El techo del aula se transformó en la cosa más interesante del mundo, mientras escuchaba a la maestra de comunicación hablar sobre quién sabe qué periodista antiguísimo, para qué nos daban historia de la comunicación, ¿en qué sumaría eso? Me provocaba sueño, ah pero leerme las Cincuenta Sombras de Grey si no me provocaba sueño. Pero ¿y cómo?
Apoyé el codo en la mesa para después reposar mi mentón en la palma de mi mano, nunca pensé que se diera tanta clase en la tercera semana de clases, ¿Quién hacía eso? Bien, quizá estaba muy acostumbrada a mis antiguos maestros de colegio privado. Sin ofender.
Aproveché la vistas de las ventanas, esas que daban a la parte trasera del gimnasio, mis ojos recorrieron el lugar sin captar nada interesante, pero el simple hecho de ver más que paredes beige y pupitres caoba me provocaba una paz interior, casi sentía que estaba allí yo también, siendo libre en la natural... Espera, ¿ese era...? No, estaba soñando. El hambre ponía al débil a desvariar. Obviamente no era él. Pff. No, espera claro que era Lucas, ¿por qué no estaría ahí? si también era su universidad.
Me deleité un poco más con lo bendecidas que estaban siendo mis pupilas fueron con la vista de un cuerpo semidesnudo y trabajado con una linda cara angelical y marcada como complement... Hey, frénate Ivvana. Es tu amigo, Lucas, tu amigo. Te gusta Aiden, ¿recuerdad? Aiden, seeee.
Lucas estaba bastante concentrado en caminar con la vista clavada en su teléfono y menos mal, así podría detallarlo a toda confianz...
Volteé la cara a toda velocidad en el momento que levantó la cara en mi dirección, j***r, olvidaba que las miradas pesaban. Miré por el rabillo del ojo asegurándome de que el protagonista de tremendo espectáculo ya no estuviese pendiente a mi ventana y volví a mirarlo cual acosadora de calle.
Era precioso.
Maldición, eso era muy malo, necesitaba alejarme de ahí de inmediato.
Me levanté de mi silla, pasando por alto que estaba en medio de una aburrida clase y me encaminé rápidamente hacia los pasillos del comedor, sabía que podría encontrar a Helena allí.
Iba tan concentrada en mis cosas que no medí los espacios entre una persona y yo, así que la choqué y nos tambaleamos, me disculpé rápidamente y continué mi trayecto al comedor. Definitivamente, ahí estaba, como siempre, gastando su hora libre en babear por su profesor desde el muro que daba perfectamente a la ventana de donde tenía clases los viernes por la mañana.
―Por fin te encuentro ―puse mis manos sobre sus hombros y dirigí toda su atención hacia mi― ¿qué haces? ―claramente sabía lo que hacía, pero el preguntarle le haría creer que estaba siendo muy sutil, así que no se sentiría abochornada. Bueno, aunque me valía v***a.
―No estoy acosando a nadie ―apreté los labios manteniendo mi seriedad y negué varias veces.
―No he dicho que sí, Hel.
―Por si las moscas.
―¿Por si las moscas? ―repetí sin entender, rodó los ojos.
―Quiere decir "por si acaso" ―arrugué el entrecejo.
―Como sea, necesito que me digas que no soy una perra loca ―exclamé agitando mucho las manos, me estaba contagiando con su cosa rara. Helena entrecerró sus ojos para luego mirarme como si acabara de decir la cosa más estúpida que haya escuchado.
―Ivvy, claro que no eres ninguna perra ―la miré expectante.
―¿Y?
―¿Qué? ―se encogió de hombros.
―¿Y una loca?
―Bueno ―se bajó de aquel muro y me dio la espalda― ¿te dije que me inscribí en el equipo de deporte? estaré en tennis, ¿y sabes por qué escogí te...
―Helena.
―No me interrumpas, ¿sabes por qué escogí tennis? ―permanecí callada, muy consciente de lo que justo estaba haciendo― porque me veo muy sexy con el uniforme, y quizá así pueda conquistar al p... ―carraspeó― al pueblo masculina.
―Ya. Gracias ―la rubia rió decidiendo que era buen momento para regalarme un abrazo.
―Bien, no eres una perra loca, o sea, no es que estás muy en tus cabales, pero tampoco es que no puedas hacer uso de la razón, ¿sí me entiendes? ―al final terminé riendo de cómo intentaba hacerme sentir mejor, sin duda había hecho una buena elección esta vez.
―Sí, amiga. Ahora, tengo que contextualizarte.
―Contextualízame, entonces.
―Vi a Lucas ―hizo una mueca de obviedad.
―Como todos los días.
―Sí, pero no sólo lo vi, sino que lo vi ―Helena, aparentemente seguía sin entenderme.
Oh bueno, sí lo hizo.
―Demonios, que fuerte amiga. ¿Y eso qué tiene de malo, fue por eso que viniste pidiendo que te dijera que no eras una perra?
―Una perra loca ―corregí.
―Sí, tengo mis propias opiniones ―decidí ignorar eso― bien, mira, no creo que debas creer que res mala persona por notar a un chico que claramente está bueno, no es un secreto para nadie.
―Lo sé, pero es que fue raro, se sintió casi como si lo estuviera traicionando.
―Suerte que me tienes a mi ―arrugó la frente apartando su mirada hacia otro lado― primero, es normal, tienes ojos, seguro que tu "amigo" ―hizo comillas con los dedos― también nota a otras chicas que están buenas.
―Wao, eso me hizo sentir mejor ―ironicé.
―Segundo ―prosiguió ignorándome olímpicamente― ni siquiera son novios, así que no debes sentir que estás siendo una perra pecadora, loca sí, pero perra jamás ―alentó― a menos que sea en el buen sentido de la palabra, claro, como cuando te dicen ¡diablos, Ivvy, eres una perra ardiente! ¿entiendes?
Suavicé el gesto de preocupación para reemplazarlo con una carcajada.
―Eres la mejor, sin dudas.
―A tus órdenes ―hizo una reverencia.
―Pero sostengo lo de antes, no me gustaría que Aiden mirara chicas de la forma en que miré a Lucas.
―Es que no lo puedes controlar, es como... como un reflejo femenino involuntario.
―Siempre usas palabras bonitas que hacen lucir todo mejor.
―Don de comunicadora ―maldita creída.
―Ya lo creo.
Ambas nos quedamos paradas mirando hacia otro lado.
―Eso era todo, ¿no? ―asentí― entonces ―hizo una seña para que me fuera.
―Oh ―puse un dedo en mi mentón― lo siento, tú sigue no acosando a nadie ―le dije y me fui antes de que pudiese decirme algo.
La universidad era más bonita cuando el campus no estaba plagado de jóvenes hiperactivos.
El pensamiento retante de mi acción pasada seguía teniendo un poco de protagonismo en mi mente, pero intenté concentrarme mejor en...
Espera.
¿Acaso el mundo tenía una maldita conspiración en mi contra?
¿Ese era...?
Claro que era él, estúpida. Dudaba que hubieran dos como él.
Más extrañada que nunca, caminé hacia él al mismo tiempo que caminaba hacia mi.
―Aiden ―expresé demasiado sorprendida.
―Mi niña ―me envolvió en un abrazo, yo apenas pude corresponderle.
Deshizo el contacto sin poner distancia, y entonces juntó nuestros labios por no más de dos segundos. Le sonreí― ¿estás bien?
―¿Yo? pfff, claro que sí, bien, igual que siempre ―no podía ser más estúpida. Por supuesto que no se creyó una palabra, pero él lo dejaría pasar, lo sabía.
―Está bien, supuse que sería buena idea que almorzara contigo, hoy ―dejé mi paranoia de lado y le sonreí complacida, siendo yo la que lo abrazara esa vez.
―Eres tan divino ―bien, eso me hizo sentir peor― me encantaría almorzar contigo, me hace muy feliz.
―Tú me haces muy feliz a mi ―sostuvo mi mentón y volvió a besar mis labios― vamos entonces.
Aiden entrelazó nuestras manos y yo no podía dejar de lado el sentimiento de culpa tan grande que estaba sintiendo, que mierda.
―Aid...
―Sí.
―¿Puedo preguntarte algo? ―seguimos caminando hasta su auto, él asintió― ¿Qué pasaría por tu mente si ves a una mujer guapa frente a ti?
Frunció el ceño.
―La estoy viendo ahora, y pienso qu...
―Otra mujer que no sea yo, y que esté en franelilla, o en sostén.
―¿Es una pregunta trampa de esas que hacen en t****k? ―reí levemente y negué― bueno, creo que pensaría que está loca por estar en sostén al aire libre.
―Bien, imagina entonces... que fuera normal que estuviera en sostén, ¿qué pensarías? ―Aiden seguía sin poder entender mi pregunta, pareciera estar buscando las palabras que creía quería oir, pero ni yo sabía lo que quería escuchar. Entramos a su auto.
―No estoy entendiendo.
―Di, y sé sincero, te juro que no voy a molestarme.
―No lo sé, tal vez, si está guapa, aclarando que no creo que exista mujer mas hermosa que tú, podría ella llamar mi atención por unos segundos, podría incluso mirarle las tetas aunque luego me reprenda ―sentía la mirada suya en mi, y yo solo miraba aquel pinito verde que colgaba del espejo retrovisor.
Bien, ¿habían escuchado hablar del sabor agridulce? pues a eso me sabían sus palabras, me había puesto un poco celosa pero sentía que me lo merecía, y al mismo tiempo me hacía sentir bien porque me dejaba saber que no era una perra loca.
―¿Crees que soy una perra loca?
―¿En el mal sentido? ―asentí― no creo que seas una perra.
Bueno, quizá sí estaba loca pero al menos no era una perra.
Me incliné hacia él con una sonrisa gigante y dejé varios besos en su boca.
―Vamos por ese almuerzo, muero de hambre.