Dante miraba la pantalla de su teléfono, cada palabra de Aurora martillando su corazón con más fuerza de la que podía soportar. Los mensajes eran claros, directos y cargados de desesperación, y él sabía que no podía dejarla en manos de la suerte. Con rapidez, marcó el número de su jefe en el hospital, el Dr. Pérez, y le explicó la situación sin detenerse en los detalles.
—Doctor, necesito un favor urgente. Hay un problema serio en mi familia, relacionado con un tema de muerte. Debo salir de inmediato. ¿Podrías cubrirme en el turno? —su voz era firme, pero su mente ya estaba en otro lugar, con Aurora.
Al otro lado de la línea, el Dr. Pérez no dudó.
—No te preocupes, Dante. Entiendo la gravedad. Te cubro, ve tranquilo.
Dante colgó sin decir más y, con una rapidez que solo los momentos de
