— No — dice separándose de mí— solo renuncia al trabajo. No quiero que vuelvas a ser una molestia para nosotros.
Siento como algo dentro de mí se rompe en mil pedazos, mientras lágrimas comienzan a recorrer por mis mejillas.
— ¿Tanto me odias? — Pregunto en un hilo de voz—.
— No te odio, odiar es un sentimiento y yo no siento algo por ti — responde—.
Sus palabras se vuelven como un martillo que con un solo golpe rompe todo mi corazón.
»Date por vencida, él ya no te ama«.
— Bien, no te molestaré más Nam — digo llorando— A partir de hoy te dejo libre, no te molestaré más.
— Gracias, eso es lo que siempre he querido — responde dándome la espalda—.
Y yo me retiro.
Narra Nam
Duele, pero prefiero que me duela ahora y olvidarla a confiar en ella y que vuelva a lastimarme — pienso —.
La
