Capítulo V. Hogar sin rocas

1224 Words
Llegamos a un barrio... A primera vista parecía ser un sitio bastante tranquilo, aunque por los locales que habían alrededor... Dudaba un poco de ello. Los dos llegamos a la planta en la que se encontraba el piso de Athan. Con un poco de dificultad abrió la puerta y dejó que entrase yo primero. Me quedé mirando con curiosidad el interior... La verdad es que era un piso normal... Ni muy grande, ni muy pequeño... Lo que hacía de él un sitio acogedor. -- Mira, la cocina y el comedor están juntos. Luego está el salón, el baño, mi habitación y la tuya. Ah, y si fumas, debo pedirte que lo hagas en el balcón. -- dijo con la voz nerviosa Athan. No fumaba... Pero supongo que de tanto estar en el Inframundo, se me había pegado el olor a humo. -- Gracias. -- Dije y sonreí con la intención de tranquilizarle un poco. -- De nada... Emmm... -- se quedó pensando. -- Me llamo Nyx. -- Dije algo avergonzada por no haberme presentado antes. -- Ah, si. Lo había olvidado. -- sonrió y se pasó la mano derecha por el pelo. -- ¿Qué? -- pregunté extrañada. -- El nombre. -- concretó. -- Es raro olvidar algo que no te había dicho. -- comenté en voz alta y él se echó a reír. -- ¿Cuál es tú comida favorita? -- preguntó con curiosidad, mientras tomó asiento en el sofá del salón. Empecé a pensar en alguna comida humana... A mi se me venían a la cabeza solo comidas que nos sirvieron los dioses... Y sabía que los humanos no comerían lo mismo. -- Creo que... Esa cosa alargada, que se come con algo rojo. -- respondí al final y di un suspiro cómo si hubiese resuelto algo muy complicado. Athan se quedó extrañado y luego soltó una carcajada. -- ¿Te refieres a los espaguetis? -- preguntó para asegurarse. -- ¡Eso es! -- exclamé entusiasmada. Aunque fuésemos cada uno de un lugar diferente, estaba emocionada por llevarme... más bien por tener a mi primer amigo. Nunca había tenido a ninguno... no de verdad. Diría que sentía... ¿Felicidad? -- Oye, Nyx... Eso significa Noche. -- rompió el silencio Athan. -- Es un nombre griego precioso... pero si yo hubiese sido tu padre, te habría puesto fantasma, Blancanives o Luna. -- comentó. -- Me alegro de que no seas mi padre. -- empecé a reírme y el se quedó mirándome. -- ¿Qué? -- pregunté nerviosa por que se hubiese enfadado con lo que había dicho. -- Nada. Solo, que no me esperaba ese comentario. Ha sido un golpe bajo. -- dijo y me tiró un cojin que tenía en el sillón que se encontraba al lado del sofá. Lo cogí y me quedé mirando el cojin. -- ¿Qué hago yo con esto? -- pregunté confundida. -- Pues... o tirarmelo de vuelta... o no sé. -- respondió Athan. En sus ojos podía ver que tenía curiosidad y que se divertía por algunas de mis reacciones. Le tiré el cojin de vuelta y él lo cogió. -- Oye, siéntate. Que yo no muerdo. -- me guiñó el ojo y me dejó un sitio a su lado. Dude unos instantes, pero al final me senté. Me quedé mirando sus ojos y luego aparté la mirada. Estoy aquí para descubrir por que me ve... No para vaguear. Me regañe a mi misma y di un suspiro. Cuando me di la vuelta hacia Athan, vi que se había quedado mirándome los ojos. Me acordé de que tenía puesta su sudadera. -- Casi se me olvida devolvertela. -- dije y me la quité. -- No hacia falta que te la quitases ahora mismo. Te queda bien. -- sonrió. -- ¿Te gusta la mitología egipcia? -- añadió la pregunta que me dejó algo confundida. -- ¿Por qué lo preguntas? -- reaccioné al final. -- Por qué llevas una llave de la vida. Y es uno de los símbolos más vistos en la mitología egipcia. -- dijo y paso dos dedos por el amuleto. Me quedé de piedra. ¡El m*****o amuleto es el problema! ¡¿Qué demonios me ha dado Cráneo?! -- Hey, Nyx... -- Sentí un pequeño estirón en el brazo izquierdo. -- ¿Eh? ¿Ha pasado algo? -- pregunté y miré a Athan. -- Eso debería preguntarlo yo. Te has quedado como una estatua nada más preguntar por el colgante. -- sonrió Athan de forma nerviosa. -- Ah, no. Es un regalo que me hicieron... Mis padres... Antes de que... Emm... Ya sabes... -- respondí con firmeza y una voz sosa. -- Vaya... Lo siento... Me fijo mucho en estas cosas... Ya que me encanta la mitología griega, romana y egipcia. -- se disculpó arrepentido. Sentía algo raro cuando lo hacía... Me sentía... ¿Mal? Cuando se disculpaba o se sentía mal... Pero... ¿Por qué? Le cogí de una de las manos. La tenía caliente... no se si mucho o poco... pero más que yo. Estaba congelada. Él me miró sorprendido. -- No te disculpes más. No pasa nada. -- pedí y le miré a los ojos. Entrelazó los dedos con los míos y yo me quedé paralizada. Sentía como me ardían las mejillas. -- ¿Por cierto... qué hacías en mi clase esta mañana? -- preguntó y me soltó la mano. -- Mmm... me había perdido... Estaba buscando a mi tía... pero me enteré más tarde que ya no trabaja, ni vive aquí. -- respondí nada más tener una buena excusa... más bien mentira con la que consultar. -- ¿Por cierto... dónde están tus padres? -- pregunté para evitar que me preguntase el algo. -- Viven en una casa en las afueras de la ciudad. Voy a visitarles de vez en cuando. -- Respondió sonriente... al parecer le había gustado que me interesase por la vida que estaba llevando. -- Athan... ¿Cuántos... años tienes? -- pregunté al encontrar las palabras adecuadas... Me costaba demasiado llevar una conversación humana. Aunque era agradable y emocionante para mi. -- Tengo veintidós años recién cumplidos. ¿Y tú, Blancanives? -- preguntó con una sonrisa. -- Me llamo Nyx. -- murmuré molesta. -- Lo sé, pero es como un mote. Un nombre por el que te llaman tus amigos... un apodo, vamos. -- explicó. -- Entonces... yo te llamaré mechitas. -- sonreí. Él puso sus ojos como platos y luego parpadeó unas cuantas veces seguidas. -- ¿Era necesario meter a mi pelo? -- preguntó poniendo un tono ofendido. Acepté con la cabeza y él sonrió. -- Tengo veinte años hu... -- me mordí la lengua antes de acabar la palabra. -- ¿Hu? -- se quedó extrañado. -- Huracán. -- respondí con una sonrisa. -- Ángel. -- reaccionó él a lo que había dicho. -- Elefante. -- intenté aguantar la risa, pero la expresión de su cara me lo impidió. -- Oye, este juego ahora no. -- se puso a reír. Sinceramente, tenía una sonrisa bastante... adorable y... ¿Sexy? -- Pareces más joven. Diría que tienes dieciocho - diecinueve. -- comentó al final mi edad. -- Tengo veinte. -- le corregí. -- Vale, Blancanives. -- sonrió y me guiñó el ojo. -- Bueno... ¿Dejas que te invite a cenar? -- añadió la pregunta y me miró a los ojos.
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