**CAMILO**
Bueno, el pasado es pasado, ya decidí que formaré un hogar de verdad con Katerina, no me voy a divorciar, la tengo que conquistar nuevamente. En eso miro la sirvienta que atendía a Katerina en aquel entonces.
—Buenos días. —ella me queda viendo como si ha visto algún fantasma— ¿Qué? ¿Tengo algo raro en el rostro?
—No, no, señor, lo que pasa, que es extraño que usted nos salude. —me humillé, es cierto, nunca las determino.
—Ah, es que por lo general estoy deprisa.
—Su desayuno está servido.
—Gracias. Disculpa ¿Cómo te llamas?
—Yo… soy Albertina, señor.
—¡Albertina! Tú de casualidad recuerdas a mi esposa.
—¿La señora, Inés?
—No, mi verdadera esposa.
—La señora Katerina… Desde luego. ¿Por qué? —la joven es cautelosa.
—¿Qué recuerdas de ella?
—¿Por qué me pregunta sobre
