En medio

1695 Words
Ser parte del dolor de alguien es difícil, pero ser la causa primaria de su dolor es insoportable. Yo amo a Brenda y sé que la lastimé con mi ausencia, con mis abusos, mi mala cabeza; sobre todo, sé que las adicciones de su padre le arruinaron la infancia. Como solo puedo hacerme cargo de lo mío, saco mi teléfono para escribir y encuentro un mensaje. Sr. Mafia Estoy en México. Mina Álvaro, ¿hace cuánto estás aquí? Sr. Mafia Ayer en la noche, pero asumí que estabas durmiendo. Vine a atender unos negocios, mi jefe me llamó y dijo que es urgente. Mina ¿Vas a reunirte con la mafia mexicana? Sr. Mafia Eres viciosa. No tengo tantos negocios turbios. Mina Estás parcialmente en el “asunto”. Sr. Mafia Casi totalmente limpio de crímenes y pecados. > es la palabra clave. Estoy... atendiendo a unos amigos, por negocios, pero, podemos cenar mañana. Sr. Mafia Está bien. Tengo una habitación gigante, por si quieres estar cerca pero bien lejos. Mina ¿Me estás espiando? Sr. Mafia Te he extrañado, así que he buscado cualquier excusa para verte. Nunca vengo personalmente a atender mis negocios en México y me he subido en un avión pensando en que si tengo suerte podré verte. Releo un par de veces el mensaje y me permito sonreír, porque a pesar de ser lo más cursi que podría salir del cerebro de Álvaro, al mismo tiempo, resulta esperanzador en medio de todo esto ¿o enloquecedor? Mina Todavía no sé si quiero. Sr. Mafia Deja de poner trabas. Guardo mi teléfono y Pablo me pregunta si necesito una habitación para mí sola. Le miro a los ojos divertida y le advierto que me rehúso a tener sexo con él. Sonríe ampliamente antes de repetirme la información que le han dado en recepción: —Hay habitaciones dobles disponibles, ¿has escuchado? Es tomar una de esas o cambiarnos de hotel, casi otra hora. —¿Y qué ha pasado con las simples? —No tienen aire acondicionado durante los próximos tres días. —Ya... dice mucho eso. Pues doble, ya que vamos a pagar, no padeceremos de calor. Él se va y pone sus datos antes de regresar con las llaves. Me informa que va a pasar por la tienda del hotel a comprar cosas carísimas para dormir y estar aquí unos días sin ver a su familia. Yo le recuerdo que le sale más cómo escribirle a su hermano y él me mira sorprendido. —¿Mi hermano? —Sí, es la única persona que ha vivido el mismo trauma que tú a causa de las mismas personas que los criaron. Es lo más genial de tener un hermano. —¿Te criaste con un hermano materno? —Aparentemente, tengo cinco hermanos, pero ninguno me reconoce como tal. —Es... horrible, Mina. —Sí —me encogí de hombros. —Demetrio te dejó en un orfanato. —El único lugar donde verdaderamente podía deshacerme de todo el que pasaba por ahí sin crear un escándalo. —Conozco a tus hermanos y sé que si mañana se enterasen de que tienen una hermana recorrerían la mitad del mundo para saber de ti. —Sabes, por primera vez en mucho tiempo estoy muy bien sola, pero cuando quiera trastornar sus vidas adultas te aviso —Pablo sonríe y me despido. Le dejo mirando el teléfono, él parece hacer una llamada antes de venir hacia el elevador junto a mí. Le escucho hablar con su hermano, el cual suena bastante emocionado porque le haya elegido, y veo en Pablo una ligera sonrisa. Él toma mi maleta y mira hacia sus pies mientras subimos. —¿Tu familia... parecías sorprendida cuando dijiste lo de tu hermano? —Pablo asiente, las puertas se abren y él me da espacio para que salga primero. Camino fuera del elevador y él me sigue. Yo busco el número de habitación en nuestras tarjetas electrónicas y él me sigue tranquilamente. Pienso que no va a responder hasta que ingresamos a la habitación y dice: —Cuando ocurrió el accidente, decidí no decir nada. Estuve internado por depresión y después me hundí en los estudios, el trabajo y mantenerme lejos... —Siento mucho lo de tu hermano. —No más que yo. Me tomaré una ducha y me dormiré un par de horas en la bata de baño. —Ay, Pablo, cierra bien tu puerta. —Sí, no me vayas a ultrajar mientras estoy indefenso —Los dos reímos. Él se va por una ducha corta, demasiado corta para ser considerada una buena bañadita. Sale cubierto con la bata y se encierra en la habitación. Estoy casi segura de que no ha ordenado una doble, sino una prémium, pero no voy a discutir, porque el sexto piso de este hotel tiene una vista preciosa al mar, y si él deja la habitación secundaria, yo puedo disfrutar al completo de la preciosa vista que me rodea. En realidad, después de refrescarme, me coloco el vestido de baño con la intención de ir a nadar e intentar reiniciarme. El ejercicio siempre ayuda, y desde que estoy viviendo aquí, he tenido tiempo para tomar unas cuantas clases de buceo. Así que en mi camino a la piscina, paso por recepción para informarme sobre algún tour de buceo. Me indican que no tienen uno disponible en este momento, y yo me dirijo hacia la piscina bajo techo del hotel. Esa piscina casi nadie la quiere usar debido a la falta de sol y ambiente vacacional, pero para alguien que quiere dar unas buenas brazadas sin interrupciones, es perfecta. Nado de un lado a otro durante todo el tiempo posible e intento olvidar todos mis problemas. Pero siento que son tan profundos que nadando, corriendo o gritando no podría simplemente sacarlos de mi pecho, la vergüenza y el miedo que siento. Me siento profundamente enfadada, sola y triste, pero el enojo ni siquiera es hacia Gabriel, sino hacia la Mina que fui, la que despertaba en hospitales con su padre al lado rogándole que valorara la vida y simplemente tomaba cualquier oportunidad para irse a destruir lo poco que quedaba de sí misma. Estoy flotando en el agua y cierro los ojos mientras veo el techo. Entonces recuerdo las palabras de Pablo: "Solo por un par de segundos pensé en morirme." Y sé qué nivel de autodestrucción te lleva a esto. Probablemente, morir ahogada en esta piscina sea imposible, pero a mar abierto… Siento unos brazos que me rodean y abro los ojos asustada. Grito, peleo y mientras intento alejarme, logro ver el rostro de mi captor y escuchar sus palabras: —Tranquila, soy yo, pensé... que estabas... pensé una estupidez —dice Álvaro. Me alejo un poco y noto que se ha tirado con toda su ropa al agua, así que entiendo qué ha pensado de inmediato. —Yo… solo… ha sido una pésima semana. —Todos tenemos de esas. —Sí, me despidieron. —Yo tengo muchísimo trabajo para ti, pero creo que este te hace feliz. ¿Por qué te han despedido? —pregunta Álvaro. —Mi jefe no cree en las segundas oportunidades de vida ni en rehabilitarse. —Lo siento, pero no todo el mundo te lo va a poner fácil, Mina. A veces, cuando salimos a la vida real, el reto es simplemente sobrevivir el día, y otras veces es sobreponerse al día. —Le acaricio el pelo y Álvaro sonríe. —¿Podemos salir de esta piscina? —¿Quieres salir de la piscina? —Correcto —responde divertida mientras me toma de la cintura y me dirige hacia el exterior. Álvaro me cubre con una toalla seca y me acaricia el pelo. Sonríe con cierta pena, cierta tristeza, y me da un beso en la mejilla. —Tengo que ir a cambiarme de ropa, iba camino a una reunión. Te vi entrar al hotel y mi... seguridad me informó que bajaste a la piscina. —Tienes a tu seguridad pasándote información sobre mí. —Sí, eres una persona de interés. —Me acerco un poco y Álvaro encuentra la forma de alejarse. Un hombre se acerca y le entrega un paño y ropa para que se cambie. Le informa que deben irse ahora mismo si quiere llegar a tiempo, y él asiente. El hombre se gira y Álvaro comienza a quitarse la ropa, se seca y se viste rápidamente. Esta vez seco, va corriendo y se despide con seriedad de mí, sin besos, caricias inapropiadas o toqueteos. Le doy las gracias por intentar salvarme la vida y él sonríe antes de meter su mano en el bolsillo y seguir a su encargado. Yo me coloco la salida de baño y voy hacia el restaurante del hotel. Pido un almuerzo para mí y la fruta de temporada. Decido llamar a Brenda para disculparme. Quizá las cosas se descontrolaron porque estoy más sensible de lo normal, pero cuando estoy por llamar, me interrumpe Marco, el hermano de Pablo. —¿Quieres compañía? —Me encantaría —reconozco. —Le escribiré a Pablo que estamos aquí. —Comenta el joven mientras toma asiento—¿Has ordenado? —Sí, un poco de todo. Un pollo y unos mariscos, es que es mi favorito para un "mar y tierra" —Marco sonríe y le dice al mesero todo lo que le gustaría probar y lo que considera que su hermano querrá. —¿Se te antoja algo más? —me pregunta y niego con la cabeza. Pablo se acerca a nosotros, le acaricia el cabello a su hermano, y le da las gracias por la ropa. Me mira y el mesero se acerca con nuestras bebidas. —¿Qué es eso? —Es un mix de frutas congeladas. —Quiero lo que ella tiene, con un shot de ron—le indica Pablo al mesero. — y... ¿Ya ordenaron? —Sí, puedes comer de lo nuestro. —insiste Marco. —Genial. —¿Cuál es el plan? —pregunta el menor de los hermanos, tanto Pablo como yo nos encogemos de hombros. —¿Qué tal vivir? —propongo.
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