Ser parte de la alta sociedad de Mainvillage requiere demasiada delicadeza, elegancia y dinero de verdad, cifras ridículas de dinero. Felipe y yo salimos a las cinco de la tarde de casa, y la verdad, siempre me ha parecido rarísimo el cuento de la Cenicienta porque no me queda claro si a él le gustaba tanto, ¿por qué no contrató una retratista para pegar la foto de su rostro en la ciudad? No, el príncipe en su lugar lo complica todo buscándola con la zapatilla, con el pie, literalmente es un fraude. Pero me encanta haber encontrado en Jean-Paul y Niza mis propias hadas madrinas, y que Felipe no ha usado Tinder para encontrarme.
En cuanto llegamos, las miradas están puestas en nosotros. Felipe me mira a los ojos y me recuerda lo guapa que estoy. Sonrío y le acaricio una de las cejas cubierta por el flequillo de pelo que me ha dejado hacerle mientras le cortaba las greñas y lo convertía en mi príncipe adorado. Su madre me mira a lo lejos y sonríe, toma la mano de su esposo y este deja de conversar para mirarnos.
Felipe recoge un par de paletas para la subasta y me entrega una. Sonrío y él me pregunta si quiero algo de beber.
—¿No deberíamos saludar a tus padres?
—Deberíamos, pero están con gente.
—Felipe, no voy a ignorar a tu madre, menos en público —le informo, y él se ríe antes de llevarme en su dirección.
Cuando llegamos al lugar en el que están saludando a sus invitados, Carmelita sonríe ampliamente.
—Mina, qué placer verte, estás preciosa —me asegura y me da un par de besos en la mejilla.
—Felipe, mira quién se acerca —comenta su padre, y los dos ven a Felipe acercarse, le da un beso a su nuera y un golpe en el pecho a su hijo.
—Felipe, no sabía que vendrías.
—No planeaba hacerlo, pero mamá ha sido insistente.
—Tu mamá es una mujer impresionante —comenta el hombre y le da un beso en la mejilla a su nieto, seguido por un abrazo.
—Quiero presentarte a Mina, mi novia.
—Claro, mucho gusto, Felipe —se presenta el hombre y extiende su mano hacia mí. No sé si estoy nerviosa, pero le doy un apretón que amenaza con quebrarle los dedos. Él se ríe y me felicita.
—Já, una mujer segura de sí misma.
—Perdón —él ríe—. Lo siento tanto. —Su risa es seguida por aplausos y las tres personas a nuestro alrededor nos miran sorprendidos.
—Mina, estoy bien. Solo no me lo esperaba de una chica vestida de rosa.
—Las apariencias engañan. Que vaya vestida de rosa no significa que sea menos salvaje —él hombre ríe y le pregunta a su nieto.
—¿De dónde la has sacado?
—Abuelo —saluda Carlota—, ¿cómo has estado?
—Hola, princesita —le saluda con un par de besos.
—Tercero —saluda a su abuelo, y finalmente a sus padres. Me mira y me sonríe, y yo pongo cara de aburrimiento, pero mi suegra y el abuelo de mi novio no dejan pasar y le lanzan una burla directa a la princesa de la familia.
—Vamos, busquemos nuestros lugares, ven gruñona —le pide a Carlota.
—Felipe, les guardaré un asiento a cada uno a mi lado, no puedo perderme la oportunidad de criticar a poca Mina, y nunca quiero estar lejos de ti.
—Gracias, abuelo —responde Felipe—, iremos por algo de beber y luego a nuestra mesa.
Felipe me lleva a la barra, yo pido un jugo de arándanos sin azúcar, y él me mira divertido, ordena una especie de whisky en coctel y le da un sorbo.
—Estoy tan nerviosa.
—Mi abuelo es muy majo, mi familia es un poco snob.
—Me estoy arruinando, todo el mundo nos está viendo.
—Vas muy guapa y siempre esperan ver a la pelota de la familia. Ve, orina y regresa en paz, tranquila, no mordemos, ¿vale?
—Ya... tronco, solo insultan —le doy un beso en la mejilla y él ríe.
Camino despacio hacia el baño porque no quiero que nadie piense que me estoy cagando. Cuando de lejos veo a Raúl y a su mujer, los dos nos saludamos a lo lejos y continúo mi paso hacia el baño. Nunca había orinado tan rápido en la vida, pero me aseguro de lavarme un par de veces las manos para asegurarme de que todo está bien. Veo a Carlota, la hermana de Felipe, mirándome seria. Sigo con mi ritual tranquilizador y ella se acerca, me da una servilleta y dice:
—Fui injusta y grosera. Sé que mi hermano en algún punto de la vida va a casarse y tener una familia, y no me debería importar si es contigo o con cualquier otra mujer. Pero Felipe es mi hermano pequeño y ya lo han utilizado una vez. Voy a darte el beneficio de la duda, Carmina, pero si me entero de que estás buscando lastimarlo, no solo voy a destruirte, voy a físicamente deformarte. Dejarte viva para que recuerdes que te has metido con la familia equivocada.
—¿Algo más, señorita Soprano? —pregunto—. Si tú crees que eres muy perra, puedes estar segura de que yo lo soy más, no se te vuelva a ocurrir amenazarme.
Me acomodo el vestido y salgo del cuarto de baño. Voy caminando rápido hacia el bar en el que estábamos Felipe y yo cuando choco con un hombre. Me asusto porque pierdo el equilibrio y antes de tocar el suelo, él me sostiene de los brazos y me vuelve a poner sobre el suelo casi de inmediato. Le miro a los ojos y él a mí. Mi padre me observa con seriedad y me pregunta:
—Carmina, ¿qué estás haciendo?
—No estoy haciendo nada malo.
—Estás metiéndote con la familia equivocada.
—Solo estoy saliendo con Felipe.
—Hija, vas a salir herida de esto.
—Gracias por el tip. Suelo salir herida de todos lados —respondo e intento alejarme de él.
—Papá, estás estropeándole la noche a alguien más.
—¿Estás bien? —pregunta uno de los jóvenes, y yo solo puedo mirarles.
Son idénticos, son sus hijos, tan altos y tan similares, solo un poco más rubios. Seguro lo sacan de su madre. Felipe se acerca y los saluda a todos.
—¿Estás bien? ¿En qué estabas pensando? —pregunta divertido.
—En no caerme mientras caminaba hacia ti —los dos ríen.
—Felipe Ferro —le saluda uno de los hermanos Waitly—. Me contaron que me estás quitando el trabajo.
—Me contaron que duras semanas arreglando unas simples luces, Damian.
—Tu hermano pide que se las arregle personalmente, él no entiende que hay técnicos —todos ríen, y Felipe finalmente me presenta como Mina Smirnova. Los hermanos comparten una mirada y le preguntan a su padre si no es el mismo apellido de soltera que el de su abuela, Carmina tiene toda pinta de ser familia, pero con el apellido les queda claro que lo es.
—Somos primos.
—¿Primos? —repite Damian.
—Sí, tu abuela tiene familia regada por todos lados.
—Tú asumiste que somos primos —se burla su hijo—. Es un placer conocer a una probable prima.
—Igual —estrecho su mano y sonrío. Demetrio me mira a los ojos y luego bajo la mirada.
—La verdad, te pareces mucho a mi abuela.—insiste Damian. — ¿Cómo… se llama tu padre?
—Damian, un día te mando por fax el árbol genealógico para que estés menos estresado —se queja su hermano.—Deja de ser tan curioso, puede que no seamos nada y sea todo una coincidencia. Lo importante es que no te ha lastimado papá.
—No, muchas gracias por evitar el golpe.
—Me disculpo por el susto —Comenta Demetrio. —Vamos a buscar nuestra mesa. Espero esté bien, Mina.
—Gracias, don Demetrio, un placer conocerles.
Felipe me sujeta de la cintura y me lleva hacia su mesa. Todos los caballeros se ponen en pie. Enrique saluda a su hermano y su esposa a mí, luego al revés. Todos me preguntan si estoy bien.
—No he tocado el suelo, ha sido una aventura gravitacional —bromeo, y todos ríen.
Finalmente, logro tomar asiento, y un mesero se acerca a preguntarnos por algo de beber.
—¿Quieres algo?
—Agua.
—Todo es gratis —comenta Carlota.
—No quiero nada, gracias.
—¿Estás bien, Mina? —pregunta Enrique.
—Sí.
El papá de Felipe, toma asiento y explica que su esposo y sus cofundadoras tienen una mesa especial, libre de maridos, todos se ríen, y el hombre pide algo de beber, mientras se masajea las mejillas, sus hijos le preguntan si está bien y él responde que su mujer le ha obligado. Sonreír a todo tipo de personas, la mesa se llena de risas, justo antes de escuchar la dedicatoria de la causa benéfica, la problemática de la adopción en Mainvillage. La pobreza de muchas mujeres que entregan a sus hijos y mucho de los niños en rangos de 4-10 años que ya no serán adoptadas porque la cultura de adopción, estimula la adopción en infancia temprana y no tardía.
Un fotógrafo comenta que están en exposición algunas fotos que tomó, casi veinte años atrás, y hacen una pequeña presentación de fotos y me encuentra. Demetrio mira hacia mi mesa y yo miro los fotografías conforme pasan.
—¿Tu estuviste en un orfanato?—pregunta Felipe.
—Sí, de pequeña.
—Mina esa eres tú?—pregunta el abuelo de felipe sorprendida.
—Creo que sí, puedo comprarlas, yo… nunca he tenido fotos de pequeña
—¿Qué hacías en un orfanato?—pregunta Carlota y no puedo detener las lágrimas.
—Mi mamá… mi mamá me abandonó…
—Mina, estoy bien, solo quiero las fotos.
—Felipe, por el amor de Dios, explícanos de dónde recogiste a esta mujer —exige Carlota.
—Carlota, por qué no te buscas un trabajo, una vida. Ya que te gusta tanto preguntar, cuéntanos: ¿dónde está tu marido esta noche? ¿Con quién están tus hijos? ¿Por qué no nos dices qué es estimulante para Agustín, una casa de póker o una de putas? Asumo que una subasta para la caridad es sinónimo de aburrimiento profundo. ¿En dónde está gastando el dinero el marido del año?—pregunta Felipe. — Cuando tú te ocupes de tu familia puedes meterte en la mía.