Estar de vuelta en Mainvillage me relaja, el vuelo de regreso, sola y tan calmado, me pareció un poco más estresante que el anterior, además hubo turbulencia, pero sobreviví. En cuanto toqué tierra, me comuniqué con mi jefa para que me enviara los datos de mi cliente. La verdad es que he ganado buen dinero con Raúl, pero él es de los que se arreglan sí o sí con la esposa, y no pretendo esperar a que eso pase para tener quien me llene los bolsillos.
Mi jefa me dice que, a pesar de lo cansada que estoy, mi cliente prefiere tener compañía esta noche. Le advierto que el jet lag me afecta, pero de todas maneras haré mi mejor esfuerzo. Voy directo al apartamento y me ducho. Unos minutos más tarde estoy profundamente dormida, cuando la alarma vuelve a sonar y me despierto, me siento no solo más cansada, sino... ¿resfriada? Me pongo en pie y voy a prepararme un té y una mezcla medicinal natural. Me veo en el espejo y noto que estoy enrojecida, busco unos pantalones y una blusa. Elijo los rosados porque esos me hacen sentir de mejor humor y una blusa blanca a juego, accesorios lilas y mi bolsa.
Mi chofer espera fuera muy puntual, así que me llevo mi té “bomba inmunológica”; le he puesto cúrcuma, jengibre, ginseng y miel. Si eso no me cura, mi día va a ser muy complicado.
—¿Señorita Mina, quiere pasar por una farmacia?
—Mikey, mi cuerpo puede contra un resfriado.
—Ya... pero el cliente puede que no quiera contagiarse.
—Bien por él, no voy a llenarme de químicos. No sabes las cosas que le he metido a este cuerpo.
—¿Qué le ha metido a su cuerpo?
—Cosas que no puedo pronunciar —los dos reímos y saca de su guantera unos confites naturales para ayudarme con la tos. Le miro agradecida y el cuento que puede que el lujo se me haya subido a la cabeza. Reclino mi asiento, agarro la cobija, pido un daiquirí sin alcohol y me tomo dos mientras veo una serie. Luego, me como un helado y entre un capítulo y otro de Sexo en la Ciudad, me quedo dormida, con la boca abierta.
—El aire en los aviones se recicla, puede que si alguien tuvo un resfriado y estornudara ahí, ahora esté alojado en su garganta.
—¿Está bromeando?
—No, es real, lo vi en un reportaje. Los aviones son horribles, hay mil maneras de morir dentro y fuera de esa máquina de metal.
—Eres un conspirador, Mickey. —Le acuso y doy un sorbo a mi medicina.
—¿Qué es eso que estás tomando?
—Esto es salud a través de matas.
Me soplo la nariz todo lo que es posible cuando estamos frente al edificio. Mickey me hace prometer no hablar, sorbo todo incoherencias. Yo le entrego el regalo que le he comprado y me bajo del auto. Sigo las indicaciones de Madison y casi me da un derrame con estos botones del elevador. ¿Por qué la gente no tiene casas con una puerta y tienen que encajonarse hacia arriba? ¿Quién inventó este tipo de edificios y por qué? Yo tengo una opinión, pero ya estoy dentro de la casa de alguien sin su permiso.
—¿Buenas noches?
—¿Trajiste la pizza? —grita la otra persona.
—No sabía que había que traer pizza.
—Vale, ven.
Como no soy un perro y no me gusta que me griten, voy directo a la cocina, inspecciono la alacena y el refri, y saco todos los ingredientes para la pizza. Me pongo a preparar la masa de la forma más silenciosa que me es posible y pongo los tomates en agua hirviendo para preparar mi salsa.
Mi cliente se acerca y me mira sorprendido. Los dos nos miramos, yo porque no esperaba que fuera tan joven, es un bebé, y tampoco que fuera obeso, el pelo va demasiado largo y su piel se engrasa. Creo que no se ha bañado en unos tres días. Madison no quiso enviarme foto, pero... esto definitivamente amerita más dinero.
—¿Qué estás haciendo?
—Pizza.
—Estoy... trabajando —dice y yo veo el control del PlayStation y los audífonos gigantes.
—Claro... ¿eres gamer o…?
—Soy gamer e ingeniero de videojuegos.
—¿Te pagan por divertirte?
—A ti también —responde y me río.
Él parece avergonzado y yo niego con la cabeza, antes de asegurarle que es una idea equivocada de la gente, pero al final, en mi caso, el dinero es algo que me gusta y por eso sí trabajo. Felipe se disculpa de nuevo y yo insisto en restarle importancia:
—No me desperté un día imaginándome esto, pero tú pagas muy bien. ¿Quieres algún snack?
—¿Por qué soy gordo?
—Porque estás trabajando y tú sí puedes comer mientras trabajas. A mí me encantan los chips de Doritos con queso cheddar derretido, pero... estoy a dieta.
—¿Tú a dieta? —me señala y asiento. Él se ríe y acepta todas mis recomendaciones culinarias.
—Estoy libre en una hora, máximo dos.
—Diviértete. —Felipe sonríe y se le ven los colmillos. Yo me siento enamorada, o al menos derretida.
Yo llamo a Brenda y le informo que estoy en la ciudad, que me ha ido bien con el viaje y el vuelo a pesar de ser una mierda estuvo bien. Mi amiga y su sinceridad crónica me advierten que mi voz suena como la de una persona a punto de morir y yo le doy las gracias. Finalizo la llamada poco después y voy preparando los ingredientes tal y como me gustan. Continúo trabajando en mi masa y decido hacer la pizza con bordes de queso. Ahh, me encanta comer, pero cuando todo está ultra rico.
Preparo una ensalada de rúcula con fresas y queso que hasta yo quedo sorprendida de mi nivel de cocina. Y en cuanto está la primera pizza, que es solo de cuatro quesos, voy con Felipe a ver de qué va su juego. Le pongo zacate encima a mi mitad de la pizza y le doy un mordisco. Él me mira divertido.
—¿Y estás comiendo?
—Sí.
—¿Qué está tan bueno?
—Pizza.
—¿De dónde?
—Me la han preparado en casa.
Sus amigos se ríen y preguntan por el nombre del chef y yo veo el juego de aventura que se reproduce en la pantalla.
—Mátalos, mátalooooos. —Felipe ríe y les dispara.— Ese joder.
—¿Mina?
—Voy a hacer más de esto, y cuando les ganes; voy a patearte el culo. —Escucho las risas de sus amigos ante mi determinación.
Para ser honesta, me he emocionado con lo que he visto en pantalla y todo eso, y con lo fácil que felipe hace que se vena las peleas en la pantalla. El movimiento de sus dedos el cual es natural, la verdad; en la vida he tocado un videojuego.