Sentada en las piernas de Aidan, entre besos y caricias, una complicidad que se daba entre ellos naturalmente. Aidan temía dentro de sí que se la quitarán, aunque estaba seguro del amor de ella, no confiaba en los engaños de Camilo, más sin él estar junto a ella. —Qué ricos tus besos, Rápidamente me convences de esta manera, arreglaré todo allá y vendré corriendo a tu lado, me tienes que llamar todos los días, mañana y noche. Quiero saber todo lo que pase, no me vayas a omitir absolutamente nada. —Sí, señor, como usted ordene, eso hará su mujer. Además, llamaré seguido a tu madre para ver a nuestro hijo, me duele separarme de él, pero siento que estará mejor allá. No quiero exponerlo. —Es lo mejor, nuestro hijo estará bien cuidado en tu ausencia, me voy porque quede de llevarlo con tu p

