Minutos después.
Aurora salió del hospital pensativa. Mientras caminaba hacia su auto, las dudas invadían su mente. Estaba a punto de arrancar el motor cuando, de pronto, su celular vibró. Era una llamada importante. La mirada de Aurora se endureció; era de trabajo, y no podía ignorar sus responsabilidades, especialmente cuando se trataba de su amigo Adrián.
—Hola —dijo Aurora, poniendo el celular en su oreja.
—Hola, tenemos un problema. Sé que te tomarías el día libre por estar mal de salud, pero necesito tu ayuda urgente, o me matan. Si no me ayudas, me van a despedir. La computadora se atoró, y tú eres la única que puede arreglarla —dijo Adrián con tono nervioso.
—Ahorita voy para allá. En 45 minutos estoy en la oficina —respondió Aurora, sin dudar.
La llamada se cortó y Aurora encendió el auto con rapidez, dirigiéndose al trabajo.
45 minutos después
Aurora llegó a la oficina y, tras 15 minutos de esfuerzo, logró solucionar el problema de la computadora. Ya no tenía tiempo que perder, así que se despidió rápidamente de Adrián y salió hacia su casa.
Conduciendo, Aurora no dejaba de pensar en lo que había sucedido. Sentía que su vida giraba demasiado en torno al trabajo, pero nunca encontraba tiempo para disfrutar. Era como si su vida estuviera atrapada entre sus obligaciones, sin espacio para ser feliz. Pero también sabía que, en el fondo, no se lo permitía.
Al llegar a casa, buscó las llaves en su bolso y abrió la puerta. Su hermana Violeta estaba sentada en el sofá, claramente molesta.
—Tan ingenua, hermana… —empezó Violeta, sin dar más rodeos—. Estoy enfadada con ese tipo con el que estás, ¿en serio se olvidó de tu cumpleaños? Mira esto —dijo, mostrando una foto en su celular—. Está con otra mujer, y no sé quién es, pero lo que sé es que te está engañando. No es solo que tenga dinero, hermana, pero te lo digo directamente: no te ama. Te cambió por otra.
Aurora, con una mezcla de sorpresa y dolor, respondió:
—Él es mi dinamita pura, capaz de matarme sin piedad. No creo que me lastime de esa manera.
Violeta frunció el ceño.
—Abre los ojos, solo lo conoces desde hace dos años. Tienes toda una vida por delante, y deberías probar con otros hombres, entender cómo son realmente. Si quieres algo, a veces hay que ser más estratégica, como yo con Ronal. Mira, allí está conmigo. No todo en la vida es trabajar como haces tú. Lo que antes era dulce se convirtió en amargo —dijo Violeta.
Scarlette, la hermana más joven, intervino en la conversación, claramente molesta.
—Fui testigo de que Carlos besó a esa mujer. Lo hizo. La chica le dio un regalo, y él le sonrió como si nada. Te está engañando, no sé desde cuándo, pero lo está haciendo.
Aurora suspiró profundamente, pero antes de que pudiera responder, Violeta, con tono misterioso, preguntó:
—¿Cómo te fue con el doctor?
—Aquí está el diagnóstico… —dijo Aurora, con voz cansada—. Quiero dormir, me duele la cabeza.
—No te deprimas, pero deberías cerrar ese ciclo y dejarlo ir. Aunque, por lo que veo, algo más está pasando, ¿qué pasó en el hospital? —preguntó Violeta, más intrigada.
Aurora se quedó en silencio por un momento.
—Nada… solo estoy cansada —respondió.
Scarlette, con un tono algo más juguetón, añadió:
—No será que conociste a otro chico que te gustó, ¿verdad? Porque con ese brillo en los ojos, parece que te pasa algo más que trabajo. No me engañas, hermana, el amor te tiene pensativa.
Aurora, tratando de evadir la conversación, respondió:
—Me quedaré en mi cuarto, necesito descansar y tomar algo para el dolor de cabeza.
—Está bien, hermana. Descansa, pero recuerda que tienes que seguir las indicaciones del doctor —dijo Scarlette, guiñando un ojo—. Y seguro que te tienes que cuidar porque el doctor Dante está de por medio, ¿no?.
Aurora no contestó, solo se dirigió a su habitación, dejando a sus hermanas hablando entre ellas. Al llegar a su cama, se tumbó y cerró los ojos. El cansancio la superó rápidamente, y se quedó profundamente dormida.
Cinco horas después
El celular de Aurora sonó. La pantalla mostraba el nombre de su amiga Bia.
—Hola, amiga. Lo siento, no sé si te desperté, pero debo decirte algo. Estoy frente a Toni Roma y adivina a quién vi... A Carlos. Sí, se estaba besando con otra mujer. Te está engañando, y te lo digo como amiga, no te conviene. Dice que falta una semana para un brindis, y tiene planes con ella. Creo que quiere pedirle la mano. Se llama Marcela, la investigué. Te está engañando, Aurora —dijo Bia, preocupada.
Aurora, sintiendo un nudo en el estómago, respondió:
—Gracias por decirme esto —su voz sonó triste, aunque intentaba mantener la calma.
—Lo siento, amiga —respondió Bia, sintiendo la tensión en el aire.
—No pasa nada —dijo Aurora, desconectando la llamada. Luego, tomó una respiración profunda y marcó el número de Carlos.
—¿Qué quieres? —respondió Carlos, con tono distante.
—Hola, espero que nuestra cena de esta noche siga en pie —dijo Aurora, intentando mantener la compostura.
—Lo siento, tengo mucho trabajo. No puedo hoy. Tengo pendientes que atender —respondió Carlos de manera apresurada—. Me tengo que ir. Adiós.
—Está bien, descansa y cuídate —dijo Aurora, intentando esconder el dolor en su voz.
—Adiós —dijo Carlos.
Aurora, ya sintiendo la certeza de lo que pasaba, colgó y se volvió hacia sus hermanas.
—Ponte linda, esta noche salimos. Yo me encargaré de buscar un vestido —dijo Violeta con una sonrisa burlona.
—Lo sé, no me lo repitas. Necesito un vestido urgente para esta noche, vamos a la boutique —respondió Aurora con tono decidido.
Una hora después, en la boutique
Aurora encontró un vestido rojo que la hacía sentir sexy y poderosa. Con tacones altos, su imagen estaba lista para enfrentarse a la noche, aunque su mente no dejaba de pensar en todo lo que había descubierto. En los vestidores, sus hermanas también se probaban ropa.
De repente, Aurora se detuvo frente al espejo, mirando su reflejo. Imaginó ser alguien más por un momento. Cerró los ojos, sintiendo una mezcla de emociones, y casi por instinto, intentó besar su reflejo. Fue entonces cuando, de manera inesperada, el Dr. Dante apareció detrás de ella.
Aurora se asustó, retrocedió rápidamente y resbaló, cayendo al suelo. Dante, intentando ayudar, solo logró sujetar uno de sus zapatos.
—¿Estás bien? —preguntó Dante, con voz suave y preocupada.
—Sí —respondió Aurora, ruborizada.
—¿Segura? —insistió Dante, extendiendo su mano.
—Solo necesito mi zapato —respondió ella, tomando el objeto.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Dante, mirando a su alrededor.
—Vine a probarme un vestido... tal vez lo compré —dijo Aurora, algo avergonzada.
Dante sonrió ligeramente, pero antes de que pudieran continuar, Violeta gritó desde el otro lado de la boutique:
—¡Hay una rata! ¡Ayuda! —gritó Violeta, corriendo por toda la tienda. La gente empezó a asustarse y Dante rápidamente se acercó a Aurora.
—Sharon, tráeme una escoba y una caja —ordenó Dante con firmeza.
—Sí, señor —respondió Sharon, corriendo hacia él.
Aurora, sintiendo que la situación ya no podía ser más surrealista, solo pudo reír nerviosamente.
La boutique estaba en completo caos. Las personas corrían de un lado a otro, tratando de escapar del "rato" que había causado pánico entre los clientes. Aurora, aún sonrojada por la intervención de Dante, trató de mantenerse tranquila, aunque el caos y la incomodidad se sentían palpables en el aire.
Dante se acercó a Aurora, su presencia imponente parecía calmar un poco el ambiente.
—No te preocupes, todo se resolverá pronto. La rata no va a escapar, lo tengo controlado —dijo Dante con tono calmado, aunque sus ojos mostraban un destello de diversión.
Aurora no pudo evitar reírse ante su actitud tan serena. Con todo lo que había ocurrido en las últimas horas, la situación le parecía surrealista.
—Gracias, pero creo que no me asusté tanto por la rata —respondió Aurora con una sonrisa tímida, sin poder quitarse la vergüenza de encima.
—¿No? —preguntó Dante, arqueando una ceja—. Entonces, ¿qué te tiene tan nerviosa?
Aurora se mordió el labio inferior, sintiendo el peso de la situación. Sabía que no podía seguir ignorando lo que había sucedido con Carlos. Pero por alguna razón, estaba allí, en la boutique, con Dante. Un hombre al que, aunque solo había conocido brevemente, parecía entenderla de una forma que nadie más lo hacía.
—Solo... solo estoy un poco... confundida —respondió ella, evitando su mirada.
Dante, notando la incomodidad de Aurora, cambió su postura. Se acercó un poco más, sin invadir su espacio, pero lo suficiente como para hacerla sentir su presencia.
—¿Por qué? —preguntó suavemente, su voz tomando un tono más profundo.
Aurora lo miró a los ojos por un momento, y en ese instante, algo dentro de ella se despertó. Había algo en la forma en que Dante la observaba, como si pudiera ver más allá de la fachada que ella intentaba mostrar al mundo.
—Es solo... mi vida está hecha un caos ahora mismo. Y no sé a quién recurrir. Carlos... —su voz vaciló, como si el pronunciar su nombre le causara dolor.
Dante asintió, comprendiendo más de lo que Aurora esperaba.
—Entiendo. El amor puede ser complicado, pero no te rindas. A veces la claridad llega cuando menos lo esperamos —dijo él, con una voz cálida que pareció envolverla.
Aurora lo miró un momento, con una mezcla de gratitud y tristeza en los ojos. ¿Cómo podía un hombre como Dante entender lo que estaba viviendo? No era solo la confusión de una relación fallida, sino el peso de las decisiones que debía tomar para proteger su propio bienestar.
—Tal vez... tal vez necesite un descanso de todo esto —murmuró ella, más para sí misma que para él.
Dante, sin perder su expresión amable, la miró con una suavidad que la sorprendió.
—A veces, el descanso no solo viene de las personas, sino de las decisiones. Si te ayuda, no tienes que tomar ninguna decisión ahora. Solo piensa en lo que realmente necesitas para ti —le ofreció, como si fuera un refugio.
Aurora cerró los ojos por un instante, sintiendo que el ruido del mundo se desvanecía a su alrededor. Quizás Dante tenía razón. Tal vez necesitaba un tiempo para respirar, para ordenar sus pensamientos y encontrar lo que realmente deseaba.
Antes de que pudiera responder, Violeta apareció de nuevo, con una expresión entre preocupada y divertida.
—¿Qué pasó? ¿La rata ya se fue? —preguntó con tono juguetón, pero al ver a Aurora y Dante juntos, añadió—: ¿Y qué está pasando aquí? Están muy cerca, ¿no?.
Aurora, sorprendida por la pregunta, se apartó un poco, pero Dante no pareció incomodarse.
—Nada, solo estábamos... hablando —respondió Aurora rápidamente, sintiendo que su cara se enrojecía de nuevo.
Violeta sonrió con complicidad, pero no dijo nada más. Al parecer, entendía más de lo que Aurora quería admitir.
—Bueno, ya me voy. Tienes que hacer la compra, ¿verdad? —dijo Violeta, haciendo un gesto hacia los vestidos—. Nos vemos afuera, Aurora. Tómate tu tiempo.
Aurora asintió, aunque la sensación de que algo estaba cambiando entre ella y Dante se quedó flotando en el aire.
Dante la observó en silencio mientras Violeta se alejaba. La boutique, aunque aún algo caótica, ya no parecía tan abrumadora. Ahora había una extraña calma, una que emanaba de Dante y que parecía envolverla. Aurora no sabía qué pensar ni qué hacer con esa sensación. Solo sabía que, de alguna forma, su vida estaba a punto de dar un giro, y quizás Dante tenía algo que ver con ello.
—¿Te gustaría tomar un café conmigo? —preguntó Dante, rompiendo el silencio y mirando a Aurora con una mezcla de curiosidad y amabilidad.
Aurora lo miró sorprendida, sintiendo una pequeña chispa de algo que no quería reconocer. ¿Estaba dispuesta a tomar ese paso? Tal vez solo fuera un café, pero en su corazón, sabía que significaba algo más.
—Claro —respondió finalmente, con una sonrisa tímida.
Y juntos, se dirigieron a la salida de la boutique, dejando atrás el caos, pero llevándose consigo algo más profundo: una conexión inesperada que podría cambiarlo todo.