Atlas
―¡Despierten, princesas!― La voz de Atenea irrumpió en el silencio de mi mente como un bulldozer.
Luché por abrir los ojos y sentí como si todo mi cuerpo estuviera roto.
―¡AY!― Axel gritó.
Miré hacia él y vi su brazo derecho torcido y roto. Me retorcí por él porque sabía que le dolía. Intenté incorporarme y ayudarlo, pero no podía... No podía sentir mis piernas. El pánico creció en mí, apretando fuertemente mi corazón que ya latía con fuerza.
―Cálmense chicos, puedo arreglarlo―, dijo Atenea riendo mientras agitaba su mano.
Grité cuando mi columna se reconectó y Axel parecía que iba a vomitar cuando su brazo volvió a su lugar.
―Bien, ahora que están juntos de nuevo, los dejaré pasar al siguiente paso. Buen trabajo, chicos. Estoy muy orgullosa de ustedes―, dijo ella con una sonr
