Aurora entró a la cocina, donde Dante estaba sirviendo un café. Su rostro reflejaba una mezcla de cansancio y alivio, pero aún había algo que no podía soltar. Con voz firme, le dijo:
—Dante, acabo de recibir una llamada... Carlos está muerto.
Él se giró hacia ella, sus ojos fijos en los suyos, esperando más detalles.
—¿Qué ocurrió? —preguntó, su tono grave pero tranquilo.
—Lo mataron —respondió Aurora, con una leve risa amarga—. En circunstancias extrañas, no sé qué estaba haciendo, pero ya no puedo temerle. Al menos no me mató a mí... aunque es una lástima que la situación haya terminado así.
Dante se acercó a ella, su presencia reconociendo la tensión en su cuerpo, y se quedó en silencio un momento, dándole espacio para procesar todo. Aurora continuó, con una ligera sonrisa en sus l
