Me fui a mi habitación y saqué mi clóset, a pesar de todo no quería que él se sintiera incómodo en mi apartamento. Sé muy bien lo que significa perder todas tus comodidades, aunque bueno, en mi caso fue totalmente voluntario.
— ¿Qué piensas que haces? — Rafael me vio moviendo el clóset — ¡Pero si ese es el tuyo! ¿En dónde vas a poner tus cosas?
— Deja de hablar y ayúdame, no quiero que Maxwell se encuentre incómodo en el apartamento. Además, bien sabes que me gusta mantener el orden y si él no tiene espacio para sus cosas, pues será un problema.
Rafael me ayudó y pusimos el clóset en el cuarto de Maxwell, por suerte pude acomodarlo de tal forma que no ocupó mucho espacio en el cuarto.
— Bueno, ahí tienes otro clóset. Por favor trata de cuidarlo muy bien, una vez que te vayas de aquí me gustaría que todo lo que se te está dando en este momento; lo entregues en las mismas condiciones.
— ¿Por qué me voy a ir? Estoy condenado a la pobreza — él dijo de manera lamentable y dramática — mi baño era más grande que todo tu apartamento.
— Si sigues pensando de esa manera, ten por seguro que no vas a salir adelante. Tu padre antes de ti fue pobre, mira todo lo que pudo hacer con trabajo duro y mucho esfuerzo.
Él no me dijo nada y yo no quise que hablara, a veces era bueno solo escuchar. Salí del cuarto una vez que le pedí que fuera a verme cuando terminara.
— ¿En serio piensas tener a ese insoportable aquí contigo? Bien sabes que no hay necesidad de que te encuentres acá y menos soportando a la chusma fresa.
— No empieces, Rafael. Bien sabes que no soy una persona malagradecida y si el señor Lancaster me ha pedido que le ayude, lo voy a hacer y no es algo que pienso discutir contigo.
Me lancé al sofá, tenía los pies molidos por andar de arriba hacia abajo y todo por cuidar de Maxwell. Rafael movió su cabeza de un lado hacia el otro y después de eso, me empezó a dar un masaje en la zona dolorida.
— Awww, pero qué asqueroso — Maxwell salió del cuarto — por favor eviten que vea estos cuadros. No sé qué es lo que tú haces en mi apartamento, ahora vete porque no quiero mirar tu feo rostro.
— ¡Maxwell! Te recuerdo que este no es tu apartamento, sino el mío, tú solamente alquilas el cuarto que tenía en renta y nada más. Si no quieres ver a Rafael dándome un masaje, pues vete. Ya luego te daré las reglas de mi piso.
— ¿Reglas? ¿En serio piensas poner tal cosa? Por favor, ni que este cuchitril fuera el Four Seasons o uno de los hoteles Hatton.
— ¡Suficiente! Si no te parece lo que te estoy ofreciendo, la puerta es muy grande. En serio que eres insufrible la mayoría del tiempo. Te recuerdo que ahora las cosas han cambiado y no puedes venir a actuar de esa manera tan petulante.
Miré que mis palabras le habían afectado a Max y aunque en su momento me llegué a sentir mal, lo cierto es que era hora de darle una cucharada de realidad a esta chusma fresa como lo llamaba Rafael.
— Ahora te van las reglas de esta casa. Por comenzar, nada de fiestas, no puedes venir a interrumpir la tranquilidad de muchas personas que viven aquí. No quiero que tus amigos vengan a hacer desastres, cualquier cosa que rompan, la van a pagar. Tampoco puedes tocar mi comida, cualquier cosa que sea tuya debes etiquetarla antes de meterla en el refrigerador. Debes mantener tu cuarto limpio, los utensilios de limpieza se encuentran al final del pasillo en la bodega. Lava tu ropa y la secas en la terraza, ahí se encuentra el perchero para que la cuelgues; debes asegurar muy bien la ropa si no deseas que salga disparada volando. La cocina debe permanecer limpia, si la ocupas, lava lo que has utilizado.
— ¿Eso es todo o la lista sigue? Qué fastidio, es peor que vivir con mi papá.
— Escucha y deja de hablar, por esas cosas te va mal en la vida. El aire acondicionado bajo ninguna circunstancia se puede encender, tiene una falla que lo hace peligroso y el bendito técnico nunca vino; para aguantar los calores del verano puedes utilizar el ventilador que se encuentra en tu cuarto, el mío es por aparte. Si vienen visitas tuyas, puedes recibirlos donde desees, menos mi habitación, porque ahí nadie, escucha bien, absolutamente nadie puede entrar; cuando se vayan, debes limpiar el área en donde estuvieron. Te daré unas llaves, si las pierdes, de tus costillas va a salir el costo de la cerradura.
— Dios mío, he dejado de vivir con mi padre para comenzar a hacerlo en Alcatraz. ¡Esto es peor que una prisión!
— No me importa si no te parecen mis normas, ya sabes que la puerta se encuentra por allá en caso de que no te guste lo que digo.
— Está bien, está bien. No puedo creer que mi papá me hiciera esto, él seguramente se encuentra cómodo en la casa de mi hermano y disfrutando de las comodidades que hay ahí.
— Deja de ser tan dramático. Ya no tengo nada más que decir, ahora vete si es lo que deseas.
Maxwell hizo un puchero y se fue. Rafael terminó de darme el masaje y se sentó a mi lado.
— Hay algo que quiero que veas — él me miró de reojo — son algunas cosas en el hotel de Italia, se presentaron unos inconvenientes con unos huéspedes.
— ¿Y mi papá? — él desvió la mirada cuando le pregunté esto — ¡Rafael! Dime qué es lo que está pasando con él si no quieres que me enoje contigo.
— Él no sabe nada de esto, quise ocultarlo porque ha estado mal del corazón. Ya sabes que no le gusta mortificarte.
— Dios de mi vida — llevé mis manos a mi cabeza — no puedo creer que hasta ahora vengas a decirme esto, ¿Desde hace cuánto está mal del corazón?
— Unos seis meses — lo miré como si quisiera matarlo — ya lo sé, pero bien sabes que no puedo hacer nada si él me dice que debo guardar silencio; mi contrato tiene esa cláusula. Si la estoy rompiendo es porque estos clientes están armando un gran alboroto y no puedo entregar malas cuentas si me pusieron al frente de manera temporal.
— Sé muy bien de esa cláusula, pero eso aplica para todos los demás; no para mí. No puedo creer que me ocultes algo tan delicado. En fin, dime qué demonios está pasando con el hotel de Italia.
— Los huéspedes se quejaron de ratones, tuvimos que cerrar por una plaga y ahora estamos perdiendo demasiado dinero. No sé cómo diablos esto sucedió, se supone que tenemos control sobre estos bichos y otras cosas.
— ¿Han revisado las cámaras? Ahí debe salir algo registrado. No puede ser que de la noche a la mañana todo haya desaparecido.
— Las grabaciones simplemente no están, justo por eso es que necesito de tu ayuda. Sé bien que se te da perfecto recuperar vídeos eliminados.
— No puedo creerlo, dame la laptop que voy a comenzar a trabajar.
Me puse mis lentes y comencé a revisar lo que presenta inconvenientes. Mis ojos se movían a toda velocidad y tecleaba lo más rápido que podía.
— Ve a preparar café, esta va a ser una noche larga.
Me acomodé en el sofá y luego de varias horas pude encontrar los vídeos eliminados. Ahí encontré unos empleados de la competencia mientras ponían ratas del tamaño de un perro chihuahua y también crías de ratones. Demonios, con razón el hotel se inundó de estos roedores.
Lo raro de todo esto es que tenemos plaguicidas que controlan este tipo de infección, se supone que debía alejar todo tipo de estos bichos.
— ¡Bingo! — miré la laptop y luego moví a Rafael — Rafa, despierta. Ya he resuelto el asunto.
Rafael miró todas las grabaciones y vio cuando los empleados de la competencia besaban a las meseras del hotel. No puedo creer que se atrevieran a tanto.
— Que los abogados de mi papá hagan llegar la demanda a la competencia, también que esas empleadas sean sancionadas al igual que los otros empleados del otro hotel. No puedo creer que ellas se portan de esa manera cuando hemos hecho tanto para que se sientan cómodas.
— Cría cuervos y te sacarán los ojos — Rafael bostezó — ¿Quieres más café? Ya es de día, has pasado toda la noche despierta.
— No te preocupes, con una ducha fría se va a resolver. Ahora ve a hacer lo que te dije, tengo que prepararme para ir a trabajar.
Sentí como mis ojos pesaban, no podía llegar al trabajo así. Abrí un frasco de pastillas de cafeína y me bebí dos, no debía hacerlo y era consciente; sin embargo, necesitaba rendir el día de hoy.
— Solo espero que Maxwell se porte bien, a veces me hace perder la paciencia por completo.
Me duché y me vestí. Fui al cuarto de Maxwell, entonces comencé a golpear su puerta con insistencia.
— Maxwell, es hora de que despiertes. Tengo que ir al trabajo y si no te apresuras, te dejo. Tendrás que caminar porque no te pienso dar dinero, ni siquiera me has pagado lo que me debes. En el momento que escuchó la palabra caminar, pude escuchar como se levantó e incluso se vino al suelo. Nosotros fuimos al restaurante y en el momento que miré que la señorita Penélope se encontraba en la entrada, fue que supe que iba a haber problemas.
— ¡¿Qué haces con esta gata?! — ella gritó y me señaló mientras bajaba de mi moto — ¿Acaso me estás poniendo el cuerno?
— No, gatita. Nada de eso — Maxwell se apresuró a contestar — ella es mi medio de transporte. Mi papá quedó en la quiebra por una mala inversión y ahora tengo que…
— Detente — ella alzó su mano y lo miró con desprecio — no es necesario que sigas, no puedo andar con un pobretón que no me dé todo lo que merezco, hemos terminado.
No me sorprendí en absoluto cuando ella dijo esto, sinceramente era algo que venía venir para desgracia de aquel pobre infeliz que pensaba que Penélope lo quería por lo que era. Creo que la única boba que se lleva ese título, soy yo.
— ¿Qué has dicho, gatita? — Maxwell preguntó con temblor en su voz — es gracioso lo que estás diciendo, deja las bromas a un lado y simplemente ven aquí a mi lado.
— No — ella retrocedió cuando Maxwell intentó tocarla — ni se te ocurra acercarte a mí, capaz y me contagias tu pobreza. Que se me haga chicharrón la boca.
Me reí al escuchar semejante burrada, realmente entiendo un poco los motivos por los cuales el señor Lancaster decidió darle una lección a su hijo.
— ¿De qué te ríes, gata? ¿Acaso tengo la cara pintada o algo por el estilo?
— Me preguntaba si la inteligencia de Maxwell se fue de vacaciones cuando se encontró contigo, ga—ti—ta. Es que para bruto no se estudia.
— ¡Yo te mato!
En el momento que ella me intentó agredir, tomé su mano y me moví en el lado contrario. Con mi mano libre la empujé y terminó por quedar en el suelo.
— No me toques, sé defensa personal y créeme que puedo hacerte mucho daño. Lo mejor es que te vayas por donde viniste.
— ¡No te metas en esto! — Maxwell gritó y me miró con reproche — este asunto es entre Penélope y yo, no tienes por qué meter la cuchara. Ve abriendo el restaurante y eso es todo.
— Pues me meto porque quiero, porque puedo y porque se me da la gana. Además, te recuerdo que tu jefa soy yo y no es al revés, ahora ve a abrir el restaurante — le extendí la llave — ¡Date prisa!
Maxwell se sorprendió al ver la autoridad con la que le hablaba, a pesar de que no quería hacerlo, pues simplemente no tuvo más opción que ir a abrir el restaurante. Fue entonces cuando mis ojos vieron a Penélope, ella se mostraba asustada al ver mi aura negra.
— Dos simples cosas que te voy a decir — di un paso adelante — la primera es que si intentas demandarme por lo que te hice, vas a salir perdiendo, puesto que hay cámaras fuera del restaurante y quedó todo grabado, defensa propia no es ilegal. Lo segundo, no vengas a fastidiar a este sitio, créeme que te vas a arrepentir si te metes con el idiota de Maxwell o conmigo.
— No te creas la gran cosa, criada. Soy una heredera y tú una simple empleada de un restaurante; créeme cuando te digo que vas a saber de mí.
Ella se fue y yo entré al restaurante, guardé esa aura oscura que siempre cargaba y solo seguí con la rutina de siempre. Pude ver que Maxwell intentaba hablar conmigo, sin embargo, lo evitaba a toda costa.
Cuando llegaron los empleados seguimos la rutina de siempre. Los comensales comenzaban a llegar y miré como Penélope llegaba al restaurante con el grupito de amigos de siempre, iba agarrada de la mano de un hombre, cuando mis ojos lo vieron me quedé helada; DEMONIOS…