La hija de Hades ©

Capítulo II. Salida

Nada más darme el "dinero" con el que pagar me volvió a repetir las instrucciones que tenía que seguir para llegar a la tienda.

Aburrida las escuché. Al acabar con las instrucciones nos dirigimos a la parte en los que estaban los portales.

-- Este es el que llevará a la calle t*****e. -- me informó mi padre.

-- Lo sé, lo sé. No es la primera vez que voy. -- comenté molesta por que me tratase como si fuese una niña pequeña.

-- Me preocupo por ti. -- suspiró mi padre.

-- Más te preocupa que no te traiga el frasquito con el alma pérdida. -- suspiré siendo sincera.

-- Que rápido aprendes. -- sonrió mi padre.

Sin decir nada más, activó uno de los portales haciendo que en el suelo apareciesen llamas de color azulado.

-- Recuerda que saldrás directamente en la calle donde se encuentra la tienda. Luego llama a Pánico para que coja el frasco y me lo traiga... Y déjale una propina al esqueleto. -- volvió a repetirme todo muy rápido mi padre. Di un suspiro y no me moleste en responder a lo que me dijo.

Del suelo aparecieron más llamas que envolvieron mi cuerpo, hasta hacer que desapareciese del Inframundo.

Pensé en que mi padre se podría haber equivocado de nuevo con el portal... pero esta vez fue demasiado exacto... tanto que abrió el otro portal a unos pasos de la tienda. Di un suspiro y hice los pasos que quedaban para llegar a la tienda.

Entre en ella y me quedé viendo las novedades que habían. Cráneos, huesos, ojos, almas rondando en un frasco, otro frasco que brillaba de color azulado en el que ponía: Ilusión Pérdida.

-- ¿Qué se le ofrece a la joven diosa? -- preguntó el esqueleto (jefe) de la tienda. Tenía una capa negra, que le cubría los huesos para que se le notase solo la cara.

-- Me ha enviado tu fiel comprador a por un frasco de alma perdida. -- respondí y crucé los brazos.

-- Oh, Nyx. Eres tu. Dejame decirte que cada vez que vienes estás más preciosa. -- sonrió el esqueleto. Es maravilloso oír cumplidos de un esqueleto y de vez en cuando de espíritus que rondan por el Inframundo.

-- Gracias, Cráneo. Toma los spiritus por adelantando. Antes de que se me olvide dartelos. -- sonreí para obligarle así a que buscase el frasquito cuanto antes.

-- Ahora mismo te traigo el frasquito. Por cierto... ¿No cumpliste hace nada años? -- preguntó Cráneo.

-- Si, ¿Por? -- pregunté confundida... ¿Qué tenía que ver ahora mi cumpleaños en esto?

-- Veras, nos ha llegado del antiguo Egipto un amuleto que permite que juegues con lo que ven las personas que tiene más o menos tu edad. Me gustaría regalartelo. -- sonrió de forma amable.

-- ¿Eso existe? -- me quedé sorprendida de que había un amuleto así.

-- Claro. ¿Me permites que te lo ponga? -- Se ofreció en seguida. Después de dudarlo un rato acepté con la cabeza.

Estaba ilusionada por ver si ese amuleto funcionaba. Me puso el amuleto, era una llave de la vida plateada, decorada con pequeños cristalitos verdosos.

-- Es impresionante. -- respondí... me había dejado sin palabras.

-- Me alegro de que te guste Nyx. Aquí tienes el frasquito. Tengo que pedirte que te vayas. Necesito cerrar la tienda un momento. -- sonrió de nuevo Cráneo y se rasco la cabeza.

-- Gracias, vendré a visitarte pronto. -- sonreí y salí de la tienda.

Después de volver exactamente al sitio en el que aparecí di dos silbidos. No pasó mucho tiempo cuando de entre las nubes salió Pánico. Era un pequeño murciélago.

-- Hola, pequeñín. Toma llevaselo a Hades. -- dije con firmeza, pero el sabía que era más bien una petición. -- Sabes que te daré un premio. -- añadí.

Le puse el frasquito en la parte del estómago y el al abrazarlo con las alas hizo que el frasquito ocupase el lugar de ese estómago. Dio un pequeño silbido y volvió a elevarse en el cielo hasta desaparecer en el.

Vi que el portal se había vuelto de color azul. Di un suspiro.

-- Voy a probar el amuleto. Hay que aprovechar la ocasión. -- pensé en voz alta y salí de esa calle para buscar a gente de mi edad y poder aprender a usar el amuleto.