Me mordí el interior del labio y le dediqué a Candie una mirada de súplica por quinta vez en lo que llevaba la mañana. - No puedo quedarme – ella rodó los ojos y luego chequeó la hora en su teléfono. – Tengo clase dentro de diez minutos, Cassie. Estarás bien, solo sé tú misma y estoy segura de que la señora Russell te amará. - De acuerdo – asentí con la cabeza y sonreí lo mejor que pude. Ella me dio un abrazo, que podría haber sido incómodo de no ser porque lo necesitaba. - Suerte – masculló antes de voltearse y bajar las escaleras de entrada del edificio de administración de la UPENN. Con las piernas temblorosas y el corazón en una mano, atravesé el umbral y me encontré en un hermoso recibidor. Junto a la puerta había un tablero donde se indi

