Capítulo 1

3003 Words
La mujer escuchó el sonido del celular de su esposo, intrigada por saber de quién se trataba, aprovechó que él se encontraba en el baño dándose una ducha. Tomó entonces el chaleco y sacó el celular, al ver de qué se trataba se llevó una fuerte impresión, ya que, era un mensaje de texto en el que decía: “Te espero esta noche y a nuestro hijo”. Ella enfurecida fue hasta el baño con el celular en la mano, gritaba el nombre de su esposo con ganas de asesinarlo. Al entrar, él le preguntó qué era lo que ocurría y el por qué de sus gritos, en llanto ella le reclamó lo que sus ojos habían visto y lo que su corazón había sentido. Él no negó la evidencia de su infidelidad, con sinceridad le dijo que ya no la amaba y que tenía otra mujer y que justo en esa noche, partiría llevándose al niño de dos años que los dos tenían, para irse a vivir con su amante. La mujer lloró tanto que se tiró al suelo, no podía gritar que impediría le arrebatara a su hijo. Cuando su esposo se vistió y sacó del closet la maleta que ya tenía preparada, ella se levantó, lo sujetó fuertemente y sacó fuerzas del dolor que sentía la desvanecía, y le gritó que no se llevaría a su hijo, que podía largarse con la mujer sucia con la que la traicionó, pero que a su hijo no lo tocaría. Entonces su esposo la tomó por el cuello, le dio una bofetada, la lanzó al piso, le gritó estúpida, salió del baño y fue por su hijo, hasta que se fue lejos en su camioneta, dejando a su esposa sola con el dolor que le había causado y herida por el trato que le había dejado. En lo más profundo de su corazón, el cual palpitaba lentamente como un motor descompuesto, sentía que una llama derretía sus más preciados recuerdos. Los que decidió guardar allí como tesoros de una isla jamás descubierta, pues temía algún día perder su memoria, por lo que decidió usar su corazón como cofre de acero. Sentía que lo que una vez fue felicidad, era tan solo una falsedad. Habían jugado con sus sentimientos, aquella promesa en la iglesia fue tan solo algo pasajero, algo que no duró hasta el último suspiro de su vida. No creía el presente y quería fuese solo una pesadilla, no era película de dolor aceptó después, cuando se puso de pie y llamó a la policía. Ellos no podían hacer nada, el caso era algo familiar; sin embargo, al escuchar que se habían llevado a su hijo, decidieron actuar y pusieron en marcha la búsqueda por el niño, quien en el camión preguntaba por su madre. —¿A dónde vamos? —preguntó él con sueño —Tranquilo hijo, iremos a visitar a una amiga —¿Mamá? —Mami está durmiendo —le dijo su padre, y mientras conducía, tomó el celular y le marcó a su amante En ese mismo instante, en otro lugar no muy lejano, una mujer gritaba, ya que estaba dando a luz. El brillo de sus ojos reflejaban la alegría de su alma, el bebé había nacido varón, pero lastimosamente una tragedia sucedió. No nació muerto ni mucho menos enfermo, el recién nacido gozaba de buena salud, pero fue cuando el doctor y sus ayudantes salieron que todo sucedió. La sonrisa de felicidad se borró de la nada en la mujer, ya que se sintió mareada. Había sido drogada por una enfermera. El bebé había desaparecido de sus brazos, y reapareció en los brazos de aquella enferma que lo robó. Cuando el doctor entró dio aviso a las autoridades, el hospital se rodeó de policías y guardias de seguridad, ya era demasiado tarde, pues la enfermera se encontraba muy lejos del hospital, de hecho fue vista por el hombre que conducía aquella camioneta. Se encontraba hablando felizmente con su amante, dándole la noticia de que había salido de su casa con el niño, se quedó mudo y su futura nueva esposa le preguntó qué le ocurría. Se disculpó él entonces, diciéndole que una enfermera caminaba por la calle con un bebé en brazos. —Debe ser alguna loca, pero bueno, ¿Cómo está el niño? ¿Ya le dijiste? —dijo ella en tono de burla —No, aún no le digo que tendrá una nueva madre —¿Y por qué no? ¡Ay! Eres un terco —Tiene solo dos años, amor —Porqué tiene tan solo dos años es que debemos decirle, para que cuando crezca no se lo tome como una sorpresa o qué sé yo —Tienes razón —¿Entonces qué esperas? —¿Qué? ¿Quieres que se lo diga ahora? —¡Sí! —Pero estoy conduciendo —¿Y qué? ¿Acaso estás buscando algún pretexto? ¿No quieres vivir conmigo? —No, sabes que te amo, no habría dejado a mi esposa sino te amara —Entonces hazlo —Está bien El hombre que había dejado a su esposa por su amante estaba decido a decirle a su hijo de dos años la cruel verdad, y es que el pequeño lo tomaría muy bien, ya que era un niño y aunque parecía para él algo no muy malo, la realidad es que su madre estaba muy mal por muchas razones. No solo el abandono de su esposo, sino la ausencia de él, su pequeño hijo. Al escuchar todo, el pequeño se asustó, no por la noticia, sino por el camión con el que chocaron. El accidente fue transmitido a través de las noticias, hasta llegar la mujer que lloraba por lo sucedido. Al enterarse del accidente rezó para que su hijo se encontrara bien. Luego de unos minutos le informaron que la camioneta en la que iban su hijo y su esposo explotó, dejando solo cenizas de sus supuestos cuerpos. La mujer se desmayó, no podía creer en lo que sus oídos habían escuchado. Aún inconsciente sintió que los tímpanos de sus oídos ardían en llamas, aquellas llamas de la camioneta. Ella tanto como la mujer del hospital habían perdido algo que eran todo en su vida. No había remedio para curar sus dolores tan grandes como el planeta, sentían que se volvían locas y que nada en la vida podía remediar lo ocurrido. Dos mujeres con el corazón marchito estaban por no creer nunca más en el amor, más por que a la segunda estaba sola, pues el hombre que la había dejado embarazada se había ido lejos y durante diez meses nunca volvió a saber de él. Nunca imaginaron que el sufrimiento de las dos se cruzaría en una historia que daba vueltas al pasado, es decir, el presente que ahora vivían a causa del dolor, de la ausencia de sus hijos que fueron arrebatados injustamente y que la policía no pudo hacer absolutamente nada. Al día siguiente, la primera rosa marchitada por la herida en su corazón, se encontraba desolada pidiendo ayuda a Dios. Sus lágrimas eran suficientes para que el barro del patio en el que se encontraba echada, se derritiera a pesar del día tan cálido. En su mente deseaba que todo regresara, para impedir el accidente en el que creía haber perdido a su hijo. Vestida de n***o como los pájaros que adornaban en enorme árbol de ciruelas, la mujer clamaba justicia. La segunda con ayuda de sus padres pudo borrar el doloroso momento de su memoria, y aunque, trataba de recordar el pequeño tiempo que tuvo a su pequeño en brazos cada vez que veía una nube pasar, su madre le pedía ignorar todo lo que le hacía recordar a su nieto. Con el pasar de las horas la segunda madre fue contactada por un oficial de la policía, ya que, querían enseñarle lo que quería olvidar por completo, para no sentir el duro momento, como ácido y veneno, que dejaba en su garganta una resequedad inmensa, dejándola sin fuerzas para caminar. —¿Qué es lo que quieren ahora de mi hija? ¿Acaso no ven su estado de ánimo? Por el amor de Dios mi hija se encuentra muy mal, por favor, compadézcanse de ella, le han arrebatado a su hijo, han robado a mi nieto —le dijo la madre de la mujer que estaba siendo mimada por su padre no muy lejos en unos sillones a los policías —Entendemos su preocupación por el estado de su hija, pero es que, señora, no los hemos llamado para hacerlos sentir mal, somos policías, mis hombres y yo estamos desde la madrugada investigando el caso —¿Y qué pasó? ¿Ya tienen noticias de mi nieto? —le preguntó emocionada —No, no sobre su paradero, pero sí sobre su desaparición —Lo escucho —Las cámaras de seguridad donde su hija dio a luz por suerte estaban encendidas, por lo que, pudimos revisarlas y pudimos ver el rostro de quien se llevó al bebé —¿Y quién es? ¿Quién se llevó a mi nieto? —le preguntó preocupada —Una mujer —¿Qué? ¿Una mujer? —Sí, así es, una mujer. Al parecer las enfermeras nunca la habían visto, la mujer se vistió como una de ellas. Como una enfermera entró al hospital y se llevó al niño —¿Por qué… por qué a mí hija? ¡¿Por qué a ella?! Mi hija es una mujer muy tranquila, muy sabía, ¿Por qué tratarían de robarle a su hijo? Ella no tiene enemigos —Exacto, investigué sobre esa mujer, ya que en las cámaras se puede ver su rostro claramente, al parecer, trabajaba como sirvienta en una de las familias más prestigiosas de la ciudad. No robó al pequeño para vender sus órganos, ni mucho menos venderlo… —¿Entonces? —… La mujer perdió a su hijo hace ya dos años, e incluso vino aquí, entre nuestros archivos se encuentra una demanda, ya que paseaba por el parque cuando una mujer la asaltó y se llevó a su pequeño. Desde ese entonces la mujer quedó traumada, deseando tener en sus brazos a un niño que reemplazara al que ella perdió —¿Qué? ¿Es esto la leyenda de la llorona? Esa maldita debe ser buscada por todas partes hasta dar con su paradero, quién sabe qué le puede hacer a mi nieto. Enséñeme el vídeo, quiero ver el rostro de esa mujer Luego de que la señora viera el rostro de la mujer que secuestró a su nieto, dio gracias al policía por la información que servía como una búsqueda en los medios de comunicación. Una recompensa de cinco millones de dólares, fue lo que se estipuló en ello, difundiendo la poca pero poderosa información, que hizo viral el secuestro del pequeño. Más allá donde el hambre era la enfermedad que le quitaba la vida a seres inocentes, se encontraba la mujer en una vieja casa que era su hogar. En su regazo veía dormir al pequeño que llama hijo y decía amarlo con todo su ser, la mujer parecía buena, noble, sería y amistosa. Realmente era obsesión. Ahora en ese barrio pobre, con las calles contaminadas por las manos del hombre, donde clamaban ayuda al gobierno por Miles de problemas, debía la mujer permanecer callada, y aunque muchos la conocían, no sabían de la existencia del niño que tenía bajó su techo. El pequeño era hermoso, tan tierno como un oso de peluche y con mejillas rosadas como la de un cerdito. Dormido permanecía quieto, creyendo estar con su madre cuando en realidad estaba con una pobre mujer desalmada y enferma de corazón. —Hijo, hijito, hijito mío de mi corazón, estoy aquí, no me rendiré, lucharé por tu amor, eres mío, eres mi hijo, eres mi hijo. Te amo, te amo mucho mi vida —le decía al pequeño llorando de alegría Mientras esta lloraba de felicidad, dos mujeres lloraba por el dolor, no era casualidad del destino, ni mucho menos un hechizo. Día a día muchas veces, las primeras noticias de la televisión, se trataban sobre secuestros de pequeños, lo que nunca imaginaron estas dos mujeres, fue ser una de esas madres que aún no llenaban ese vacío por la ausencia de sus hijos. Unos secuestrados justo el día de sus nacimientos u otros en cualquier día de paseo, un momento inesperado. Pasaron entonces dos años y aunque, nunca se supo del paradero de aquella mujer que secuestró el niño en el hospital al igual que el hombre que abandonó a su esposa llevándose a su hijo, la búsqueda no paró, pero si paró y se perdió por completo, la fe de las dos mujeres que aún no lograban curar la herida en su corazón. La segunda se volvió a casar, sin embargo, no había amor en la relación, solo los unía una vieja amistad entre sus padres. La mujer sufría al lado de este nuevo hombre, y es que, nunca olvidó el aliento y olor de su primer amor, el primer hombre a quien le entregó su cuerpo, aquella pasión de la que nació el hijo que le habían arrebatado. Su nueva pareja era un controlador, la manipulaba cada noche cuando la obligaba a hacer el amor, la maltrataba, la golpeaba, la juzgaba y la discriminaba. A la presencia de sus suegros era un príncipe con armadura, pero con ella era un ogro, no uno bueno y noble, sino uno malvado y peligroso. La primera vivió durante dos años en soledad, la magia de los libros la hacían volar en un mundo de papeles en blanco, donde ella era el autor y sus dedos la pluma para escribir una nueva historia de amor, donde recuperaba a su hijo de las garras de su ex esposo. Sin embargo, no todo fue tristeza, pues leer durante dos años la llevó a estudiar medicina, hasta que se graduó como una excelente estudiante y entró a trabajar como enfermera en un hospital, donde el destino la cruzó con la segunda mujer que había perdido a su hijo. Lo que parecía imposible era realidad, lo que fue hace dos años regresaba tras el encuentro de estas dos mujeres. El tiempo controla todo y sin el tiempo todo estuviera congelado, a veces el pasado vuelve al presente, como lo que estaba por ocurrir, lo que parecía una mañana hermosa, se convirtió en un tormento. Alicia, llamada así la segunda mujer, nuevamente iba a ser madre, estaba por dar a luz a dos gemelos, que esperaba llenarán el vacío de la perdida de su primer hijo. Leticia, llamada así la primera, atendía a Alicia sin saber que era aquella mujer que salía en los medios de comunicación sobre el secuestro de su hijo, las dos mujeres a las que le arrebataron un pedacito de ella exactamente el mismo día, el destino las unía. Pasó entonces media hora, Alicia dio a luz, y fue el llanto de uno de sus hijos lo que despertó en Leticia una partícula en su interior, que guardaba y que hizo recordar, al hijo que su esposo le arrebató. —¿Hijo? ¿Hijo? ¿Dónde estás? ¿Hijo? —decía Cuando entró al cuarto y vio a Alicia alegre por tener a sus bebés en brazos, le entró un carácter malvado, un estrés muy elevado y una envidia grande por ser ella, hasta que fue al baño y esperó unos minutos para llevar acabo un plan que la marcaría para siempre. Leticia haría exactamente lo que hizo aquella mujer vestida de enfermera hace dos años, la única diferencia ahora es que ella sí era enfermera, pero también era exactamente igual a aquella mujer de que le habían arrebatado a su hijo y aún tenía un gran vacío en su corazón. Los pasillos estaban en total silencio, ya era de noche y aún así las luces seguían encendidas. Alicia se encontraba profundamente dormida, sus bebés estaban a su lado izquierdo, en una pequeña pero bellísima cuna. Luego de percatarse de que nadie la viera, entró ultra cautelosa a la habitación, tomó uno de los bebés, lo abrazó, lo besó, lo llamó hijo y después salió. Leticia fue muy inteligente, ya que caminó pegada a las paredes, para que las cámaras no la vieran. Y es que, llevaba mucho tiempo trabajar allí, conocía todo el hospital a la perfección, por lo que no se le hizo difícil salir como si nada, sin ser vista por guardias de seguridad y todas esas cámaras que tenía el hospital. Ahora todo volvía una ruleta la línea del tiempo. No bastó amanecer para que la mujer que una vez más le robaban viera lo que había perdido. Sus gritos fueron como alarma a un incendio, el incendio de su corazón. Su esposo no obstante a la situación, la culpó del caso, la denunció injustamente y la abandonó. Sus padres nuevamente eran los motores que la ayudaron a salir a delante. Su otro hijo fue entonces su más preciado tesoro, Alicia logró superar a sus dos otros hijos, porque a pesar de todo, un pedacito de ella estaba a su lado. Mientras que, Leticia, ya había curado la herida de su corazón, gracias al recién nacido que había llegado al mundo para salvarla de la soledad. No fue otra cosa que la hizo dejar su casa del vulnerable barrio, todo fue por lo que había hecho, por el acto que la convertiría en una mujer buscada por la justicia. A pesar de todo estaba feliz, no era consciente de lo que había hecho, para ella fue un ejercicio para su mente y su corazón. El ejercicio que la dejó sanamente de una herida que durante dos años no curó, Leticia volvería a sonreír y lastimosamente, se olvidó de su hijo que ahora tenía cuatro años. Su esposo nunca apareció, la busqueda se paró como se paraba la luz frecuentemente en la ciudad.

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