Después de todo éramos amigos—, dije encogiéndome de hombros con indiferencia. — Así que te voy a dar una opción—.
—¿Qué jodida elección ? No es que vayas a dejarme salir vivo de aquí—, gruñó.
—Ahora, ¿qué clase de amigo sería si no te diera esa opción?— Reflexioné con una sonrisa. —En realidad, quiero jugar un jueguito. Llamémoslo ... ¿preferirías?
—Sigue adelante, Matteo—, se lamentó, mientras el dolor comenzaba a asentarse.
—Bien entonces.— Dejé el arma sobre el escritorio mientras Martin se acercaba y me entregaba una pequeña caja de vidrio. —¿Preferirías comer un pimiento picante o recibir dos balas más? Y piense de manera inteligente porque ambos tienen sus consecuencias—.
—¡El chile! ¡ Me llevaré el puto pimiento !
—¿Eres positivo? Quiero decir que aquí estamos hablando del pimiento más picante del mundo...
—Dolerá mucho menos que recibir dos putos disparos más—, espetó. Levanté las manos con una sonrisa.
—Como quieras—, dije. —Pimiento sera. Mientras te comas todo, te dejaré libre—.
él me miró. —¿ Me estás jodiendo , Matteo? ¿Realmente me dejarás salir de aquí después de lo que pasó?
Qué jodidamente patético .
Incluso cuando miraba a la muerte cara a cara, todavía tenía la esperanza de poder salir vivo de este sótano. Por muchas veces que había estado aquí para ayudarme en mis —reuniones—, debería haber sabido cómo funcionaría esto. Ninguno de los que fueron llevados a una reunión salió vivo de aquí, sin importar lo cerca que estuviéramos.
—Seguro. Tú come el pimiento y te dejaré salir de aquí. Pero si sigues hablando con la policía, no tendrás una segunda oportunidad—.
—Te juro que esto no volverá a suceder, Matteo. Te lo puedo prometer—, exclamó. Luché contra las ganas de reír. Que me delatara después de lo de esta noche era la menor de mis preocupaciones.
Abrí la caja de cristal y aparté la mirada cuando el solo olor hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas. Lo cogí por el tallo y se lo tendí a Joseph.
—Abre.—
Dudó por un momento, arrugando la nariz cuando el calor de la pimienta le abofeteó la cara. Lo observé mientras soltaba un suspiro y finalmente mordía el pimiento del tallo.
Al principio no pasó nada. Estaba casi convencido de que mi sorpresa adicional no había funcionado. Pero luego su cara se puso roja mientras se agarraba la garganta y tosía. Apoyándome en el escritorio, le sonreí mientras él jadeaba y tosía, arañándose la garganta.
—¿Qué carajo, Matteo?— resopló entre toses.
—Hubo un pequeño detalle que omití, amigo—, bromeé. —Mientras estabas comiendo un pimiento, le inyecté un poco de capsaicina pura para darle un toque extra—.
—No puedo ... respirar ...— jadeó, sus ojos recorriendo la habitación.
—Sabías que la capsaicina pura es una sustancia que estimula el dolor, haciendo que los pimientos sean aún más picantes. De hecho, hace tanto calor que no se recomienda para el consumo humano—, comencé, ignorando sus súplicas.
—Matteo ... por favor ...—
—Hace tanto calor que hace que tu cuerpo tenga una reacción violenta para protegerse. Para proteger el resto de las capas de la boca, aparecen ampollas en los lugares donde tocó la capsaicina—. Hice una pausa y lo miré con una sonrisa brillante. —Por eso te cuesta respirar—.
Los ojos negros de Joseph se salieron de sus órbitas mientras la sangre goteaba de su boca. Su lengua y la parte interna de sus labios estaban cubiertas de ampollas rojas mientras tosía y tenía arcadas. No había nada más satisfactorio que ver a la rata morir lentamente.
Me agaché frente a él. —Siempre te dije que esa boca tuya haría que te mataran—, dije, justo cuando él se caía de la silla al suelo. Su cuerpo se sacudió violentamente mientras espuma sangrienta salía de su boca, sus ojos se salían tanto de su cabeza que pensé que se le saldrían. —No puedes ganar cuando juegas con el diablo. Guárdame un asiento en el infierno—.
Martin y yo observamos hasta que dio sus últimos espasmos y la sangre brotó de su boca.
—Te estás volviendo cada vez más creativo cuando se trata de matar gente—, reflexionó Martin.
—Tengo que decir que yo también estoy bastante impresionado—, dije con una sonrisa justo cuando sonó mi teléfono. —Deshazte del cuerpo, ¿quieres ? —
—Lo haré—, dijo Martin y se puso a trabajar.
Me alejé unos pasos de él y saqué mi teléfono de mi bolsillo, viendo el nombre de mi padre en la pantalla.
—Sí—, dije al responder.
—¿Se ha solucionado?— Preguntó, saltándose las formalidades.
Miré hacia atrás y vi a Martin envolviendo a Joseph en una lona negra. —¿No me ocupo siempre de las cosas?—
—Muy bien. Te pagarán generosamente por deshacerte de la rata, pero ahora tenemos otro problema—.
—Bueno, estoy en racha esta noche, entonces, ¿qué pasa?—
—Venga a mi oficina. Hay demasiadas cosas que no se pueden decir por teléfono—.
—Bien entonces. Estaré allí tan pronto como termine aquí—, dije y colgué.
Martin me miró. —¿Todo bien?— preguntó.
Me froté la nuca. Cuando se trataba de reuniones con mi padre, siempre me ponía nervioso. Nunca sabías si estabas de su lado bueno o malo y rara vez invitaba a gente a la oficina de su casa. Incluso mientras crecía, nunca me permitieron entrar a su oficina. Con suerte, mi noche no terminaría como la de Joseph cuando llegara allí.
—Sí. Pero apurémonos y terminemos con esto. Tengo que reunirme con el —.