GOLPEADA POR LA REALIDAD

1643 Words
✧・゚: *✧・゚: * KATERINA *: ・゚✧*: ・゚✧ Me divagué mirando por el cristal del auto, es bonito ver todo desde afuera de mi casa, hay muchas personas interactuando. El recorrido fue largo, mire bonitos países, también mire chicas vestidas diferentes a mí, en mi mente meditaba que ellas no podrán ir puras al matrimonio, o nunca ningún hombre las elegiría por ser atrevidas y rebeldes. Estaba metida en mi mundo, el que mis padres diseñaron desde muy niña, a veces lo aceptaba porque sabía que es por mi bien, otras veces simplemente me deprimía, porque algo dentro de mí quería experimentar el mundo que existía después de la puerta de salida de mi casa. —Señorita, estamos por llegar. Asentí, el chofer de la casa me mira a través del espejo, muy pocas veces lo vi de lejos, cuando me asomaba por la ventana de mi dormitorio y él limpiaba el automóvil. Un enorme portón con un inicial enfrente se abre, entramos, el recorrido entre árboles fue algo extenso. Quise abrir la ventana de cristal del auto, pero está bloqueada, solamente me dediqué a ver. Al aparcarse, la imponente mansión me deslumbro, la de nosotros era un poco más pequeña y podría decir que el color más triste. Me bajé y un empleado de ellos tomo mi maleta, me pregunto si solamente esa era, le dije que sí, me guio adentro, lo seguí en silencio. Dentro de la casa miré mi alrededor, es hermosa, llena de vida, un aroma exquisito a flores, el color le da a la casa un toque hermoso. No puedo describirlo con palabras porque estoy carente de estilo y todas estas cosas mundanas como mi madre las suele llamar. —Bienvenida… —una mujer con su rostro lleno de colores chillantes se me acerca, me mira de pie a cabeza. —Madre, me avisaron que llego el fenómeno. —miro hacia donde viene esa voz, es una versión de la señora, solamente que muy joven. —Hija, compórtate, ella está dentro de la casa. —¡Lo siento! Así que eres tú, la nueva esposa de mi hermano mayor. —me incliné para saludar con reverencia. —No te quedes aquí, tú lleva la maleta a su habitación. —Si señora. —miro a todos lados, mi esposo no está por ningún lado. Me senté donde me lo indicaron, ellas no dejan de verme, me hace sentir incómoda, ellas no dicen nada, simplemente me escudriñan con su mirada, en eso una mujer más alta y con ropas que se le ve bien, toda su figura se hace presente, de inmediato la chica joven va hacia ella y la abraza. —Ven, ya vino la esposa de mi hermano. Ella es. —Están seguras. —Sí, Ven, aún no ha dicho nada. —Ella es Inés, una amiga de la familia por muchos años. —dice la señora mayor, que de a poco me voy dando cuenta que es mi suegra y la joven, mi cuñada, la señorita Inés, me sonríe amablemente. —¿Dónde está mi esposo? —las tres se ríen unísono. —Hay cariño, no sé en qué mundo has vivido, pero tienes que despabilarte. —me dice mi cuñada. —Deja de burlarte. Llévala a su habitación para que descanse. —una empleada me hace un ademán para que la siga ellas simplemente me quedan viendo cómo un vicho raro, sé que no encajo con ellas, no tenemos la misma educación. Subo las escaleras, ellas aún me miran, siento sus miradas, penetrarme, me apresuro, la empleada amablemente me abre la puerta y al ver la habitación me quede anonadada. Es mucho más grande que la mía, tienen dos enormes ventanas donde entra la luz del sol, ella abre la ventana y un aire fresco entra de golpe, me asomo y contempló la enorme propiedad. —Si necesita algo, toque esa campana, vendré enseguida. —Gracias. Ella se marcha y toco la cama, abro las gavetas, no hay nada, están vacías, me voy al ropero, que también es más grande que como era el mío. Vacío, ¿dónde está la ropa de él? No le tome importancia en ese momento, de seguro más tarde pasarán sus cosas a la habitación matrimonial. Arreglé mi ropa que traje, se ve vacío el armario después de colocar mis vestidos. Dos toques a mi puerta. —Puedo pasar. —es una voz femenina. —Pase. —es la señorita apretada, ella entra y mira la habitación. —¿Te gusta tu habitación? —Sí, es colorida. —¡Colorida! ¿A qué te refieres? —Es que la mía era de colores no muy brillantes, pero me gusta. —Ah, ¿Arreglaste tu ropa? Eso es todo lo que traes. —Sí, mi madre la eligió, dijo que es suficiente. —¿Eres rica realmente? —¿No entiendo? —Es que parece que Camilo recogió a una vagabunda. —Ah, ¿habla de dinero?, mis padres tienen mucho dinero. —Extraño, bueno, mi nombre es Inés, podemos ser amigas si lo deseas. —¡Amigas! Eso me encantaría, nunca he tenido una. —Entonces no se diga más, seremos muy buenas amigas. —me emocioné, recién llegando, ya tengo una suegra, una cuñada y de paso una amiga. Todo aquí pinta bien para mí. Ella miró por la ventana y sonrió, se despidió de mí y se fue, me asomé por la ventana y veo a mi esposo hablando con alguien afuera, sonreí emocionada, me senté a la orilla de la cama a esperarlo. Ni mi madre había tardado tanto en tiempos atrás, siento un calambre en mi pierna de estar en la misma posición, en eso la puerta se abre después de varias horas de espera. —Señorita, la esperan en el comedor a comer. —¿Qué? ¡El comedor! ¿Mi esposo está en el comedor? —Si señorita. Sonrió, me arreglo el revuelo del vestido, estiro la pierna que se me engarroto, y camino despacio detrás de la empleada doméstica. Mi corazón me amenaza con salirse, estoy nerviosa, lo voy a ver a los ojos, ¡Dios que nervios tengo! Al llegar al comedor veo solamente una silla desocupada, al detectar mi presencia todos me miran como si veían algo horroroso. —Siéntate, hija. —me dice la señora. Miro donde está mi esposo y la señorita Inés está junto a él. Me siento en la única silla vacía del rincón. Nadie dijo nada, todos comían en silencio, aunque se veían unos a otros, mi esposo no me ha mirado en ningún momento, trato de comer en silencio. Estoy a la par de una persona que desconozco, juro que esta persona se alejó de mí, hago como si no me di cuenta, no me afecta porque en mi casa no tenía la dicha de relacionarme con nadie, al menos aquí me toman en cuenta para comer todos juntos, debo ser agradecida por esto. Al terminar todos se pusieron de pie, yo me quedé sentada porque no sé qué hacer, en eso mi nueva amiga se me acerca y me dice que la siga. Yo feliz de que ella haya tenido ese bonito gesto conmigo, la sigo, miro a mi esposo sentado platicando con su padre, su rostro se ve molesto, no sé qué está sucediendo. Inés me dice que me siente, ellos guardan silencio al verme, me quedo mirando al suelo, todos platican de cosas que no sé. —¿Cuál es tu nombre? —¿El mío? Es Katerina. —Bonito nombre, lástima que no digo lo mismo de la portadora. —todos burlándose, yo me quedo solamente escuchando, ese hombre no lo conozco, no sé quién es. —Hijo, déjate de cosas, no seas irrespetuoso. —Solamente estoy diciendo la verdad. —vuelven a reírse. Ahora estoy comprendiendo esos dos extraños son hermanos de mi esposo, han de ser menores porque se ven más jóvenes. Un poco mayores que mi. —Katerina, ¿a qué universidad vas? —¿Universidad, que es eso? —En qué mundo vivías. —ellos se miran, yo estoy confundida a sus preguntas. —Dejen de molestar, Katerina si estás cansada, puedes ir a tu dormitorio. —Esposo, ¿usted viene conmigo? —él me ve y con una media sonrisa. —Ese es tu dormitorio, yo dormiré aparte, descansa. —me quede inmóvil, no podía moverme, me sentía abandonada en mi primer día en esa casa. ¿Qué está pasando? Camilo se levantó al verme inmóvil y que todos se reían, tomo mi mano y me condujo hasta el dormitorio, yo, emocionada, sabía que había escuchado mal. Entramos juntos, suelta mi mano y cierra la puerta, se toca el puente de la nariz, estoy tan emocionada que mi sonrisa toca cada extremo de mis orejas. Camina hacia la ventana y ve hacia fuera, aún no dice nada, yo simplemente estoy de pie sin moverme. —Escucha bien. Te lo diré esta única vez y espero que lo acates. —Sí, esposo. —No me digas esposo, tú y yo nunca tendremos nada, simplemente mírate, crees que un hombre como yo, va a salir con una mujer como tú, me das asco, es lo único que me provocas al verte. —¡Asco! Yo me baño muy bien, trato de no oler mal. —¡Dios santo! ¿Acaso no te has visto en un espejo? —Aquí si puedo verme, en casa no lo permitía seguido mi madre, ya que eso es vanidad. —Te lo diré más claro, nos casamos solamente porque mi padre me dejo una tremenda deuda, que no tenía posibilidades de cancelarla sin perder mis posesiones, tu padre las pagó, imponiéndome este descabellado matrimonio, de esa manera él no perdería su dinero.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD