CAPÍTULO 3

2875 Words
GABRIEL Me encuentro entre la espada y la pared. ¿Cómo es posible que ahora esté en manos de mi rival? ¿Acaso habrá algo peor que eso? ¿Por qué demonios me tiene que pasar todo esto a mí? Y todo empezó por culpa de ese individuo que me acosa constantemente al no perder ninguna oportunidad para acercarse a mí. Ahora mi vida es un total caos, un desastre al que no estoy acostumbrado. Todo lo tenía en orden, pero ahora… ¡Maldición! Eso me pone aún más estresado de lo que ya estoy. Alex, mi hermano mayor, parece divertirse con mis problemas. —No puedo creer lo que me dices, Gabriel —suelta entre risas al saber lo que pasó anoche. —No le veo la gracia —espeto—. Ahora ella también lo sabe, Alex. —Revuelvo mi cabello ante la frustración que siento—. ¡Imagínate! Si anoche fue ella, mañana podrá ser… —Golpeo mi escritorio con fuerza para después pasar mi mano por mi rostro cabreado—. No sabes lo estresante que es estar con la psicosis de… —¡No puedo creer lo inédito que es esto! Increíble que una mujer te tenga así de atrapado y no de amor exactamente. No me parece muy gracioso cómo él lo ve, al contrario, quiero arrancar cada cabello de mi cabeza al no saber qué hacer, ya que está en juego el apellido de nuestra familia y mi reputación como hombre también. Ahora no solo tengo un problema, sino dos. —Ya relájate, Gabriel. —Se levanta de su lugar—. De seguro ya lo habrá olvidado, porque si lo recordara, ya te habría llamado. —¿Tú crees? —Elevo una ceja e intento calmarme—. No lo sé, hermano. De esa mujer se puede esperar de todo. —Hazme caso. —Se me acerca y palmea mi espalda con sutileza. Espera que me tranquilice—. Además, si lo piensas bien, recordarías que ella salió de viaje. Lo que pasó entre ustedes fue hace tres semanas y, mira, aún no te llama. Suspiro, cansado. —Ojalá tengas razón, quizás olvidó el tema. —Entrelazo mis dedos mientras miro mi computador—. Mejor cambiemos de tema, hablar de lo mismo siempre me agobia. —Si lo prefieres así, está bien. —Se aleja de mí y acomoda su corbata—. Oye, Gabriel, ahora que cambiamos de tema, quiero preguntarte algo que oí de casualidad durante el almuerzo. —Ah, ¿sí? ¿Y qué fue lo que oíste? —curioseo, aunque ya puedo imaginar de qué se trata. —¿Es cierto que saldrás con tu nueva secretaria? —Sostiene una sonrisa maliciosa. —Sí, ¿por qué? —¿Acaso no puedes tener a una secretaria sin que la supervises en la cama? Se gira y muestra demasiado interés en el tema. —Es linda pero torpe. De igual forma, no importa. Supongo que hace parte de su encanto. Por ello la llevaré a cenar esta noche. —Tienes razón. —Ladea una sonrisa—. Es linda, muy linda —murmura lo último fijando su vista en un costado de mi oficina. Una sonrisa dulce se forma en sus labios, algo muy poco común en él. No quiero indagar más, ni siquiera deseo hacer ningún comentario sobre ella con Alex. Es probable que él también se sienta atraído por la torpe y linda secretaria que contraté hace un mes. —Bueno, hay que llegar a casa. Tengo un regalo para Estefanía que le encantará mucho. —Consientes demasiado a nuestra hermana, Alex —reprocho. —Es la única hermanita que tenemos y… Mi celular empieza a vibrar. Me deja tomar la llamada, pues podrá ser alguno de nuestros clientes. Al tomar el celular para saber quién es, lo primero que noto es que es de un número desconocido. Mis nervios hacen acto de presencia. Algo dentro de mí me dice que no responda, dado que tal vez podrá ser ella o también podrá ser algún socio o tal vez es la osita, así le digo a mi hermana. —¿Hola? —Hola, Gabriel. ¿Tan pronto y te olvidas de mí? —Mía... —Mi cuerpo se congela al escuchar su voz—. No puede ser. Se ríe. —Parece ser que soy el diablo encarnado para ti. Controla sus risas. —¿Qué quieres? —pregunto con molestia por su risa irritante. —Bueno, llamo para citarte hoy a las 7:00 p.m. en el restaurante Roswort. —¿Hoy? Recuerdo mi cena con mi secretaria. —¿Qué parte no te quedó clara? —Hoy no puedo, tengo un… —No te estoy preguntando si puedes o no. —Su tono burlón desaparece—. Nos vemos en la noche. Oigo su voz fría, después el bip de la llamada finalizada. Sin reaccionar, empuño mis manos con rabia. Mi enfado empieza a aumentar aún más, ya que debo cancelar mi cena con mi secretaría al no poder decirle que no a esa mujer que es peor que una piedra en el zapato. —¡Mierda! Luego de haber echado a perder mis planes con la torpe de mi secretaría, salgo cabreado de la CEO de mi familia. Lo peor es que tengo unas inmensas ganas de ahorcar a esa mujer con mis propias manos. —¿Adónde vas tan arreglado, Gabriel? Estefanía entra en mi habitación. Noto su felicidad. Elevo una ceja al escucharla tararear. Al parecer, está muy feliz, supongo que es por el regalo que Alex le dio tan solo llegar a casa. Mi hermana a veces es adorable, pero si la haces enfadar no la desearás cerca de ti. —Tengo una… —¿Cita? —termina por mí—. Así que es eso —ríe. Suspiro de mal humor y le doy la espalda. —¿No tienes otras cosas que hacer? —Tomo mis llaves y mi chaqueta. —Tú lo has dicho, hermanito —contesta, sonriente. Me despido de ella dándole un beso en la cabeza y le pido que no le diga nada a nuestra madre. Si le dice algo, se quedará despierta hasta que llegue, y eso no es de mi agrado. —¡Que te diviertas hermanito!. Al llegar al restaurante Roswort, pregunto por la reservación de una mesa para dos personas a nombre de Mía Fermonsel. Cuando me dicen dónde es, me quedo confundido y más al estar frente a la suite imperial. —Que pase una linda estadía en la suite imperial, señor Hoffman. Aquí tiene —me entrega una tarjeta dorada, la cual es la llave de la puerta—. La señorita Fermonsel se encuentra dentro. La empleada se retira y me deja solo frente a la entrada. Solo será una cena y hablaremos sobre nuestro acuerdo. Me pregunto qué planea esa mujer al hacerme venir. Paso la tarjeta por la ranura que se halla a un costado de la puerta. Al entrar, las luces se encienden por sí solas. Es la primera vez que visito un lugar como este. Todos mis encuentros son en mi departamento privado, pero en esta ocasión soy yo el citado por una mujer por primera vez. Siento curiosidad al ver la enorme habitación y le doy un corto vistazo mientras espero que ella salga del baño. Después de unos minutos, sale con una toalla que solo cubre sus senos y su intimidad. Su cabello está húmedo y gotea al caer por su espalda un poco enredado. Sin evitarlo, mis ojos no pueden dejar de observarla, mejor dicho, no puedo dejar de imaginar lo que hay detrás de esa toalla. Un deseo inesperado invade mi cuerpo. Ella lo nota, pues se acerca a mí contoneando sus caderas. Trago saliva al sentir un olor tan dulce como la miel que impresa mis fosas nasales con intensidad. Comienza a mover su cuerpo en un baile sensual. Me excito con solo verla. Por más que intento ignorarla, simplemente no puedo hacerlo. Mis ojos son atraídos por su baile como si fueran imanes. —¿Tan pronto deseas tenerme? —susurra. Sus manos se introducen debajo de mi camisa y acaricia mis pectorales. —¿Qué planeas con todo esto, Mía? —Intento hablar con normalidad—. ¿Qué te propones haciendo esto? Sí la odio, no lo niego, pero como mujer es voluptuosa e irresistible ante mis ojos. Es tan hermosa como una ninfa. Jamás en mi vida vi a una mujer moverse de esa forma; sus caderas me vuelven loco cada vez que se mueven. —Tú ya lo sabes, Gabriel. —Acaricia mi pecho. Me hace ceder ante sus encantos—. Y tú también lo deseas. Sus manos recorren mi abdomen por un leve instante, hasta que me despojan de mi chaqueta negra y la tiran al suelo. Un suspiro se escapa de mis labios al sentir los suyos. Resistiéndome, no le respondo a sus caricias. Sin embargo, me provoca más para hacerme caer en sus juegos. —Vamos, Gabriel, sé que tú también deseas que suceda. —Su voz excitada comienza a hacer efecto en mí—. De acuerdo, te resistes a mis caricias, entonces veremos si te resistes a esto. La incredulidad me azota. Mi garganta se seca en un segundo cuando la toalla cae al suelo y queda totalmente desnuda ante mí. Mi cuerpo arde como el infierno al sentir el fuerte impulso de tomarla entre mis brazos y follarla toda la noche. —¿Qué haces? Trago en seco y trato de controlar mi cuerpo, pero cuando ella toma mis manos y las coloca sobre sus pechos, mis deseos se desbordan y me dejan con la última opción que tengo. Desvío mi vista de su cuerpo. Aunque es mi rival, es una mujer demasiado hermosa. Antes no la veía de esa forma, pero desde que la vi con ese traje de baño tan revelador comencé a desearla hasta el punto de no poder resistirme al verla desnuda. Fue lo primero que deseé esta noche, tenerla desnuda solo para mí. —Vamos, no te arrepentirás de complacerme. —Sujeta una de mis manos y la desliza por su vientre plano—. Te prometo que tú también lo disfrutarás. Se acerca más mientras acaricia mi pecho. Es demasiada tentación para mí y no puedo resistirme más. La tomo de la cintura y de la nuca para que sienta mi erección causada por sus provocaciones. Escuchar su gemido hace que mi polla se endurezca más. j***r, no lo resisto. Al hacer un roce con nuestros labios, los míos arden al querer devorar los suyos sin perder el tiempo. Se gira y empieza a rozar su trasero contra mi erección. Ejecuta el mismo baile que me prendió hace poco. Es algo que me fascina. Jamás ninguna mujer me ofreció su cuerpo de este de modo. Desesperado por follármela, la giro de nuevo para que esté frente a mí y la cargo. Sus piernas se enrollan en mi cintura. Atrapo sus labios con mucha intensidad y fiereza. Camino hacia la cama sin dejar de besarla y acariciarla. Su cuerpo delicioso me embrujó desde aquella noche en la piscina. Cuando veo el colchón detrás de ella, la lanzo. Se ríe con fuerza mientras me ve como una fiera hambrienta. Me despojo de mi ropa y quedo solo en bóxer. Sus ojos observan mi cuerpo como el mejor manjar del mundo y muerde su labio inferior. Me posiciono sobre ella y aprecio su cuerpo; muy pronto será solo mío. Me acerco y reparto besos y pequeñas mordidas en su cuello hasta subir a su oreja. Muerdo su lóbulo. Jadea —Te haré conocer el infierno y serás solo mía. —Estoy dispuesta a todo —musita con una sonrisa traviesa—. No me importa nada, ahora solo deseo ser tuya. —Lame sus labios con sensualidad. Escucharla decir esas palabras me hacen sonreír al saber que desea que comience lo más rápido posible. Vuelvo a tomar sus labios con tanta hambre. Me corresponde de la misma forma. Me alejo y me deleito con semejante vista que tengo de su cuerpo; lamo mis labios. Abre sus piernas para que me deleite aún más al ver su coño húmedo. Acomodándome entre sus piernas, empiezo a penetrarla con dos dedos. Al mismo tiempo, mi pulgar juega con su clítoris y crea círculos sobre él. Enarca su espalda y de su garganta salen gemidos guturales que me hacen gruñir al desear más de ellos. Se aferra con fuerza a las sábanas de la cama mientras pide más. —¡Déjate de juegos, Gabriel! Saco mis dedos humedecidos por su lubricación. Los contempla y sonríe. Elevo una ceja. Agarra mi mano y chupa mis dedos como si fueran una paleta o un bombón para después dejarlos limpios. Con una sonrisa malvada, acerco mi rostro a pocos centímetros del suyo. —Lo que la dama pida —murmuro con malicia al ver que está tan deseosa. Su gesto provoca demasiado mi cuerpo. Me quito el bóxer. Mi polla se siente libre y lista para la acción. Sus ojos la ven con tanto anhelo que pasa su lengua por sus labios y los humedece en demasía. Se acomoda mejor sobre la cama y abre sus piernas en exceso para mí. Mía es tan hermosa, puedo afirmarlo una y otra vez. —¿Segura de esto? —inquiero con la respiración agitada. —Si vuelves a preguntarlo, te arrepentirás —gruñe. —Eres una mujer muy exigente. —Esbozo media sonrisa. Me acomodo sobre ella. Sus manos se enredan en mi cabello y me pega más a ella. Sujeto mi m*****o con mi mano libre. Me muestra una sonrisa traviesa al sentir la punta en la entrada de su coño. Ambos jadeamos al sentirnos libres dentro del otro. Cuando empiezo el vaivén, gime muy alto. Siento la necesidad de volver a escuchar esa deliciosa melodía mientras entro y salgo de su coño. Enarca su espalda y pide más. Oír sus gemidos me excita tanto que me hace perder la cordura. Sin detener mi ritmo, tomo uno de sus pezones y tiro de él un poco. Disfruto de este placer afrodisíaco. Lamo mis labios al verla tan dispuesta, tan salvaje y tan posesiva solo por y para mí. Me vuelve loco. Con gran deleite, acaricio su pecho izquierdo y lo meto en mi boca; lo succiono y saboreo. Entretanto, mi lengua juega con su pezón erecto. —¡Sigue! —gime y grita mi nombre con desesperación—. ¡Dios! No sé por qué, pero quiero ver la expresión de su rostro cuando tenga su orgasmo. Deseo cumplir todos sus deseos y fantasías. Me quedé estático como un idiota enamorado de su cuerpo desde que la vi esa noche cuando salía de la piscina. Ahora que puedo disfrutarlo a mi antojo, la haré mía hasta no poder más. —¡Vamos, Mía! —gruño—. Quiero sentirte —musito en su oído. La penetro una vez más y tomo sus labios en un furtivo beso; ahogo su gemido letal gracias al orgasmo que está teniendo. Mi m*****o siente su contracción y sus paredes palpitar. Me separo de ella para ver mi polla húmeda, la cual se mueve insatisfecha. Sabe que aún no he acabado. Algo me dice que satisfacer a esta mujer será un exquisito castigo. —Había olvidado lo bien que se siente —expresa Mía entrecortada con una enorme sonrisa que no puede borrar—. Es el mejor orgasmo que he tenido en mi vida. Sin esperar mucho tiempo, tomo sus piernas y la atraigo a mí de nuevo. Estoy dispuesto a continuar. Suelta un pequeño grito al ver cómo las acomodo sobre mis hombros. —Oye, ¿qué haces? —jadea, sorprendida. Me acomodo frente a su coño mientras ella no sale de su asombro—. Gabriel, no es necesario… No le permito hablar, la callo con mi lengua sobre sus pliegues. Estoy dispuesto a cumplirle para que no vuelva a llamarme, aunque, si no la hace, yo lo haré. Si vuelve a buscarme, la dejaré sin ganas de volver a buscarme más. Mi lengua recorre cada uno de sus pliegues. Se estremece por el placer que le provoco. Cuando mi lengua toca su clítoris, gime más fuerte, tanto que toma mi cabeza para sumergirla más en su coño, el cual vuelve a humedecerse —¡Por Dios, Gabriel! —chilla entre gemidos—. ¡Mierda! Siento tanto placer al escucharla decir mi nombre que no puedo detenerme. Juego un poco más con su clítoris. Cuando siento que está por volver a tener un orgasmo, la penetro con mis dedos. Agarra mi cabeza con más fuerza. Siento cómo su intimidad se humedece de nuevo. —¿Satisfecha, señorita Fermonsel? —cuestiono, agitado. —N-No, señor Hoffman. —Sonríe, complaciente—. Esto apenas empieza. —Se sube sobre mí. Oír que esto apenas empieza para nosotros me hace sonreír, extasiado, ya que no me importará pasar toda la noche disfrutando de lo que más me encanta y más si es con un cuerpo tan adictivo como el suyo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD