La primera vez

1693 Words
Permitirse sentir, amar, vivir, saltar es algo de lo que no nos damos el lujo casi nunca en la vida. Yo nunca tuve que elegir ser vulnerable o no, entregarle a un hombre o no mi cuerpo porque ni siquiera recuerdo perder mi virginidad como algo tierno o consensuado, me tocó todo lo opuesto que mi acompañante de la noche, un hombre tomó como suyo, a mi cuerpo y mi inocencia y desde entonces había entendido la crudeza del sexo. Para Felipe, por otro lado, el amor, el romance y el respeto eran una parte importante de tener relaciones sexuales. Él no sentía nada de eso por mí, pero era lo que había esperado de Cece, el momento perfecto para mostrarse tal cual era. Felipe vivió su vida desde el temor a ser vulnerabilidad debido a que no tenía el aspecto físico perfecto y pro consiguiente no era la persona más segura de sí misma, y por eso una mujer se había aprovechado de él. También sus amigos y su familia alimentaban esa sensación de ser insuficiente, pero de una forma u otra, se sentía protegido por mí, por la lealtad o la sinceridad que le regalaba. Honestamente, me sentí honrada cuando no salió corriendo y me dejó con las ganas. Me sentí encantada por la forma en que sus ojos se llenaron de deseo y sus manos acariciaron rápidamente mi cuerpo. Felipe enterró su lengua en mi sexo, de una manera desesperada y atropellada. Me dio miedo cortarle y que se cohibiera, sin embargo, cuando se detuvo y me miró a los ojos con duda supe que no buscaba ser egoísta y follar, quería que los dos disfrutáramos. —No es tan duro y no puedes ir en todas esas direcciones, elige una y a mí me gusta un poco más despacio. —él asiente y vuelve a retomar el ejercicio, esta vez, juego con mis pezones con una mano, mientras muevo ligeramente mis caderas en la misma dirección que Felipe. Gimo y disfruto del calor de su lengua mientras se mueve un poco más rápido contra mi clítoris, sin que le diga, él introduce un par de dedos dentro de mi v****a y no tardo en correrme después de ello, acompañado de un sonoro grito de placer. —¡Sí, sí! Felipe. —Suspiro pesado y él me mira sonriente, con los labios brillantes de mi corrida. —¿Te ha gustado? —Me encantó —respondo con sinceridad. Él acaba de bajarse los bóxer un poco tímido y sube a la cama a mi lado, yo le acaricio nuevamente el pene y disfruto de la manera en que su m*****o responde a mí, está duro y grueso, deseando ingresar a mi cuerpo. Tomo asiento frente a él y lo beso, saboreo mi sabor en su lengua mientras acaricio sus hombros y me agarro de su cuerpo para sentarme sobre su polla. Paso lentamente mi coño por el tronco de su pene escandalosamente duro y lo escucho gruñir debido al juego. Yo no voy a decir que seamos perfectos el uno para el otro porque en realidad no somos nada, pero nuestros cuerpos responden de forma sincronizada el uno al otro. Siento mi v****a latir deseando tenerlo en mi interior, y mis pezones se endurecen tanto contra su pecho que él decide tomar ambos y besarlos, mientras juega suavemente con mis tetas. Me enloquece y no tengo que explicarle todo, porque por minutos parece conocer mis necesidades y deseos más que yo. —Quiero estar dentro de ti. —Hazlo —le invito y muerdo uno de sus labios.Felipe, acaricia mi zona sensible e introduce un par de dedos los cuales rozan mis paredes co fuerzas. le tomo de las mejillas y jugueteo con su lengua. —Fóllame, Felipe. En el momento en que se metió en la cama a mi lado, me di cuenta de que era mucho más de lo que los dos pensábamos. Había algo era excitante en esa habitación probablemente el morbo de que estuviésemos describiendo nuestros cuerpos a través de acto s****l, o el hecho de que Felipe estuviese por perder su virginidad, no se trataba de una de esa escenas forzadas y románticas, sino un par de adultos que se desean entregándose completamente el uno al otro y al placer. Yo le enseñé dónde tocar y con cuánta presión, mientras seguía jugando con las maravillas de su cuerpo, tentándole e invitándole a disfrutar de lo que tenía enfrente. Le mostré la diferencia de acariciar con delicadeza a hacerlo con brusquedad, le recordé que no era una de las modelos en sus películas, sino una mujer de verdad, a la cual no le pagaban por gemir. Felipe preguntó un par de veces si estaba segura de que le quería dentro de mí, y tomé mi mano y la coloqué alrededor de su polla, le coloqué cerca de la entrada y le aseguré que estaba lista. Felipe fue penetrándome con miedo, mucha incertidumbre, pero el placer que se expandía entre nosotros ante cada movimiento que daba pareció relajarle. Buscamos un ritmo lento, a pesar de que nuestros dedos se entierran en la piel del otro, y nuestras lenguas se enfrentan un salvaje y excitante jugueteo y disfrutando del sabor de nuestras pieles. Él dejó la nariz en la curva de mi cuello antes de besarla al mismo tiempo que se corría. Le abracé con fuerza mientras cada uno de los chorros de semen ingresaban en mí y el joven oprimía sus dedos contra mis caderas. Le besé la mejilla y él me dejó reposar sobre la cama mientras con sus dedos jugueteaba con mi clítoris de una forma enloquecedora. Todo lo que le he dicho antes de acariciar lentamente, pero con presión tuvo un efecto sobre mí y logré rápidamente disfrutar de un tenso orgasmo. Felipe me quita el cabello del rostro y me besa en los labios antes de preguntar si estoy bien. Sonrió porque es el primer hombre que se preocupa más por su bienestar que por su placer. —¿Estás bien? —Sí, lo estoy. Felipe entrelaza sus dedos con los míos y me acomodo sobre su cuerpo para besarle, sonríe y me acaricia la espalda. —¿Te ha gustado? —pregunto y él se ríe. —Creo que podemos superarnos. —¿Sí? —Definitivamente —responde mientras se acerca a besarme los labios. Alguien me dijo una vez que hacer el amor no es algo que se haga físicamente, sino algo que se siente, algo que se experimenta única y exclusivamente por la carga de emociones y sentimientos que hay entre las dos personas. La verdad es que no puedo explicar qué me pasa con Felipe, y tampoco lo voy a categorizar como tal, es que no importa cómo me toque, cómo me mire o cómo hable, siempre lo hace de la manera más bonita. El acto s****l con él deja de ser algo burdo y tosco y se convierte en un arte, una especie de danza en la que nuestras manos tienen su ritmo, nuestros cuerpos van en sintonía perfecta, nuestras bocas se entrelazan en una lucha perfecta y lo siento mucho más dentro de mí que nunca. No me importa absolutamente nada más que él, y me hace sentir como la mujer más poderosa del planeta. ¿Se le puede llamar amor? Espero que no. ¿Se le puede llamar ilusión? Es un término que me gusta, que me emociona, porque jamás lo he sentido con nadie y la verdad es que no me afectaba en absoluto. Las dos semanas que pasé curando mi pie en su casa, siendo mimada y adorada por él y sus ganas de sexo, me parecieron fenomenales. Pero la mezcla de pequeños detalles, como por ejemplo, comprarme todo lo que perdí en el asalto, o prepararme una comida maravillosa a la luz de las velas para ver las estrellas, es que esos detalles hicieron que lo que sea que Raúl y yo hacemos bien se sintiera mal. —¿Qué te pasa, Minie? —pregunta Raúl. —Nada. —Estás un poco seria. —Solo... estoy... cansada. —Quería comentarte, por cierto, que el notario te va a pasar las cosas de las que hablamos. Eventualmente, sé que tendrás una pareja, pero quiero que esto que te estoy regalando sea exclusivamente tuyo, nada de divorcios o ventas forzadas, ¿vale? Me cubro con la sábana y lo observo mientras se viste. —¿Estás seguro? —Hago mucho más que eso al año, no me hará falta. —¿Cómo va la separación?—pregunto . —Está cabreadísima porque le he dicho que los dos podemos tener un piso, pero mantener la casa de las niñas. Ustedes, los ricos, sí se divorcian raro. ¿Cómo es eso? —Bueno… da más estabilidad emocional a nuestras hijas, y nosotros tendremos espacio, intimidad, felicidad, y eventualmente nos llevaremos bien, espero. —¿Han tratado de ir a terapia? —No, la verdad, es que hemos pasado muy enojados y no quiero darle falsas esperanzas. Para mí, cuando algo se rompe, lo tiras. —¿Eres el mismo hombre que hablaba de recuperarla hace menos de un mes? —Sí, antes de las acusaciones, los insultos, las peleas y amenazas. —Yo me lo pensaría. Raúl toma asiento en el borde de la cama y se pone los zapatos, me da un beso en la pierna y me mira a los ojos: —¿Me vas a contar, Mina? —Creo que… he desarrollado sentimientos por un cliente. —¿Se trata de mí? —pregunta preocupado y me río. —No, Raúl. —Vale, bueno… como no soy yo, puedo saber más —pregunta divertido. —¿Está soltero? ¿Sin hijos? ¿Y es joven? —Sí, en todo. —No tiene nada de malo. Eres joven, está bien enamorarse. ¿Lo estará para mí? Comenten comente, y dejen sus boletos lunares, ahí en sus pantallas sale: una luna amarilla en medio de un tique morado, lo oprimen y les dan la opción para conseguirlos o votar si los tienen. Gracias pro leer.
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