¿Cómo podía negarme a algo que el señor Lancaster me pedía? Él me había tratado de una manera tan afable que solo me quedaba aceptar lo que me proponía.
— El problema va a ser que todas esas maletas no van a alcanzar en mi moto. Pagar un taxi es demasiado costoso.
— Entonces tendrás que dejar tus maletas y sacar lo más necesario — el señor Lancaster miró a Maxwell — apresúrate y hazlo, nadie lo va a hacer por ti.
— ¡¿Qué?! — Maxwell miró a su padre como si lo que había dicho era una tragedia — no, no puedes estar hablando en serio. ¡Aquí traigo solo lo necesario! No puedo creer que me estés haciendo pasar todo esto y por culpa de tus malas decisiones, ¿Eres consciente que has arruinado mi vida por completo? Antes tenía comodidades y los demás me servían, ahora tengo que andar en taxi y servir a los demás en lo que se supone que iba a ser mío. ¡Esto no es justo! Mi hermano tuvo su parte de herencia antes de que tú murieras y a mí me la negaste.
— ¡Deja de estar con esas pataletas de crío malcriado! — el señor Lancaster le gritó y Maxwell se detuvo — si decidí darle a tu hermano su parte de la herencia fue porque él demostró ser un hombre que piensa con la cabeza. Si a ti te hubiera dado lo que te correspondía, estoy seguro de que ninguno de mis restaurantes habría sobrevivido más de un mes.
— ¡Pues ahora otro hombre está disfrutando de lo que se suponía que era mi herencia! ¡Te aborrezco, papá!
Maxwell salió del restaurante y pude ver que sus palabras habían afectado al señor Lancaster, suspiré pesadamente y moví la cabeza de un lado al otro.
— Grace, por favor dale un poco de agua al señor Lancaster. Yo vengo enseguida.
Fui a buscar a Maxwell, él se encontraba en la parte trasera mientras lanzaba las bolsas de basura y hacía un reguero que el basurero se veía limpio.
— ¿A qué has venido? — él me miró con rabia — ¡Ya sé! Te has venido a burlar de mí, anda, hazlo y vete. Al final soy igual de patético que ustedes.
— ¿Por qué tienes tanta rabia con las personas que tienen un salario normal y trabajan? No me he venido a burlar de ti, solo quiero decirte que tus palabras afectaron mucho a tu papá — saqué unos guantes de mi uniforme y me los puse — deberías ser más gentil con él, tienes un excelente padre y créeme que el día que no lo tengas al lado; te va a hacer mucha falta.
— Genial, la pobretona me está dando lecciones de vida. No lo necesito, ahora vete de aquí. No pienso vivir contigo en un sitio donde probablemente demos una vuelta y terminemos chocando el uno con el otro.
— No me voy a ir, tengo cosas que hacer en este sitio. Mi apartamento no es pequeño como crees, quizás no es a lo que te encuentras acostumbrado; pero para mí es suficiente. No te voy a obligar a que alquiles el cuarto que tengo en renta, si lo quieres bueno, sino, pues, también.
— ¿Qué haces? — Maxwell miró que comencé a recoger la basura — iuuuu qué asco.
— Alguien tiene que limpiar este desastre, no me quiero gastar pidiéndote que lo hagas, puesto que suficiente estrés tuve hoy de resolver tus metidas de patas con los clientes y tus groserías con el personal. Si sigues así, ten por seguro que vas a lamentar demasiado tus decisiones. ¿Alguna vez te has preguntado si esos que dices que son tus amigos son sinceros? Porque ninguno ha venido por aquí a ver si lo que le dije a tu novia es cierto.
— Con mis amigos no te metas, ellos son buenos y estoy seguro de que estarán a mi lado si acaso los llego a necesitar.
— Si tú lo dices, está bien — llené la primera bolsa de basura — ¿Qué sucede?
— ¿Así de fácil van a ser las cosas? Pensé que me ibas a dar un sermón y todo eso, al menos dudar de lo que te decía.
— No veo el motivo, si tú dices que esas personas son tus amigos, pues no soy nadie para llevar la contraria. Al final, quien más ha estado con ellos durante todo este tiempo, eres tú, no yo.
Terminé de recoger la basura y miré a Maxwell todavía de pie, él se miraba que procesaba lo que le decía. No era un mal hombre, lo sabía muy bien. Solo era alguien que le costaba demasiado sacar ese lado bueno a flote.
— Si te quedas ahí, no me culpes de que te enfermaste.
Entré al restaurante y Maxwell fue detrás de mí. En el momento que él miró al señor Lancaster, algo agitado fue directo donde estaba.
— ¿Te encuentras bien, papá? ¿Quieres que llame a mamá o a mi hermano? ¿Te llevo al hospital?
— No te preocupes, ya me tomé la medicina para mi presión y voy a estar bien. Aunque gracias por tu amabilidad.
Miré con una sonrisa la situación, era lo que decía, pero nadie me quería creer. Decidí hacer una llamada que me iba a ayudar a remediar esta situación de las maletas.
“¿Qué sucede, Em?”
— Necesito un favor de tu parte, ¿Puedes venir al restaurante del señor Lancaster?
“Claro, lo que desees. Sabes bien que estoy para servirte.”
Colgué y luego fui a despedir a los empleados. Me quedé a solas con el señor Lancaster y su hijo rebelde, estaba sentada en la barra cuando miré que Rafael llegó.
— Maxwell — lo miré desde donde estaba sentada — ¿Vendrás a mi apartamento o no? Por el asunto con tus maletas no te preocupes, ya lo resolví.
— ¿Será qué van a alcanzar en esa cueva que llamas apartamento? Porque no pienso tener todas mis cosas en bultos.
— No pienso suplicar que vengas a mi apartamento, si quieres hacerlo me parece bien. Solo te digo que como veo la situación, tendrás que dormir en la calle.
Ya era de noche y Maxwell no tenía nada de dinero, tomé mis cosas para salir; el señor Lancaster hizo exactamente lo mismo y vimos cómo su hijo se quería quedar ahí.
— Te advierto que voy a cerrar y no se va a abrir hasta mañana. Por cierto, hace tiempo un mesero murió en el frigorífico y dicen que en las noches asusta, trate de tapar muy bien esto con el señor Lancaster, es por eso que el restaurante sigue existiendo.
— ¿De qué rayos estás hablando? — Maxwell miró hacia atrás con algo de temor — no te lo creo, no he escuchado de ningún mesero que se murió.
— Lo que Emma dice es cierto, además, ¿De qué manera te hubieras enterado si solo vivías preocupado por gastar el dinero a manos llenas? Lo peor es que ni siquiera tuyo era, todos tus gustos los pagabas con el sudor de mi frente.
— No, los pagaba con el dinero que salía de tu bolsillo. ¿Es en serio que murió un mesero? Recuerdo a cada uno de tus empleados y no hace falta ni uno, estoy seguro.
— Había un mesero que era mayor, todos le teníamos un gran cariño y bueno, finalmente llegó el día que le tocó irse — decidí hablar mientras veía por el rabillo de mi ojo que alguien se movía detrás de Maxwell — al menos se mantuvo bien porque quedó hecho un cubo de hielo, nos dimos cuenta hasta el lunes que tocó abrir el restaurante.
— Después de eso empezaron a asustar, por las noches se puede escuchar un susurro que dice…
— Tengo frío.
En el momento que la voz de Rafael llegó a los oídos de Maxwell, él dio un brinco. Nosotros nos pusimos a reír a carcajadas mientras veíamos como Maxwell salía corriendo detrás de su padre.
— ¡No hagas esto! — él miró a Rafael con rabia — ¿Quién eres?
— Un gusto, soy Rafael Quintero. Vecino, amigo y emp…
— La persona que nos va a ayudar con tus maletas — interrumpí a Rafael — así que ve a ayudarle si es que quieres dormir en una cama y que no te salga el señor Alec.
Maxwell se apresuró a sacar sus cosas del restaurante, jamás lo había visto trabajar tan rápido como ahora. Si supiera que el señor Alec se fue porque ya era su momento de jubilarse, supongo que fue útil inventar este pequeño engaño.
— Bueno, al parecer no hay espacio en el carro para llevar al pequeño Maxito — Rafael lo miró con burla — creo que tendrás que irte caminando.
— ¿Acaso estás loco? Aparte de que no conozco el apartamento de esta — él me señaló — dudo mucho que se encuentre cerca, al final esta es una de las mejores zonas de la ciudad.
— No discutan — miré a Rafael — no te preocupes, Maxwell va a venir conmigo en mi moto. Nos vemos después.
— Yo no quiero que me vean contigo, así que tendrá que ser de otra forma. Mi reputación se va a venir abajo si me ven al lado de la que fue la empleada de mi padre por tantos años.
— Entonces la solución es simple, te vas caminando y ya. No te pienso obligar a que aceptes mi ayuda, ni siquiera me voy a enojar. Ya suficiente tuve de ti por hoy.
Caminé en dirección a mi moto, en el momento que me iba a ir fue que Maxwell se puso delante de mí y abrió sus manos y sus piernas.
— No me puedes dejar aquí, ¿Qué clase de ser humano eres? Estamos con un enorme frío y es probable que quede como el empleado que murió en el frigorífico.
— No seas dramático, estamos en pleno verano. Ahora, si quieres venir conmigo, sube atrás, pero antes usa el casco. No quiero que me multen o tener un accidente en el que tu cara quede en el pavimento, bueno, al menos no vas a quedar como paleta de hielo.
— ¡Ten cuidado! No quiero que vayas a tener un accidente a propósito — él se puso el casco y se subió — ahora vamos.
— Tienes que sujetarte de algo, así puedes perder el equilibrio y caer.
Me sorprendí en el momento que él rodeó mi cintura con sus brazos, pensaba que este tipo de casos se daba solo en las películas románticas y era a la inversa.
— Muy bien, sujétate fuerte.
Arranqué y nos fuimos del restaurante, pronto estuvimos frente al edificio donde vivía. Cuando Maxwell abrió los ojos se quedó impresionado.
— ¿Aquí vives? Pero si es un edificio para ti sola.
— ¿De qué hablas? — me reí mientras quitaba mi casco — vivo aquí, pero todo el edificio no es mío. Tengo un apartamento y nada más, como muchas personas normales.
— Ya decía yo.
Maxwell le ayudó a Rafael con sus cosas, ellos llegaron al piso mientras jadeaban cansados por cargar con tantas maletas.
— No puedo creer, ni mi exmujer tenía tantos trapos como los que tienes tú. ¿Adónde vas a utilizar todo eso? Si sigues trabajando en el restaurante, te aconsejo que cambies de ropa porque vas a quedar desastroso.
— Por eso tu mujer te dejó, eres un pobretón que no le compraba suficiente ropa. Para tu información en el trabajo tengo un uniforme, naquete. Claro, como tú ni siquiera trabajas.
— Si trabajo, pero tengo un empleo lo suficientemente bueno para no necesitar uniforme como si fuera niño de preescolar — Rafael le sacó la lengua — chusma fresa.
— Naquete de quinta — él lo empujó — ay qué asco, estás sudado.
— Como todo un hombre — él tomó sudor de sus axilas y se las lanzó a Maxwell — siente lo que es la hombría.
Pronto esos dos se pusieron a pelear, ellos se daban palmadas y cerraban los ojos. Me parecía increíble, estaba rodeada de dos niños pequeños.
— Ya es suficiente — tomé sus orejas y se las jalé, entonces lo separé — no pueden estar peleando como niños.
Nosotros entramos al apartamento y le mostré a Maxwell su cuarto, por poco le da algo al ver el tamaño.
— Es esto o nada, si puedes acomodar las cosas. Traeré algo que te va a ayudar, mientras tanto hazte cargo de desempacar lo que puedes poner en el clóset.
— ¿A esto llamas clóset? Ay, no puedo creerlo. Muy bien, a partir de este momento, viviré contigo…