**MALCOLM** La voz de mi madre siempre ha tenido ese tono quebrado que mezcla ternura con desesperación, como si cada palabra fuera un intento de sostenerse en un mundo que se le escapa de las manos. Hoy, más que nunca, parecía hablar desde el borde de una ruina que no quiere aceptar, aferrándose a una esperanza que se desvanece entre sus dedos temblorosos. Estábamos en el salón de la casa antigua, ese lugar donde los retratos de los antepasados aún cuelgan como testigos silenciosos de nuestras decisiones, de nuestros errores y de las promesas incumplidas. El aire cargado de polvo y recuerdos pesados parecía cerrarse en torno a nosotros, haciendo que cada silencio pesara más que las palabras. Ella se sentó frente a mí, con las manos entrelazadas en un gesto que buscaba firmeza, pero que

