La intensidad de lo que siento por Álvaro me sorprende, pero siempre que estamos juntos estoy segura de que no solo es de mi parte y que no solo es sexo. Estamos acostados en la cama, viendo la ciudad mientras me acaricia la espalda y reparte besos a lo largo de ella. Cuando se acerca nuevamente a mi oído y dice:
— ¿Cómo va el trabajo, cielo? ¿Por qué estás tan tensa?
— Bien, ha sido demasiado trabajo y sacar el espacio para venir acá lo multiplica, pero es precioso, quiero que vengas a verlo en cuanto esté todo listo.
— Me encantaría reservarlo para el estreno, solo tú y yo y unos cuantos empleados. —Te buscaré un descuento.
— Eres —me acusa y me besa antes de pedirme que me acueste.
Va a su armario por unos aceites y los esparce en mi espalda, inicia un masaje maravilloso y no puedo evitar gemir de lo contracturada que estoy. Álvaro me pregunta si todo está bien en el trabajo y la verdad es que sí, todo marcha bien y todo ha mejorado desde que soy igualmente dueña. No puedo quejarme del trato de Pablo o su padre, porque la verdad, ha sido todo muy amistoso y en varias ocasiones Gabriel se ha disculpado, simplemente no me siento cómoda trabajando con él y tampoco me siento cómoda trabajando con mi padre o para él, pero alguien como yo, sin títulos universitarios, necesita de experiencias grandes para conseguir trabajos... pequeños. De ahí en adelante todo será crecer.
— Mina, ¿está todo bien en el trabajo? —repite la pregunta.
— Sí, sí.
— Me lo dirás sino...
— Tú mandas a golpear gente.
— Por ti mandaría a matar más de uno —responde y sé que no está jugando, pero por más miedo que me den sus reacciones con los demás, sé que Álvaro sería incapaz de lastimarme, al menos no físicamente.
— Tengo muchas cosas en la cabeza.
— Cuéntamelas. —me pide mientras me masajea.
— Yo te cuento una parte y tú me cuentas algo.
— Vale, una historia por otra —respondo— Me peleé con mi mejor amiga, hoy hablamos antes de venir aquí, lo resolvimos, pero ha sido intenso, puso en duda mi sobriedad y mi sinceridad —respondo y continúa acariciando mi espalda. Me da un beso en el cuello y me dice que las amistades a veces son así. —Lo sé, para mí ella es importante.
— Lo entiendo —responde mientras profundiza en su masaje.
— Mina, sabes que tienes la columna desviada.
— Por supuesto, ¿no ves estas tetas?
— No te metas con tus tetas, son las mejores tetas que he visto.
— Ay, Álvaro, sigue con el masaje —exijo y él pasa sus manos sobre mis caderas. Grito y Álvaro me ve preocupado antes de continuar con su masaje.
— Hace mucho no hago un masaje, pero nadie debería sentir tanto dolor y contracción.
— ¿Qué te apetece comer?
— Helado y pizza, ¿pregunto y él me besa la espalda antes de masajear mis piernas? Continúo emitiendo quejidos y Álvaro me pregunta si creo que debe detenerse, me niego, le exijo que continúe y él ríe antes de darme un masaje linfático. Yo le creo todo lo que dice y Álvaro se ríe con más fuerza antes de continuar desenredando los nudos, dolores y problemas que cargo en el cuerpo.
Después de ese masaje, tomo un baño de agua caliente, primero una ducha y luego voy a la cama junto a Álvaro, quien besa mi cuello, acaricia mis costillas y juega con mis tetas. Las sostiene en sus manos y me recuerda lo preciosas que son.
— Gracias.
— Pero si te duele demasiado la espalda, tocará reducirlas, Mina. La mayoría de mujeres vuelven a aumentar el tamaño del pecho con los años, pero te aliviará temporalmente.
— ¿Piensas que debería?
— Me voy a sentir solo y triste, pero tú te sentirás mejor y eventualmente superaré la pérdida.
— La pérdida de la grasa acumulada en mis tetas —él se ríe y me da un beso en la mejilla, en el cuello y se mantiene abrazado a mí, rodea sus manos y Álvaro se queda quieto, con nuestros cuerpos unidos.
— Mina.
— Aww, solo quiero estar así toda la noche.
— El agua se está enfriando, y la cena está por llegar, voy a vestirme.
— Voy a ponerme un pijama y comeremos en la cama mientras vemos la tele —propongo. Busco un pijama en mi maleta y después de colocarme mis productos para la piel, voy a acostarme directo. Álvaro regresa con una caja de pizza y un pote enorme de helado. Sonrío cuando lo veo acercarse y busco algún programa que nos agrade, yo solo quiero comer mi pizza, probar el helado y dormir.
Álvaro y yo encontramos una comedia y él ríe como un niño con su programa favorito. Lo miro impresionada y él intenta controlar la risa. Beso su mejilla y seguimos viendo el programa. Álvaro está muy concentrado comiéndose el helado y le acerco un pedazo de pizza.
— Está espectacular, prueba —me dice mientras me acerca una cucharada con helado de chocolate, chips y creo que galleta, pero está muy bueno. Álvaro me rodea con el brazo y me acerca a su cuerpo. —¿Quieres ver algo?
— Pareces muy cómodo, pero quiero dormir.
— Vale, preciosa, descansa.
— ¿No vas a dormirte?
— No, me tomará un rato y tengo helado.
— Álvaro, no pretenderás comerte todo eso.
— No me juzgues, pero pretendo y voy a hacerlo.
— Te vas a cagar, solo espero estar fuera de la cama. —Álvaro se ríe y me da un beso en la frente.
A la mañana siguiente despierto con un dolor característico de mi periodo. Veo a Álvaro trabajando en su computadora mientras conversa por teléfono. Me ve y sonríe antes de finalizar la llamada y acercarse a la cama. Los dos compartimos una mirada, él se inclina y me da un beso en los labios.
— Tristemente, tengo que trabajar, ¿puedes venir conmigo y acompañarme o puedo seducirte con un día de compras del que saldrás con dolor de pies y muñeca?
— ¿Cómo me duele la muñeca?
— De pasar la tarjeta, cielo...
— Ay, Álvaro, mejor ven y me abrazas un ratito.
— Te diría que sí, pero odio andar arrugado. Sal de la cama y te abrazo como se debe. —Tomo asiento en el borde y él me abraza, me llena de besos y se ríe. —Entonces, ¿qué eliges?
— Obviamente, voy a ir de shopping. —Respondo y él ríe, me llena de besos. —¿Necesitas algo?
— Creo que un par de camisas negras, Valentino.
— ¡Qué caro eres! —comento y él ríe. —Tendré la tarde 100% libre y podemos turistear por la ciudad juntos.
— Yo ya he visto la ciudad.
— Bueno, pero no conmigo. Será divertido, lo prometo.
— Vale, será divertido —Respondo y le lleno de besos, luego aliso su camisa y le doy un par de palmadas en las nalgas.
— Nos vemos más tarde, guapo.
— Hasta más tarde, preciosa —responde. —Cualquier cosa, me llamas. El chofer está esperándote abajo para cuando quieras salir.
Álvaro me da un par de besos y me acerca el carrito con café y una tarjeta con mi nombre, sonrío y él me guiña un ojo desde la puerta antes de despedirse nuevamente y dejarme en total libertad de abrazar el dolor de útero que estoy sintiendo e irme a comprar algo para nuestra salida de más tarde.