Axel jamás había comprado una joya como esa para nadie, pero al verla no hubo otro lugar donde pudiera imaginarla, que no fuera el cuello de Emily, entonces se dirigió a una empleada. —Y ese también —indicó, señalando el collar con naturalidad, como si aquel diamante no fuera costoso, como si no lo hubiera imaginado en el cuello de Emily antes de pedirlo. Carlos sonrió de manera exagerada, poniéndose una mano en el pecho como si fuera él quien estuviera enamorado. —¡Qué romántico! —bromeó—. Señor King, ¿Para ese vestido la señora Emily necesitará unos zapatos? —agregó Carlos en un susurro muy cerca de su oído, mientras Emily se mordía el interior de su mejilla pensando que eso era demasiado. Axel lo fulminó con la mirada, pero terminó comprando unos zapatos a juego de todas formas. Cua

