso, inmóvil. Ivana llama a la ambulancia mientras Samuel revisa los signos vitales del chico, la gente comienza a rodearnos. —Tiene signos vitales, no podemos moverlo hasta que llegue la ambulancia —me quedo cerca de Samuel y mi mirada va en dirección a donde suenan las sirenas del vehículo de emergencia que se detiene carca de nosotros, los paramédicos corren presurosos a ayudar al chico. —Sufrió un golpe en la cabeza, no hay huesos rotos —informa uno de los hombres que lo está revisando, lo suben en la camilla con urgencia. —Llévenlo a CI clínica —ordeno y los paramédicos asienten. —Vamos —subo al auto, pensando en que seguramente el golpe no fue grave, el auto no iba a gran velocidad. Bajo del auto, cuando llegamos a la clínica y me guían a una de las salas de espera, debo asegúrame de que el chico se encuentre bien, que se encarguen de él adecuadamente para evitar alguna clase de demanda. —No vi de donde salió —Samuel habla y lo miro desde donde estoy sentado. —Lo resolveremos —afirmo y él asiente. —Nate —habla Gareth el médico de confianza de mi familia y me pongo de pie. —Tiene una contusión en un lado de la cabeza y un corte que suturamos, algunos golpes en una pierna y un brazo, nada de lo que debamos preocuparnos, la revisaremos cuando despierte y decidiremos si debe quedarse en observación —explica cuando llego a él. —¿La? —cuestiono uniendo mis cejas, gesto que el doctor imita. —Así es, es una chica —afirma cruzándose de brazos. Miro a Samuel quien se ve confundido. —¿Sabes su nombre o algo más? —pregunto. Sacude la cabeza negativamente. —No tiene identificación ni nada que nos ayude a identificarla o a algún familiar. Me cruzo de brazos pensando en que seguramente es una persona que vive en las calles. —Acompáñame, tengo algo importante que informarte —me pide Gareth y camino a su lado para ir a su consultorio. —Como lo has pedido, hemos encontrado dos personas que portan el tipo de sangre que requerimos para el tratamiento —toma asiento y busca en uno de los cajones que tiene cerrados con llave. Comienza a describirme a dos personas, un hombre de 35 años, vive en Carolina del sur, deportista, con buena salud, al igual que la mujer, quien tiene 30 años, maestra de escuela, vive aquí en Chicago. Reviso ambas historias clínicas y por alguna razón ninguno de los dos logra convencerme. —Solo un par —exhalo sonoramente. —No tenemos más opciones, por lo menos no con las características que requieres, solo hemos recibido archivos de unos cuantos niños y personas que pasan los 40 años, entre otros candidatos inviables. Me mantengo en silencio y dejo las carpetas sobre el escritorio, una al lado de la otra. —No tenemos más tiempo —habla Gareth, se quita las gafas y masajea el puente de su nariz—, escúchame, sé que esto es inapropiado, pero hay alguien más. —Levanto la mirada hacia él —siguen sin convencerme las personas que están en las fotos de los expedientes. —Esta información es pública, así que no estoy incurriendo en una falta grave, solo me estoy anticipando a los hechos y a lo que veremos cuando identifiquemos a la chica. Lo observo mientras me siento muy intrigado. —Ella también porta el tipo de sangre que buscamos. —¿Quién? —estoy sospechando a que se refiere, pero quiero que sea él quien me lo diga. —La chica que atropellaste —me observa fijamente.
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