Capítulo 1

1133 Words
Capítulo 1 La Agente Especial Riley Paige se quedó estática, mirando fijamente, conmocionada. El puñado de piedritas en su cama no debería estar allí. Alguien había ingresado a su casa y los había colocado, una persona que quería hacerle daño. Supo inmediatamente que las piedritas eran un mensaje, y que el mensaje era de un viejo enemigo. Le estaba diciendo que no lo había matado después de todo. Peterson está vivo. Sintió su cuerpo temblar ante la idea. Tenía mucho tiempo sospechándolo, y ahora estaba absolutamente segura. Lo peor era que había estado dentro de su casa. El pensamiento le dio nauseas. ¿Todavía estaba en su casa? Su respiración se volvió lenta del miedo. Riley sabía que sus recursos físicos eran limitados. Justo ese día había sobrevivido a un mortal encuentro con un asesino sádico, y su cabeza todavía estaba vendada y su cuerpo estaba herido. ¿Estaría dispuesta a enfrentarse a él si estuviera dentro de su casa? Riley sacó su arma de su funda inmediatamente. Con manos temblorosas, caminó a su armario y lo abrió. No había nadie allí. Revisó debajo de su cama. Nadie. Riley se detuvo, obligándose a sí misma a pensar con claridad. ¿Había estado en su dormitorio desde el momento en el que llegó a su casa? Sí, porque había puesto su pistolera sobre el tocador junto a la puerta. Pero no había encendido la luz y ni siquiera había mirado dentro de la habitación. Simplemente había colocado su arma sobre el tocador y se había ido. Se había puesto su camisón en el baño. ¿Su némesis había estado en su casa todo este tiempo? Después de que ella y April habían llegado a casa, las dos habían hablado y visto TV hasta bien pasada la noche. Luego April se había ido a dormir. En una casa pequeña como la suya, permanecer oculto requería un sigilo sorprendente. Pero no podía descartar la posibilidad. En ese momento sintió un nuevo temor. ¡April! Riley arrebató la linterna que mantenía en su mesa lateral. Con la pistola en su mano derecha y la linterna en su izquierda, salió de su habitación y encendió la luz del pasillo. Cuando no oyó nada raro, rápidamente hizo su camino a la habitación de April y abrió la puerta con fuerza. La habitación estaba negra como boca de lobo. Riley prendió las luces del techo. Su hija ya estaba en su cama. “¿Qué pasa, Mamá?”, le preguntó April, entrecerrando los ojos con sorpresa. Riley entró en la habitación. “No te levantes de la cama”, dijo. “Quédate allí donde estás”. “Mamá, me estás asustando”, dijo April, su voz temblorosa. Eso le parecía bien ya que estaba bastante asustada, y su hija tenía todo el derecho de estar tan asustada como ella. Fue al closet de April, alumbró su linterna adentro y vio que no había nadie allí. No había nadie debajo de la cama de April tampoco. ¿Qué debería hacer ahora? Tenía que revisar cada rincón y esquina del resto de la casa. Riley sabía lo que diría su compañero, Bill Jeffreys. Coño, Riley, pide ayuda. Su antigua tendencia de hacer las cosas solas siempre había enfurecido a Bill. Pero esta vez le haría caso. Con April en casa, Riley no iba a correr ningún riesgo. “Ponte una bata de baño y unos zapatos”, le dijo a su hija. “Pero no salgas de la habitación — todavía no”. Riley volvió a su habitación y cogió su teléfono de la mesita. Marcó la Unidad de Análisis de Conducta automáticamente. Tan pronto como oyó una voz en la línea, dijo, “Habla la Agente Especial Riley Paige. Hubo un intruso en mi casa y todavía podría estar aquí. Necesito que envíen a alguien rápidamente”. Pensó por un segundo, y luego agregó, “Y envíen también un equipo de evidencias”. “Lo haremos de inmediato”, fue la respuesta. Riley finalizó la llamada y salió al pasillo de nuevo. A excepción de los dormitorios y el pasillo, la casa todavía estaba oscura. Podría estar en cualquier lugar al acecho, esperando el momento para a****r. Este hombre la había cogido desprevenida una vez, y casi había muerto en sus manos. Riley se movió eficientemente por la casa, encendiendo luces y manteniendo su pistola preparada. Alumbró su linterna dentro de todos los armarios y esquinas oscuras. Por último, miró el techo del pasillo. La puerta ubicada arriba daba al ático, con una escalera desplegable adentro. ¿Se atrevía a subir allí para echar un vistazo? En ese momento Riley escuchó las sirenas de la policía y dio un suspiro de alivio. Entró en cuenta que la agencia había llamado a la policía local, porque la sede de la UAC quedaba a más de media hora de distancia. Fue a su habitación y se colocó su bata de baño y unos zapatos y luego volvió a la habitación de April. “Ven conmigo”, dijo. “Quédate cerca”. Aun sosteniendo su arma, Riley envolvió su brazo izquierdo alrededor de los hombros de April. La pobre niña estaba temblando de miedo. Riley condujo a April a la puerta y la abrió justo cuando varios oficiales de policía uniformados llegaron corriendo por la acera. El oficial masculino a cargo entró en la casa, su arma desenvainada. “¿Cuál es el problema?”, preguntó. “Alguien estuvo en la casa”, dijo Riley. “Todavía podría estar aquí”. El oficial miró la pistola en su mano incómodamente. “Soy agente del FBI”, dijo Riley. “Pronto llegarán los agentes de la UAC. Ya registré toda la casa, excepto el ático. Hay una puerta en el techo sobre la sala”. El oficial gritó, “Bowers, Wright, vengan aquí y revisen el ático. Los demás revisen las afueras y el frente de la casa”. Bowers y Wright se dirigieron hacia el pasillo y bajaron la escalera. Ambos sacaron sus armas. Uno esperó en la parte inferior de la escalera mientras el otro subió y alumbró su linterna dentro del ático. El hombre desapareció en el ático en pocos momentos. Una voz gritó pronto, “No hay nadie aquí”. Riley quería sentirse aliviada. Pero la verdad era que ella deseaba que Peterson estuviera allí. Así podrían arrestarlo en este mismo momento o, mejor aún, dispararle. Estaba casi segura de que no iban a encontrarlo ni en el patio trasero, ni en el delantero. “¿Tienes un sótano?”, preguntó el oficial a cargo. “No, sólo un semisótano”, dijo Riley. “Benson, Pratt, verifiquen debajo de la casa”, dijo el oficial. April no soltaba a su madre por nada en el mundo. “¿Qué pasa, Mamá?”, preguntó. Riley vaciló. Por años había evitado decirle a April gran parte de la cruda verdad de su trabajo. Pero recientemente había entrado en cuenta que había sido demasiado protectora. Por eso le había contado a April sobre su traumático cautiverio en manos de Peterson—o al menos todo lo que había creído que podía soportar. También le había contado sobre sus dudas de que el hombre estuviera realmente muerto. Pero, ¿qué le diría a April ahora? No estaba segura. Antes de que Riley pudiera decidirse, April dijo, “Es Peterson, ¿verdad?”. Riley abrazó a su hija afectuosamente. Asintió con la cabeza, tratando de esconder el escalofrío que recorrió todo su cuerpo. “Está vivo”.
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