CAPÍTULO 1

2513 Words
La Flor mágica de los vigilantes Aunque el ambiente se tornaba cada vez más silencioso, el calor ruborizaba mis mejillas, especialmente al vislumbrar mi mano asida de la suya. Mi corazón latía a prisa, aunque fuéramos yendo a paso lento y seguro. No pude seguir callada; contemplando el silencio y los latidos descompasados de mi corazón.   — ¿Cómo es que sabe tanto de este castillo? Me refiero a que, ¿cómo conoce tanto si esa historia que me relataron es simplemente un cuento? Tragué saliva, tensándome en cuanto la poca luz se hizo nula. Avanzaba agarrotada a su fuerte mano, yendo por el escurridizo pasillo. Se notaba la humedad por doquier al respirar y oler de modo involuntario su característico relente. — No es algo diferente a su propósito. Cada castillo posee un estilo de construcción con base en una estrategia. La idea central recae en lo evidente: no ser invadido. Por ello esta fortaleza tiene torres y murallas altas, un foso y está sobre una colina. Él iba a paso largo e inequívoco, mientras mis pies en cada avance tropezaban; al ir tan bien enganchada a él me evitaba terminar con la cara contra el suelo. — Algo conocía al respecto. Pero, ¿no entiendo que finalidad tiene cada particularidad? Es decir… ¿Por qué tanto esmero en volverlo una fortaleza? ¿No sería acaso más evidente la fortificación para ser invadida? —Eso da más razones quizá, pero el cometido sigue intacto. Si las murallas son altas no es fácil escalarlas, si está sobre una colina la vista es más extensa, y si tiene un foso este ayuda a que no puedan escavar los cimientos. No puedo negar que la oscuridad parecía algo insignificante al ir así y de su mano. Me otorgaba cierta complacencia que él conversara conmigo fuera de formalidades y de la seriedad a la que estaba acostumbrada. Seguramente se debía a nuestra cercanía hacía unos momentos en mi alcoba. — ¿Estuvo en la construcción de este castillo? —De algún modo creo que sí, mi padre dio órdenes que se agregaran ciertos pasadizos, ya que en caso de que lograran pasar, hubiera alguna forma de huir. Sin embargo, cada parte del castillo está diseñada específicamente para no permitirlo; desde el puente levadizo hasta el patio de armas. Escuchar su voz hinchaba mi corazón de contento. Pero de pronto, una luz rojiza volvió a encenderse. Miré en su otra mano una antorcha ser sostenida. —¿Mi padre conoce todos los pasadizos? — Es probable, es habilidoso.   —¿Jon que ocurrió? ¿Qué pasó con usted? ¿Dónde está su padre, su familia? — Princesa, no creo conveniente hablar de eso ahora. Es más importante que nos demos prisa y tratemos de encontrar cuanto antes la flor. La antorcha volvió a apagarse, el silencio volvió a reinar en nuestra caminata por un momento. Pronto miré una abertura donde la claridad se asomaba, aunque de diferente forma a la de la antorcha que Jon sostenía. Un poco antes de llegar, Jon susurró algunas palabras, ágilmente su mano soltó la mía y la luz de la antorcha se extinguió. Jon subió unas gradas y antes de salir completamente, empujó uno de los bloques sobre la pared, entonces la abertura se hizo tan grande como el ingreso de una puerta. Me di cuenta que estábamos al fondo de una de las caballerizas. Al salir Jon volvió a tocar el muro y todo volvió a quedar firme y sólido sin ninguna alusión de una entrada o salida. Avancé un par de pasos tratando de no mostrarme muy sensible ante la lejanía de su mano con la mía. Pero, me estremecí entera al pasar la barandilla y mirar que no muy lejos de donde nos hallábamos, Esteban patrullaba el lugar con muchos guardias. Retrocedí de inmediato pegándome contra el muro. — ¡Jon, no podemos salir ahora! — Dije lo más quedito posible. No hubo respuesta por lo que moví el cuello a un lado para verle. Estaba posicionado firmemente, tensando un arco. Al instante la saeta voló hacia el otro extremo, quedando incrustada sobre una viga de madera en medio de los guardias y Esteban. La gran mayoría no lo notó, excepto uno que al verla a grandes voces la señaló. En instantes se formó un batallón, Esteban se unió a ellos en la algarabía, lo cual nos dio ventaja para poder cambiar de lugar. — Nos dirigimos al adarve, sígame— Dijo señalando hacia el frente. — ¡Notarán nuestras presencias! —  Exclamé tragando una bocanada de aire. — Manténgase inclinada de modo que con la oscuridad no logren identificarla, trate de evitar las almenas si se mantiene de pie. Mi expresión quedó en blanco casi de inmediato. —Sería un blanco fácil al asomarse por la superficie dentada—Agregó al notarme algo enmarañada. Asentí con la cabeza al comprender lo evidente. Nunca me había parecido tan complicado salir del castillo, pero ahora que lo precisaba y sin ser descubierta me parecía una tarea casi imposible. Jon se mantenía inclinado guiándome por dónde ir, intentaba seguirle el paso y disimularme como él en la oscuridad. Después de subir hasta las torres de flanqueo, Jon tuvo que dejar inconscientes a varios guardias para que no nos detuvieran. — Tendremos que descender por medio de esta torre, no podremos subir el rastrillo mucho menos usar el puente levadizo. Hay otros pasadizos, pero retornar haría que nos vieran. Me tomó por sorpresa notar que con facilidad consiguió una cuerda, la ató a una de las líneas dentadas del muro. Al dejarla fijada hizo lo mismo con su cintura. Conmigo en sus brazos saltó a la orilla del muro, apreté los ojos al notar el foso. Mi respiración se sacudió al comprender lo que iba pasar, contuve la respiración para no gritar. Rodeé con mis brazos su cintura con todas las fuerzas posibles, mientras mi corazón saltaba con gran fuerza. De pronto se dejó caer, mi abdomen absorbió la caída hormigueándome, produciéndose al instante un horrible vacío. Al abrir los ojos ya estábamos del otro lado del foso. Respiraba profundamente sin creerlo. Bruno se asomó hasta nosotros desde la oscuridad de la fronda al frente. Mi mente aún estaba sumida en la confusión, no tenía idea de cómo había maniobrado su cuerpo con el mío, yendo a esa velocidad y sin caer al foso. Jon fijó su mirada en mi cara, pero parecía divertido. Parpadeé un par de veces, más aliviada. Sonrió yendo hacia Bruno, al estar sobre el potro me extendió su mano. De un salto, quedé frente a él, mientras el caballo trotó en dirección al bosque casi enseguida. El avance gradualmente se volvió una marcha a todo galope. En instantes la vista del castillo quedó muy lejos, absorbido en la oscuridad y la densidad del bosque. El frío se hacía más intenso, tenía las mejillas, la nariz y las orejas cerca de congelarse. —¿Puede ver hacia dónde vamos? — Sí. Tal como lo había sospechado desde hacía ya un tiempo, una de las cualidades más extrañas en Jon era que lograba ver claramente pese a la oscuridad. — ¿Cómo es eso posible? —  Pregunté indagando sínicamente en el asunto. Pero se quedó callado, sin responderme, mientras Bruno avanzaba cómodamente sin detener en ningún momento su marcha. En el momento menos pensado lo escuché dar una orden: — Nos detendremos aquí. Miré a mi alrededor, a duras penas se distinguía un claro medio abierto entre tantos árboles. — Estamos muy lejos del castillo, ¿verdad? — Sí. Casi de inmediato me sentí ferozmente atraída a lo perverso de mis propias emociones. Moví ambas piernas quedando aún montada sobre Bruno, pero viendo de frente a Jon. No pude contener mis anhelos más osados, quería gozar de su presencia hasta los últimos alcances, aunque ello asestara mi dignidad y pudicia. Pero me dio tiempo tan sólo de asomar mi rostro hacia a él y de inmediato me rechazó, llevando el cuerpo atrás. Me asombró notar que no bastándole eso, saltó del caballo alejándose prudentemente de mí. — Princesa, sé muy bien lo que ocurrió en su habitación, pero no puedo ir más allá de eso. —¿Se está retractando Jon? —  Cuestioné con cierta irritación, totalmente desilusionada y frustrada. Tan lejos del castillo, cualquier cosa podía ser un hecho, según mis conveniencias. — Princesa por favor, no se confunda. Reconozca mi intensión, si permito que entre usted y yo sé de algo más que lo que ocurrió en su habitación, es reconocer que soy su… Me descompuse en mi frenesí casi de inmediato al notar su recato y honorabilidad, por poco eran casi absurdas. — Entonces, reconoce que siente algo por mí, pero que se debe quedar así: anulado. ¡Como puede ser tan desalmado! Si bien usted osadamente con ese acto alzó desmesuradamente una que otra ilusión— Respondí airada. Tragó una bocanada de aire, observándome fijamente. — Pues no lo entiendo. Usted es una mujer casada no puedo interferir más en eso, le ruego que por favor desista de ese interés incoherente que tiene por mí. Tarde o temprano deberán darle un sucesor al trono. Me bajé del caballo, tan alterada como nunca pensé que sería posible. — ¿Qué es lo que siente por mí, Jon? —Exigí iracunda con la voz alzada. — Es algo que no puedo explicar. Créame por su propio bien es mejor dejar las cosas así. Pero en mi rabia, fue difícil no protestarle, decirle alborotadamente todo conforme venía a mi cabeza. —¿Así? ¿Cómo? ¿Fue mi padre, no es cierto? — ¿De qué habla? —  Preguntó estupefacto. — Sí, claro como no lo pensé antes. ¿Qué le dijo mi padre? Fue el quien le pidió que me convenciera ¿verdad? Él se lo prohibió. Usted respetaría sus dictámenes y órdenes. ¡Aja! Ya lo veo. Por eso lo eligió, mi padre sabía que, al no querer asumir ese deber, solamente usted sería capaz de no permitirlo. Su mirada profunda, reflejaba la incomodidad que le causaban mis acusaciones. — No. Es verdad que honro a su padre y que sería incapaz de faltarle el respeto a él, pero nadie, nadie de nosotros dos, creyó que al final de todo esto usted pondría su interés en algo más que no fuera en el reino. Princesa, la conozco desde que nació. La he visto crecer desde sus primeros pasos hasta el día que aceptó su compromiso con el hijo de Damián. El problema es que usted siente algo más por mí, algo que no puedo entender. Para mí no tiene sentido, créame traté de evitarlo todo el tiempo. Hizo una pausa retomando aliento, inclinando la mirada. No pude agregar nada a lo que acababa de decirme. —Mi afecto hacia usted siempre fue desinteresado y honesto. Si pudiera compararlo sería algo similar al cariño que sentiría un padre, haría lo imposible para hacer viable su felicidad. Pero dígame: ¿cómo la voy a librar de ese suplicio que usted misma se impuso? Me confunde. Si lo que quiere saber es si la quiero, pues sí, pero no del proceder que usted consiente. Quería que descubriera por sí misma que es totalmente absurdo, pero resulta que todo en usted tiene un efecto opuesto. Siempre la vi como una hija de la misma manera en que veo a su padre. No debió pasar, verla sufriendo tanto me hirió de modo que no me pude negar, pero al permitirlo, no lo sé, si no puedo explicármelo así mismo mucho menos a usted. En verdad, jamás debió suceder de eso estoy seguro. — Dijo solemnemente, aunque con un deje apesadumbrado en su trasfondo. Sobre un tronco ancho de un pino que yacía sobre la hierba, se sentó; con las manos cubriendo su rostro. No supe que rebatir. Nunca lo vi tan mortificado u ofuscado; lo cual amínalo cualquier exacerbación de mí ímpetu alterado.  — Pero Jon… Apartó las manos de su rostro, y observándome fijamente, volvió a ponerse de pie. — Es una mujer joven, muy joven. Por la edad que tiene sé que se ha convencido que algún hecho inconveniente puede significar el fin, mas no es así Princesa. La vida está hecha de circunstancias y de un constante resurgir. Sería muy amable de parte suya concederle una oportunidad, una sola a su esposo. Si lo hace, se dará cuenta que nada es como lo ha supuesto. Cada palabra que mencionó tuvo un efectivo punzante en mí. No pude siquiera ni parpadear ante la consternación. Percibí en lo hondo de sí misma una sacudida, hundiéndome en la subversión. Me produjo un resquiebre el intentar concebir una razón entera y atenuante para comprender porque se había avivado un interés casi demencial por él y su cercanía. Percibiendo un intenso aspaviento golpear mi consciencia, preferí no pensarlo más y dejar todo así de una vez por todas. Me di media vuelta, alejándome un poco de donde se hallaba Bruno. Por primera vez la oscuridad me pareció un tanto reconfortante al esconder mi rostro del suyo. Pensativa me adentré más a la densa fosca, anduve de allá para acá sumida en una culpabilidad casi martirizante. Empezaba a dudar si podríamos encontrar una flor mágica que se le aparecería únicamente a alguien con un corazón puro, algo de lo que yo sin duda ya no podría tomar en cuenta. Pero al alzar la vista, de pronto una chispa de luz; como una pequeña estrella se veía irradiar un bello destello a la distancia. — Algo brilla en esa dirección— Dije apuntando con mi dedo hacia adelante. Aunque fue más un pensamiento en voz alta escuché el barítono de su voz responderme: — Lo veo.  Todo a nuestro alrededor comenzó a iluminarse por pequeñas luces, se movían por todo el bosque; yendo hacia la encantadora chispa, como pequeños trozos radiantes de oro flotando en todas direcciones. El bosque dejó de verse sombrío con sus sombras de la noche. Cada raíz, cada nervadura en la corteza de los árboles parecía irradiar el mismo tipo de fulgor; aunque tenue en comparación. El viento fluyó moviendo las hojas de las ramas de los árboles y todo cuanto tocaba, arremolinando las pequeñas luces flotantes, como también el capuz de mi cabeza y el de Jon. No pude evitar que mis ojos contemplaran; incluso en contra de mi voluntad, con adoración el semblante de Jon y el brillo de sus ojos por las luces, el cual expresaba quizá la misma admiración que sentía. Un canto casi celestial surgió entre el silbo del viento, me parecía el canto más bello jamás escuchado, tan inocente y dulce en una idílica voz melodiosa que era arrullada por el viento. Pero la fascinación en mí decreció mientras un profundo temor medraba. El viento reunió todas esas luces alrededor de la bella chispa entre los arbustos, mientras notaba tras la vegetación criaturas moverse con sus bastas sombras en diferentes tamaños y formas, pero sin ser completamente descubierta a mis ojos. 
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