Un mes después. La sala de espera del hospital estaba tranquila, solo interrumpida por el murmullo lejano de conversaciones y el sonido de pasos apresurados en los pasillos. Aurora, sentada en su escritorio, estaba sumida en la revisión de papeles, la luz del fluorescente haciendo que las sombras bajo sus ojos se acentuarán. Había algo en la monotonía del lugar que la hacía sentir segura, algo que le permitía esconderse en su rutina diaria y evitar los pensamientos que la perturbaban. Pero, a pesar de sus esfuerzos por concentrarse, su mente no dejaba de regresar a Dante, como una constante molestia. Cada vez que él cruzaba su mente, algo dentro de ella se agazapaba, como si las murallas que había levantado comenzaran a desmoronarse ante su presencia. Dante era un enigma, una tentación p

