Jeremías.
Leo la biblia haciendo anotaciones en mi cuaderno, me toca la predicación y debo prepararme bien así doy una buena palabra de aliento, eso me lo enseñó mi padre, "Siempre hay que dar palabras de aliento ya que vemos caras y no corazones, nunca sabemos quienes la están pasando mal, puedes ver la mejor sonrisa del mundo pero por dentro están muriendo" por eso me lo tomo muy en serio cuando me toca.
Los chicos del coro llegan mas temprano para poder practicar un poco con sus instrumentos, saludo a todos y recibo boletines ya que una de mis reglas es que deben ir bien en el colegio para permanecer en el coro, si realmente quieren seguir tocando van a ir bien el colegio sino, abajo; sonrío al ver a Isaías llegar, por fin su esposa se pudo volver a embarazar y mas felices no pueden ser, y mi corazón se alegra al ver a mi hija llegar, sus seis críos al lado y su vientre gigante, si que salió fértil mi nena, y me alegra grandemente que sea feliz con Lautaro, el comienzo de su matrimonio me hace recordar al mío con Sara y como la pasamos feo.
—¿Jeremías, te pongo la corbata?.
—Si. —vamos a nuestro lugar y la miro a la cara mientras me acomoda la ropa muy entretenida viendo que este lo mas perfecto posible—. ¡Sari!.
—¿Mmm?. —me mira sonriendo.
—Te amo mujer. —sonríe poniéndose roja, desde el primer día en que se lo dije se pone roja.
—Me haces sonrojar Jeremías.
—¿Por? Eres mi mujer, y no es ningún pecado decirte lo mucho que te amo. —me da un beso rápido y golpea mi pecho con las palmas.
—Ahí vienen las nenas, después seguimos con la charla en privado.
Lane corre hacía nosotros y nos llena de besos, Ilawe aún le cuesta ya que esta aprendiendo a correr y parece un patito que no avanza, pero en su cara hay velocidad, eso me hace reir mucho cuando lo veo, es algo que no tiene explicación la felicidad por ver a mis nietos, siento que soy mas dócil con ellos que lo que fuí con mis hijos.
Una vez que empieza la reunión no puedo dejar de ver a Sara, sentada al frente de todos sonriéndome sin parar porque está mas hermosa cada día, Dios, que mujer mas bella que me diste, una hermosura por donde la mires, dulce en gran manera y con una paz abrumadora, ella es todo tranquilidad, siempre ve el lado bueno de las cosas, nada es trágico, todo tiene solución, y ese temperamento me ha bajado los decibeles cuando creí perder la cabeza, la miro desde el pulpito por un buen rato sin decir nada, solo la miro y ella me mira intrigada.
—Hoy había preparado un mensaje pero lo voy a dejar para la próxima vez que me toque predicar. —me mira intrigada porque nunca hice esto de cambiar las cosas a último minuto—. Esta vez voy a hablar de como Dios cambió mi vida.
*****
Unos años atrás.
—¿Podemos hablar?. —sigo caminando intentando de perderla o que se canse de molestar de una vez por todas—. Vamos Jeremías, no me hagas esto hablemos.
—Déjame en paz, ya terminamos.
—Pero no me diste explicación alguna, simplemente me dejaste y ya. —la encaro de frente cuando siento que en cualquier momento exploto y la miro a los ojos.
—¿Verte con otro no es suficiente explicación?.
—No nos viste haciendo nada Jeremías, viste cosas que nada que ver.
—Se estaban acomodando la ropa, no me vengas acá como que eres inocente de todo porque no me chupo el dedo. —no dice nada porque no tiene con que defenderse y yo niego cansado de esto—. Ya terminamos, no quiero saber nada mas de ti.
—Yo te amo.
—Si como no. —vuelvo a caminar furioso—. Me amabas tanto que te acostaste con otro.
—Te propuse un trio pero como eres tan mojigato no quisiste, ¿Y ahora es mi culpa?.
Al fin me deja en paz y me tomo un colectivo para irme a mi casa porque del enojo no tengo deseos de seguir caminando, solo quiero llegar y tirarme a la cama a hacer nada, voy pensando en Patricia, anduvimos dos años de novios y siempre fue tranquila, hasta que hace mas o menos tres meses se empezó a comportar diferente, ya el sexo era casi violencia y siempre me proponía estar con otras personas cosa que jamás acepté ni lo voy a aceptar nunca en mi vida, soy un hombre que no comparte y no lo pienso hacer jamás.
Cuando llego a mi departamento me llevo una inmensa sorpresa al ver a mi papá sentado en la mesa tomando un té y leyendo la biblia que él me regaló cuando cumplí doce años, a todos mis hermanos nos regaló la primer biblia y a donde voy me la llevo conmigo aunque casi y ni la abro.
—Veo que has estado olvidándote de Dios hijo mío.
—Hola. —nos damos un abrazo y no sé que hacer mas que mirar toda la casa—. ¿Te ofrezco algo?.
—Ya tome un té, gracias hijo. —me siento mirándolo porque por algo vino o no se hubiera tomado la molestia de venir a verme, hubiera esperado a que yo vaya—. ¿Recién sales de trabajar?.
—Si... ¿Y tu? ¿Qué andas haciendo en la ciudad?.
—Vine a verte, eres mi hijo, puedo venir a verte en cualquier momento. —no me mira, sigue leyendo unas anotaciones que hice hace años—. ¿Te acuerdas cuál fue el trato que hicimos Jeremías?.
—¿Qué trato?. —lo miro raro donde no sé de que habla.
—¿El que hicimos para que vengas a la ciudad a estudiar?. —pienso hasta que lo recuerdo.
—No me voy a casar papá. —me sale la risa con ganas—. Ya estoy iniciando mi vida acá y me gusta. —me mira serio y enojado.
—Junta tus cosas Jeremías, mañana mismo te casas.
—No lo voy a hacer. —se para y me apunta.
—Tienes veintiséis años pero sigo siendo tu padre Jeremías... Dejé que vengas así no me reprochabas nada y solo te pedí una cosa... Esa mujer no vale la pena así que junta tus cosas que nos vamos de inmediato.
—Papá...
—¡Ahora!.
Voy a mi habitación como si no fuera yo mismo y miro la cama ¿De verdad a esta edad debo obedecer a mi papá? Ya soy un hombre adulto, pero... Fuí criado así, mi papá hizo lo que su papá le ordenó hasta que él murió ¿Y yo debo hacer lo mismo?, mis hermanos lo hicieron, todos ellos siempre hicieron lo que él les dijo, se casaron con quién les impulsó, hasta me atrevo a decir que tuvieron los hijos que les dijo que tengan, y yo que creí que viniéndome a la ciudad iba a poder cambiarle la mente al ver como estaba progresando y se iba a olvidar de esta mierda.
Sin darme cuenta vamos hacia el pueblo en su auto, vamos en silencio y pienso en quien es la mujer destinada y porqué conmigo, la familia de ella debe ser igual que mis papás o no la estarían entregando a un tipo desconocido que no tienen idea de como es, porque yo si que estoy seguro de que a la mujer en cuestión no la conozco, no tengo idea ni de su nombre ni de su edad.
Cuando llegamos ya es de día, en algún momento me quedé dormido y no le cambié a mi papá, es un hombre adulto, soy el más joven de mis hermanos, creo que llegué por llegar donde si que tengo diferencia con ellos.
—Hijo. —abrazo a mi mamá sonriendo donde hace meses que no la veo—. Que alegría verte hijo mío.
—Te extrañé mamá. —entramos y sonrío viendo la casa, fotos de mis hermanos por todos lados y los recuerdos de mi infancia me invaden.
—Les tengo la comida hecha. —mientras comemos decido indagar mas.
—Mamá ¿Cómo es ella?.
—No la conozco hijo... Pero si tu papá cree que es la correcta lo es... Tus hermanos son felices Jeremías.
—Lo sé... Me da miedo que no pueda llevarme con ella.
—Hijo... Siempre fuiste el mas callado y frio de entre tus hermanos... Pero sé considerado con ella... Trátala bien y con respeto ¿Si?.
—Si mamá... No soy una bestia no digas eso. —suspirando me levanto de la mesa sin terminar el plato de comida—. Voy a mi habitación.
—Te dejé ropa para la ceremonia, báñate así ya te vas preparando.
Cuando entro a la que era mi habitación mi cama no esta mas, hay una cama matrimonial y un placar grande, ropa bien planchada y caigo a lo que vine, a la noche voy a dormir con mi esposa en esta cama, va a ser nuestro lugar hasta que pueda conseguir uno a no ser que la pueda convencer que nos vayamos del pueblo, eso me da una esperanza mas, de que sea mi escape definitivo para irme de acá y hacer la vida que siempre quise.
Una vez listo me miro al espejo para ver si estoy presentable, Dios, ¿Qué estoy haciendo? Sé que esta mal pero no se me ocurre irme, es como que es mi deber y lo odio, siento que me lavaron el cerebro toda la vida preparándome para este día en donde no tengo fuerza de voluntad propia para negarme.
—¿Hijo ya?.
—Si mamá. —entra sonríendo al verme.
—Estas hermoso hijo mío. —no digo nada, me da una cajita y la abro viendo que son los anillos—. ¿Vamos?.
—Si. —cuando llegamos a la iglesia veo a una mujer vestida de blanco a lo lejos hablando con mi papá, me acerco y ahí la veo, frunzo las cejas mirando a mi papá.
—Hijo... Ella es Sara. —esta roja por todos lados, bueno, en donde muestra un poco de piel que es la cara y las manos, y también esta toda temblorosa—. Sara, él es Jeremías.
—Mucho gusto. —asiento mirando a su papá.
—¿Ya empezamos?.
—Si. —nos alejamos y mi papá se rie como si yo querría estar acá—. Dime lo que piensas.
—¿Otra mas fea y gorda no había?.
—No es fea, y es rellena donde es joven.
—¿Crees de verdad que me voy a acostar con ella papá?. —me agarra de la camisa muy enojado.
—¿Crees que soy un chiquillo Jeremías? ¿Que no sé todas las que te mandaste en la ciudad? ¿Que no sé que te acostaste con cuanta mujer se te puso en las narices? No vengas con esos comentarios porque eres un hombre... Un hombre Jeremías, ahora ponte los pantalones y no me hagas rabiar mas de lo que ya lo has hecho.
Empieza la ceremonia y la veo entrar con su papá, sus manos le aprietan el brazo y la entiendo, recién me conoce vaya a saber las cosas que debe pensar de mi, así como yo lo hago con ella, porque nada me asegura que no sea una loca que me va a hacer la vida una miseria.
Una vez que vamos a la cena mira sus piernas en silencio, miro a su familia y son los ricos del pueblo, su papá tiene campos y es el dueño de la empresa de minería en el pueblo.
*****
Sara.
Nerviosa camino atrás de él, estamos en la casa de sus papás que es en donde vamos a vivir mientras tanto conseguimos un lugar donde quedarnos, bueno, eso es si quiere quedarse conmigo, por ahí vamos a ser esposos de apariencia y me manda a otro lado, o él se va dejándome acá en el pueblo a arreglármelas como pueda cosa que ruego a Dios no haga.
Cuando abre la puerta de la habitación y me hace pasar primera sin darse cuenta que me tiembla todo, estoy asustada y ansiosa, es el hombre mas apuesto que he visto jamás, alto y de hombros ancho, el pelo bien corto y bien afeitado, ojos verdes oscuros y rasgos bien marcados, su mandíbula ancha y sus labios finos pero si sonriera serían los mejores labios de todos.
—¿Cuántos años tienes sara?.
—Emmm. —es la primera vez que lo oigo decir algo y es intimidante—. Diecinueve, ¿Tu cuántos tienes?.
—Veintiséis. —nos miramos y temblando empiezo a desabotonar mi vestido—. ¿Qué haces?.
—Mi madre me explicó como es la noche de bodas.
Me saco el vestido quedando con el camisolín súper fino, se mantiene en el lugar dejándome hacer, paso por frente a él y no hace nada, solo mira todo lo que hago, me bajo el cancán hasta los tobillos y me siento sacándome los zapatos, mirándolo a los ojos me acomodo en la cama tal como mi mamá me explicó, dijo que el acto es sucio y repulsivo pero que sea valiente ya que los hombres solo piensan en sus deseos pecaminosos y nosotras solo debemos abrir las piernas y quedarnos en silencio hasta que ellos se satisfagan, pero no me dijo nada del terror que iba a sentir cuando empieza a desvestirse, no deja de mirarme en ningún momento a medida que va quedando desnudo, una vez que se saca el pantalón cierro los ojos intentando reunir fuerzas y poder soportar esto.
—Sara... Abre los ojos. —me tiende la mano a penas los abro, se la doy y tira hasta que me siento.
—¿Qué pasa? ¿No vas a aplacar tus deseos?. —frunce las cejas poniéndose en cuclillas delante mío y me mira curioso.
—¿Sabes lo que va a pasar?.
—Mi madre me explicó.
—¿Y qué te dijo?.
—Que debía acostarme y dejar que mi esposo haga lo que quiera hasta que este satisfecho.
—¿Eso te dijo?.
—Si. —parece confundido—. Pero tu me puedes decir que debo hacer.
—Si estas asustada Sara podemos dejarlo para otro momento.
—No... Debemos consumarlo, estoy lista en serio.
Se inclina hacia mi pero no muevo un musculo, lo único que hago es cerrar los ojos pero los abro cuando me besa los labios, los cierro recordando las palabras de mi mamá que me decia que nunca lo contradiga en la cama y si quiere esto debo dejarlo, debo ser siempre fuerte así satisface sus deseos mas rápido, o si hago un sonido va a querer mas.
Me recuesta y él se sube arriba mio, me hace abrir la boca y jadeo al sentir su lengua dentro de mi boca y eso me asusta, sus manos aprietan mis pechos por encima del camisolín para después ir bajando a mi intimidad, aprieto las piernas pero con suavidad me las abre haciendo que un cosquilleo me recorra todo el cuerpo, pero no miedo o asco, algo mucho mejor pero no sabría explicar, me sube mas el enagua y me abre mas las piernas acomodándose en medio; me besa el cuello, el pecho, sus manos van y vienen por mis piernas hasta que de nuevo me besa en la boca y a la vez siento mucho dolor en mi intimidad, pero él no me hace daño como decía mi mamá, él me acaricia y me dice que me calme, ¿Mi madre está equivocada?.
—Mmmggg. —algo explota en mi interior y llego a ver estrellas aun con los ojos cerrados, cuando gruñe siento liquido dentro de mi.
—Dios santo. —sale de arriba mio parándose al lado de la cama mirándome con los ojos gigantes—. Voy al baño. —me bajo el camisolín de inmediato y miro hacia todos lados pensando en que es lo que debo hacer ahora—. Duerme contra la pared, yo en la orilla.
—Si. —le doy la espalda mirando la pared, pienso en que va ser de ahora en mas mi vida hasta que me duermo, cuando abro los ojos se esta cambiando la ropa—. ¿Qué hora es?.
—Las siete de la mañana.
—Es muy temprano.
—Debo buscar trabajo. —me mira un rato—. ¿No me vas a hacer el desayuno?.
—¡Oh!. —me levanto apurada sintiéndome una estúpida—. Mil disculpas... Ya mismo te hago algo. —me pongo un vestido suelto y bajo, cuando llego a la cocina está su mamá con la mesa puesta.
—Querida, deberías estar descansando.
—Venia a prepararle el desayuno a Jeremías. —mira atrás mío donde él esta—. Sientate, ¿Qué deseas comer?.
—Sientate querida, por hoy me encargo yo.
—Esta bien. —me siento y comemos en silencio hasta que su mamá habla.
—¿Hace cuánto llegaste al pueblo Sara?.
—Emmm... Dos semanas.
Ya nadie habla, es muy incómodo todo, y cuando viene su papá es aun peor pero es entendible, soy una persona desconocida sentada en su mesa sin emitir bocado alguno donde hasta dos semanas atrás no sabia que esta familia existía y ayer los vi por primera vez.
Cuando se va ayudo a su mamá a limpiar la casa, me reta sin parar ya que no sé hacer estas cosas y ella no lo entiende, cuando terminamos me voy a nuestra habitación a llorar sola y tranquila.
—Acá estas. —me paro limpiando mis lágrimas.
—Disculpame Jeremías. —solo me mira—. ¿Qué deseabas?.
—Tu papá nos dió nuestro regalo de casamiento.
—¿Y qué es?.
—Ven... Vamos a ver. —caminamos hasta que ya estamos lejos del pueblo.
—¿A dónde vamos?.
—Ahí. —llegamos a una mini granja y hay una casita pequeña y media que se va a caer en cualquier momento—. Este es nuestro regalo. —la verdad que me deja muy sorprendida el regalo de mi padre que casi no me muevo, cuando se gira a ver porque no lo sigo comienzo a caminar de nuevo—. Hay que reforzarla y remodelarla, pero después... Es tuya así que vamos a vivir acá.
—¿Y cuándo nos venimos?.
—Mañana vamos a empezar a limpiar y hacemos lo mas necesario así nos podemos venir cuánto antes.
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