Capítulo 3: Confusión Interna

473 Words
Capítulo 3: Confusión Interna La luz del nuevo día se coló tímidamente por las cortinas, dispersando sombras en la habitación de Valeria. Despertó con la sensación de haber navegado aguas desconocidas en sus sueños, pero la realidad que la esperaba a la mañana siguiente era tan tumultuosa como sus pensamientos. La inquietud se apoderó de ella mientras descendía las escaleras para enfrentar otro día marcado por la presencia magnética de Daniel. En la cocina, el aroma del café se mezclaba con la tensión en el aire. Valeria evitó la mirada de Daniel, pero la conexión entre ellos persistía como un hilo invisible que los unía. Ana, ajena a la tormenta emocional que bullía en su hija, compartía anécdotas alegres sobre los preparativos para una cena familiar. La jornada transcurrió entre quehaceres domésticos y actividades rutinarias, pero cada interacción con Daniel era un juego peligroso de miradas cargadas y sonrisas cómplices. Valeria, atrapada en un torbellino de emociones, se refugiaba en la fugacidad de los momentos en que sus manos accidentalmente se rozaban, generando una electricidad palpable. El sol alcanzaba su cénit cuando Valeria y Daniel se encontraron en el jardín. La brisa suave acariciaba sus rostros mientras compartían una conversación banal sobre el clima. Sin embargo, en lo más profundo de sus ojos, ambos sabían que las palabras no eran más que distracciones ante la creciente tormenta de emociones reprimidas. Fue en ese momento cuando, entre susurros de hojas movidas por el viento, Daniel confesó sutilmente sentir algo más allá de lo convencional. Valeria, con el corazón latiendo desbocado, guardó silencio. La complicidad entre ellos se solidificó en ese instante, como una alianza secreta tejida con hilos de deseo y prohibición. La tarde avanzó, y Valeria se retiró a su habitación, buscando refugio en la soledad para enfrentar sus propias contradicciones. ¿Cómo podría reconciliar el amor que nacía en su corazón con la lealtad que sentía hacia su madre? Las lágrimas, testigos silenciosos de su conflicto interno, se derramaron en la penumbra de la habitación. Al anochecer, Valeria y Daniel se encontraron en el umbral del jardín. Bajo la luz de la luna, compartieron sus miedos y deseos en susurros apenas audibles. La decisión de mantener su conexión en secreto se selló con un beso robado, un pacto que desafiaría las convenciones sociales y familiares. Mientras el océano rugía en la distancia, Valeria comprendió que había cruzado un umbral del que no habría retorno. El amor prohibido entre ella y Daniel se convertía en una marea imparable, arrastrándolos hacia una travesía incierta donde las olas de la pasión y la culpabilidad amenazaban con consumirlos. Y así, en la oscuridad de la noche, Valeria se adentraba en un capítulo donde los secretos compartidos entre la luna y el mar serían testigos mudos de un romance destinado a desafiar los límites del corazón humano.
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