Alonzo Besar a Lia no se encontraba entre mis planes, sin embargo, mis bajos instintos me habían obligado a hacerlo sin pensar en las consecuencias. Y es que verla vestida con aquella ropa tan ceñida, acompañada de su larga cabellera suelta y mojada, me exaltaron a sobremanera. ¿Quién carajos sabía lo que había pasado por mi mente en ese segundo? Ni siquiera yo mismo podía saberlo, puesto que aquel beso fue tan potente y deseado, que ni siquiera podía decir que estaba arrepentido o que no volvería a hacerlo en el raro caso de tener la oportunidad. “¡Maldita sea!” Gruñí pateando un poco del pasto bajo mis pies, presa de la exasperación por no saber definir mis sentimientos y caer en una atracción inminente con otra mujer que no era mía. –Yo conozco ese tipo de gruñidos de impotenci