Atlas comenzó a caminar en círculos alrededor de mí, acorralándome entre ellos. Finalmente, me aparté hacia un lado para poder enfrentarlos a ambos.
―Sin juegos―. Mi voz era firme y el fuego que recorría mis venas volvía lentamente. Axel tuvo el descaro de chasquear la lengua hacia mí como si fuera un niño.
―Sabes que no jugamos, pajarito―. Me burlé del apodo que me dieron cuando éramos niños pequeños. Cuando Denny y yo jugábamos con los gemelos Grimm a diario.
―Claro... ¿negocios entonces?― dije entre dientes. Clavé mis pies en el suelo, preparándome para sentir ese dolor abrumador que destrozó mi vida a los dieciséis años.
―Yo, Harley Ashwood, ac—― La mano cálida y callosa de Atlas interrumpió mis palabras. Enviando una sensación deliciosa a través de mí. Había envuelto su mano en mi
