IV

2034 Words
Charlotte   El reloj marca las siete y media de la mañana y papá atraviesa la puerta de nuestro departamento, con una sonrisa en la cara y ojeras. Suspiro y le doy un abrazo. Le doy puntos por lo valiente que ha sido en venir a despedirse después de todo.   -      Vengo a repartir abrazos de despedida. – dice.  Timmy se une a nuestro abrazo, lo que es extraño porque jamás me da uno, sin embargo se siente bien. -      Espero que tengas un buen vuelo – musita mi madre al tiempo que se acerca a una distancia prudente. Mi padre la mira con evidente nerviosismo y asiente. Todavía existe una muy notable tensión entre ellos, y está bien porque las cosas no pueden cambiar de la noche a la mañana, menos tantos años de matrimonio. -      Gracias, Miriam. -      Escríbeme un e-mail en cuanto llegues – pido a papá, colgando mi mochila a mi hombro. – Espero que Berlín sea lo que esperas. – le doy un beso en la mejilla, porque estoy atrasada para la escuela. Él sonríe con melancolía. -      Voy a extrañarlos mucho. – suspira con pesadez. – ¿Necesitas dinero para la escuela? – hace ademán de sacar su billetera y lo detengo. -      Evan pasará por mí, no te preocupes. -      Yo si necesito – anuncia Tim, papá suelta una carcajada y le da unos dólares, insiste en darme unos a mí y finalmente acepto, con un último abrazo. -      Adiós papá, te extrañaré. Hasta luego mamá. -      Te veo en la cena Charlie – dice ella.   Salgo corriendo de casa y bajo las escaleras apresurada. Observo el carro nuevo de Evan doblando en la esquina; cuando se detiene frente a mí abre la ventana y sonríe.   -      Buenos días.   Suelto una risa sincera y me subo de copiloto.   -      Luces muy mayor conduciendo. Incluso pareces guapo. -      Son las ventajas de tener diecisiete. – se encoge de hombros y arranca. -      ¿No pasarás por Kristen? -      Hoy no asistirá a la escuela, tiene gripe. -      Qué mal, todos están cogiendo la gripe a inicio de clases – hago una mueca. Evan me mira por el rabillo del ojo y sonríe antes de volver la vista al frente. – ¿Qué? -      Nada. -      ¿Nada? Esa no ha sido tu mirada de nada. Es algo, te conozco. -      Estaba pensando, ¿Hoy almorzaremos con Adam, el nuevo? -      Supongo – me encojo de hombros. – ¿Por qué? -      Porque… Charlie, creo que no deberíamos acercarnos tanto, apenas lo conocemos. -      Dirás que tú apenas lo conoces, yo ya hablé con él, es inteligente, divertido y muy caballero. – me sonrojo al recordar su indiscreta invitación a salir. -      Estás un poco ruborizada – se detiene en un semáforo en rojo. -      No es cierto – digo entre dientes. “No, no, no, no, no” -      Tienes novio. ¿Ya le dijiste que tienes novio? -      ¿Qué si le dije? – suelto un resoplido. – Lo olvidé por completo. -      ¿Olvidaste que tienes novio, quién es tu novio o simplemente no salió en la conversación? -      La número tres. – aprieto los labios con fuerza. Sé lo que está insinuando y no me gusta para nada a dónde se dirige. Acelera el carro otra vez. -      ¿Estás segura de que quieres incluirlo en nuestro grupo? -      Cuando lo dices así suena apresurado. Y no, no estoy segura. Pero Evan, piénsalo es nuevo, no conoce a nadie y nuestra mesa siempre tiene un asiento extra, quizás dos asientos extra ahora que Fred está obsesionado con unirse al equipo. No nos haría mal un nuevo amigo. -      Bien – lo observo rodar los ojos y disminuye la velocidad antes de aparcar a una calle de la escuela. – Pero le dices que tienes novio antes de que decida invitarte a salir. -      Ya lo hizo – suelto un suspiro. -      ¿Qué? -      Lo rechacé… creo, no sé, sonó la campana y ya no hablamos más de ello. -      ¡Charlotte! -      No he hecho nada malo, no uses ese tono conmigo. – salgo del carro y él me sigue. Varias personas de la escuela nos adelantan para entrar, en cambio nosotros nos tomamos nuestro tiempo. -      No creo que Connor esté muy contento… -      Connor fue quien me dijo que hiciera más amigos – aferro mis cuadernos contra mi pecho con fuerza. Evan me mira con ojos como celdillas. Bien, sé lo que está pensando, pero es verdad que no he hecho nada malo, no he coqueteado, no he aceptado salir con él, sé muy bien que tengo novio y no lo cambiaría por nada del mundo. -      Amigos, no pretendientes. -      Estás exagerando, es solo un chico decente que quiere… -      ¡Hola chicos! – la voz levemente grave de Adam nos hace voltear. Viene hacia nosotros con una sonrisa amable. -      Hola Adam. -      Hola – dice Evan, nada contento. -      ¿Qué clase tienen ahora? -      Álgebra – decimos Evan y yo al mismo tiempo. -      ¡Grandioso! Vamos, no querrán llegar tarde – exclama Adam adelantándose un poco. Evan rueda los ojos y lo jalo del brazo tras Adam. -      Sé amable – pido en voz baja.   Evan marca su territorio en cuanto entremos al salón, me obliga a sentarme a un lado de la ventana y le insinúa a Adam que un puesto delante de nosotros sería perfecto para él. Adam hace caso, ignorando por completo el tono de fingida amabilidad de mi amigo, y se sienta donde le es indicado. Evan se queda a mi lado y le lanzo una mirada de advertencia.   -      Solo quiero tenerlo vigilado – dice por lo bajo. -      ¿Vigilado? ¿Crees que es un criminal? No actúes paranoico, tú no eres así. -      Solo quiero asegurarme de que es un buen chico antes de que forme parte de nuestro grupo oficialmente. No estoy siendo paranoico, solo precavido. –se encoje de hombros – Más vale prevenir que lamentar.   El maestro entra a la clase y todos guardan silencio.   -      Buenos días. Quiero recordarles que ya se encuentra abierta la postulación del comité estudiantil. Nuestro, hasta ahora presidente por dos años consecutivos Evan Collins, está a cargo de las elecciones. – dice el maestro. Evan sonríe con satisfacción. – ¿Vas a postularte otra vez, Collins? -      Por su puesto – responde mi amigo. – Mientras cuente con sus votos, compañeros. – echa un vistazo a su lado con esa sonrisa que usa para hechizar personas a su favor y muchos rostros le corresponden la sonrisa. Evan es tan encantador con todos que de seguro ganará las elecciones otra vez, es un buen presidente, es motivador y sus ideas son las mejores. Tiene la victoria en sus manos. -      Seguro que sí. – sonríe el maestro. – Ahora quiero que abran sus libros. Revisarnos el teorema de Pitágoras. El maestro se voltea a escribir en el pizarrón mientras todos buscan sus libros, Adam se voltea con una sonrisa de asombro.   -      ¿Eres el presidente? – le susurra a Evan. -      Hasta ahora, sí. -      ¡Eres es súper genial! ¿Puedo postularme para lo que sea? ¿Tesorero quizá? -      Los nuevos no tienen demasiadas posibilidades – Evan hace una mueca, le doy un codazo disimulado en el brazo. – Pero puedes intentarlo, ¿No? -      Seguro, ¿Charlie, me ayudarías a hacer campaña? -      Es… por su puesto – asiento con una sonrisa. Evan me da una suave patada por debajo de la mesa. Adam me mira emocionado y se voltea a escribir. -      Debes ayudarme con mi campaña – dice Evan entre dientes, evidentemente molesto. -      No lo necesitas – ruedo los ojos. – Votarán por ti de todos modos, nadie más se postula para presidente. -      Benjamin Anderson va a postularse. -      ¿Quién es Benjamin Anderson? – hago una mueca de confusión. -      No sé, está en algunas clases de Kristen, ella me lo dijo. Yo nunca lo he visto. -      ¿Ves? Si tú no lo conoces entonces nadie lo hace y ganas otra vez. Tú eres feliz, yo ayudo a Adam a ser Tesorero y todos obtienen un beneficio. Me mira como si se sintiera traicionado. ¡Por todos los cielos! Ni que estuviera cometiendo un crimen, ¿Desde cuándo se volvió tan desconfiado?   Luego de un día largo y lleno de tareas en clase, voy a mi taquilla para recoger algunos cuadernos que necesito. Adam se para frente a mí con una sonrisa.   -      ¿Crees que tengo posibilidades de estar en el comité? – pregunta mientras camina mi lado, hacia la salida. -      No estoy segura, pero la mejor manera de asegurarte un puesto es conocer a todos aquí, como lo hace Evan. Haz que todos quieran ser tu amigo y conseguirás votos. -      ¿Se te ocurre alguna idea de cómo ser tan sociable como Evan? – hace una mueca mientras observamos al susodicho despedirse de algunos jugadores del equipo de fútbol americano y sonreírle a varias personas mientras camina a nosotros. – ¿Cómo lo hace? Parece agradarle a todos. -      Es su encanto natural – me encojo de hombros. -      ¿Por qué me miran así? – pregunta Evan cuando se detiene. -      Porque eres encantador – ríe Adam, logrando sacarme un par de carcajadas. Evan frunce el ceño. -      Hablábamos sobre lo sociable que eres. – aclaro. -      Ah – se relaja un poco. – Mi madre es igual, creo que es genética. – sonríe. – ¿Vendrá Connor a buscarte? – me pregunta, haciendo un muy notorio enfoque en el nombre de Connor. -      Supongo – me muerdo el interior del labio. -      ¿Quién es Co…? -      Su novio – responde Evan muy rápido. – Está en la universidad. Es un tipo grande y con carácter, una vez me dio un puñetazo, tiene una excelente derecha… -      Evan – digo entre dientes. Adam tiene una expresión de verdadero espanto en el rostro. –  No es tan grande, y es muy cortés. Su derecha es buena, sí, pero lo del puñetazo fue un mal entendido. -      Ya veo – dice Adam, al parecer algo confundido. ¿Por qué rayos Evan insiste en esto? – Ya me tengo que ir. – apunta a sus espaldas. -      Nos vemos mañana – sonrío. -      Sí, hasta mañana – se da la vuelta con una mueca en el rostro. -      ¿Qué intentas hacer? ¿Asustarlo? – digo a Evan con tono de reproche. Él suspira y revolea los ojos. -      ¿Has visto cómo te mira? – pregunta. – Le gustas, es obvio. -      No le gusto – me cruzo de hombros. – Y te estás comportando como un verdadero idiota.   Me dedica una mirada ofendida y luego de unos segundos agacha la cabeza.   -      Lo siento. -      Nos vemos mañana, Evan – me muerdo el labio y volteo sobre mis talones justo cuando mi teléfono comienza a sonar. La pantalla indica el nombre de Connor y una sonrisa brota de mis labios al instante. – Hola – suspiro. -      Charlie, hola. – suena levemente desanimado. Llego a las escaleras de la entrada y esquivo a varias personas para poder salir de ese mar de gente. -      ¿Estás bien? -      Sí, sí – dice apresuradamente. – Pero no podré ir por ti hoy. -      ¿Por qué no? ¿Pasó algo? – un nudo se forma en mi garganta. ¿Por qué siento que algo anda desastrosamente mal? -      No es… tarea, tengo mucha tarea. -      Bien – hago una mueca. – ¿Cenamos mañana? -      No-no lo sé – dice con la voz débil. -      ¿Seguro de que estás bien? -      Sí, solo… tengo mucho que hacer. – titubea al hablar. – Lo siento.   Me detengo en la esquina de la acerca y suelto un suspiro.   -      De acuerdo – murmuro por fin. – Te llamaré luego. -      Bien, adiós. -      Oye espera – me tiembla el labio inferior, mientras mantengo la esperanza de que me diga algo antes de colgar, pero se queda en silencio. -      ¿Qué? -      Nada – aprieto los labios. Lo siento tan distante que se me encoje el corazón. – Adiós. -      Adiós – corta.   “No seas paranoica. No seas esa clase de novia…”  
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