Una mujer testaruda y un hombre arrogante

1696 Words
Emily se quedó inmóvil por un instante, mientras el eco de las palabras de Axel resonaba en su mente. «¿Él es el empresario interesado en la escuela?» preguntó para sus adentros. Emily lo había imaginado como alguien mayor, tal vez regordete, con una actitud aburrida. Sin embargo, Axel era todo lo contrario, joven, en sus treintas, alto y con un porte que destilaba seguridad. El hombre frente a ella no era nada parecido a aquella imagen en su mente. Emily se tomó un par de segundos para observar su cabello oscuro que estaba perfectamente peinado hacia atrás, dejando al descubierto un rostro esculpido, su mandíbula fuerte y labios que parecían constantemente al borde de una sonrisa cínica. Sus ojos grises y profundos parecían capaces de leer cada pensamiento que cruzaba la mente de Emily. Y aunque su atractivo era innegable, esa postura arrogante, ese aire de superioridad… Encajaba perfectamente en su descripción de “idiota”. Arqueando una ceja, clavó sus ojos sobre él. —¿Así que usted es el famoso comprador? —preguntó, su tono cargado de ironía. Sin disculparse por lo que dijo anteriormente. Axel sonrió, inclinando la cabeza levemente como si aceptara un cumplido. —No diría que soy “famoso” pero en efecto, soy yo —dictaminó manteniendo ese aire de soberbia, sin apartar sus ojos grises de los azules de ella. Emily frunció los labios, el asistente, el mismo que ahora luchaba por no cruzar su mirada con la de ella, la había llamado decenas de veces ese día, la había buscado en su casa y Emily estaba fastidiada. —Pues deje de insistir, la escuela no está a la venta —sentenció con un tono firme, elevando el mentón para poder mirarlo a los ojos, ya que el hombre era bastante alto. Axel apretó su mandíbula, sin mostrar el desespero porque ella aceptara, se mantuvo tranquilo, mientras sus ojos la recorrían con la mirada, con una mezcla de desdén y algo más. —Tú pareces una mujer inteligente —dijo él, con su tono deliberadamente calmado—. Si lo eres, sabrás que venderme la escuela es la mejor opción para todos —agregó con la voz calmada, con su gesto sereno. Emily sintió que su sangre comenzaba a hervir. Le parecía una ofensa que usara aquel juego de palabras para tratar de convencerla. Así que solo respiró hondo, antes de responderle. —Deje de insistir —reiteró con firmeza—. La escuela no está en venta, y no lo estará —sentenció con seguridad y sin darle tiempo a responder, tomó a Sophie de la mano y comenzó a caminar hacia otro pasillo de la tienda. Sophie, sin embargo, miraba hacia atrás, fascinada por aquel hombre que no parecía dispuesto a rendirse. Axel la observó alejarse y aunque debería sentirse indignado por la forma en que lo dejó ahí sin terminar la conversación, sorprendentemente no lo estaba. Axel no era un hombre acostumbrado a que lo ignoraran, mucho menos a que alguien le hablara con tanta seguridad sin amedrentarse. No obstante, había algo en Emily Roberts que lo intrigaba, algo que en ese momento lo obligó a seguirla. —Dime que es lo que quieres, Emily, podría cambiar tu vida con una sola firma —mencionó él, alzando la voz mientras comenzaba a seguirlas con pasos seguros y demasiado cerca. Emily se detuvo un momento, cerrando los ojos con frustración. Luego los abrió y siguió caminando, negándose a darle la satisfacción de una respuesta. Sophie, sin embargo, no podía contener su curiosidad. —Mami, ¿Conoces al señor elegante? —preguntó, mirando a su madre con ojos llenos de intriga. Y dirigiendo después su mirada hacia atrás, observando a Axel aproximarse. —Si, es decir… no —Emily suspiró. —Es complicado, cariño. Sophie aceptó la respuesta con una pequeña inclinación de cabeza, pero no dejó de mirar hacia atrás, estudiando al hombre que ahora caminaba a pocos pasos de ellas. —Estoy siendo generoso —continuó Axel, su tono ahora un poco más serio—. Esta es una oferta que no se repetirá —advirtió, arrancando de Emily una sonrisa llena de ironía. Ella fingió estar completamente concentrada viendo un estante lleno de decoraciones navideñas. Sophie, por su parte, comenzó a inspeccionar los adornos, sus pequeños dedos rozando las luces y las figuras relucientes. —Lo que usted llama generosidad, yo lo llamo codicia —replicó Emily sin mirarlo, con la mirada atenta a los adornos. Axel sonrió, como si disfrutara de cada palabra que salía de su boca. —La codicia mueve al mundo, Emily Roberts —siseó con su porte altivo, haciendo que el enfado de Emily creciera. Finalmente se giró para enfrentarlo, con sus ojos llenos de determinación. —La codicia destruye comunidades, señor King. No obtendrá la escuela, y no hay nada que usted pueda decir para cambiar eso —aseguró Emily apuntando con su índice a su pecho. Axel la miró en silencio durante un largo momento, mientras sus ojos parecían estudiarla con intensidad. Había algo en ella, una fuerza que lo desafiaba de una manera que pocas personas habían hecho antes. Y eso le sorprendía, pero también le molestaba. —Eres más testaruda de lo que pensé —dijo al final, con una mezcla de frustración y admiración. —Y usted más arrogante de lo que imaginé —respondió Emily sin dudar. La tensión entre ellos era palpable, como una cuerda que se tensaba cada vez más. Sophie, ajena a la batalla de voluntades que se libraba sobre su cabeza, se estiró para alcanzar un adorno en forma de estrella que brillaba bajo las luces del techo. Sus dedos pequeños apenas rozaban el borde cuando el adorno comenzó a tambalearse peligrosamente. —¡Sophie, cuidado! —exclamó Emily, soltando su mano para intentar atraparlo. Pero fue demasiado tarde. El adorno cayó al suelo con un estruendo que hizo que todos en la tienda se giraran hacia ellos. El sonido del cristal rompiéndose todavía resonaba en el aire cuando Sophie soltó un pequeño jadeo y sus ojos azules se cristalizaron al ver el desastre. Miró a Emily, esperando un regaño, pero Emily se agachó de inmediato frente a ella, colocando una mano suave en su mejilla. —Fue un accidente, cariño. No pasa nada —dijo Emily, con una sonrisa tranquilizadora. Luego, al ver que Sophie seguía inmóvil, agregó—: ¿Estás bien? Sophie asintió lentamente, aunque su expresión seguía siendo de culpa. Un empleado de la tienda, vestido con un uniforme impecable y una mirada algo severa, se acercó rápidamente al lugar. Observó los fragmentos de cristal con un suspiro audible antes de volverse hacia Emily. —Ese adorno es parte de una edición especial. Tendrán que pagarlo —informó, con voz rígida. Emily sintió que el estómago se le hundía. Sabía que esas decoraciones no eran baratas, pero al ver la expresión del empleado, supo que lo que estaban a punto de cobrarle estaba muy por encima de lo que podía permitirse. —¿Cuánto cuesta? —preguntó, tratando de mantener la calma. El empleado le dio una cifra que hizo que el aire pareciera desaparecer de sus pulmones. Emily se enderezó, con los ojos aún clavados en Sophie, quien ahora mordía su labio inferior, luchando por no llorar. Antes de que Emily pudiera decir algo, Axel dio un paso hacia adelante. Sus ojos oscuros, que antes estaban llenos de arrogancia, ahora se habían suavizado ligeramente al ver la carita triste de Sophie. —Yo me haré cargo —dijo con tono firme, sacando su billetera de cuero y entregándole al empleado una tarjeta negra reluciente. Emily giró la cabeza hacia él, sorprendida. Axel no la miró, solo mantuvo su atención en el empleado, esperando pacientemente a que este terminara de procesar el p'ago Finalmente, cuando le devolvieron la tarjeta, Axel la guardó con calma antes de volver su mirada hacia Emily. Emily entrecerró los ojos, sus labios apretados mientras trataba de mantener la compostura. Estaba agradecida, claro, pero lo último que quería hacer era dejar que ese hombre pensara que le debía algo. —No tenía que hacerlo —declaró ella, luego de soltar un resoplido—pero no voy a darle las gracias, después de todo fue su culpa —agregó con seguridad, ganándose una mirada tensa del CEO. Sophie, sin embargo, tenía otra opinión. Tiró suavemente de la manga de Axel y, cuando él bajó la mirada hacia ella, Sophie sonrió tímidamente. —Gracias, señor elegante —dijo la pequeña, que hasta hace unos momentos estaba asustada pensando que ese dinero lo tendría que pagar su madre. Axel apretó sus labios, no esperaba que la pequeña le agradeciera. Pero los ojos de Sophie brillaban, de la misma forma que brillaron los de Emily cuando vio a su hija orgullosa. En ese instante, Axel no parecía el hombre arrogante, sino alguien… diferente. Sin embargo, Emily no dejó que ese pensamiento se quedara mucho tiempo en su mente. —Vamos, Sophie —dijo, tomando la mano de su hija y alejándose rápidamente, antes de que Axel tratara nuevamente de convencerla. Axel las siguió con la mirada, pero no tardó en ponerse en movimiento otra vez. —Emily Roberts —llamó, acercándose con paso firme—, deberías considerar mi oferta. Piénselo bien —agregó mientras Emily bufó, sin molestarse en mirarlo. —Lo pensé. La respuesta sigue siendo no —replicó ella. Pero en su prisa por evitarlo, Emily no notó el pequeño charco de agua en el suelo, resultado de un arreglo floral que alguien había movido minutos antes. Dio un paso en falso, y sus pies resbalaron hacia adelante. Todo ocurrió en un instante. Emily sintió que el suelo desaparecía bajo ella, pero antes de que pudiera tocarlo, Axel reaccionó rápidamente, extendiendo los brazos para atraparla. Sin embargo, la fuerza del movimiento los desestabilizó a ambos, y terminaron cayendo juntos al suelo. Emily abrió los ojos, encontrándose cara a cara con Axel sobre ella. Sus cuerpos estaban completamente pegados, sin un solo espacio entre ellos, y sus rostros estaban tan cerca que apenas un susurro podría caber entre sus labios.
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