Lo más preciado es el amor de un tío;
él será quien te cuide y te proteja.
Al ver a mi tío Damon, el tercer hermano de la familia Havabley, supe de inmediato que ahora me iba a sobreproteger. Matthew y yo nos miramos, pero en un impulso nervioso nos soltamos y nos empujamos con tanta fuerza que casi caemos al levantarnos, temblando por la imponente presencia de "El Heraldo de la Perdición".
Mi tío se aclaró la garganta. Nos miró a ambos, pero su expresión corporal era tensa y su mirada reflejaba odio, no hacia mí, sino hacia Matthew. Él se acercó a Matthew con una velocidad que no esperaba. Sin mediar palabra, le dio un golpe seco en el estómago, haciéndolo doblarse un poco. Luego, sin soltarlo, agarró el pelo de la nuca de Matthew con fuerza y lo levantó ligeramente, mirándolo con ojos llenos de furia. —No te acerques a mi sobrina — lo dijo con voz amenazante que parecía un gruñido. Yo sentí que el corazón se me aceleraba y no supe si intervenir o quedarme parada como una estatua por lo sucedido.
Mi tío no perdió tiempo. Empujó a Matthew con fuerza, haciendo que casi perdiera el equilibrio, y luego atrapó mi brazo con un agarre firme e implacable. Me arrastró fuera de la biblioteca sin darme oportunidad a protestar. Volteé a mirar a Matthew, y en mi rostro se dibujó una mezcla de tristeza y preocupación; no quería dejarlo solo, pero no podía hacer nada. Quise gritarle a mi tío, pero su mirada llena de enojo y seriedad me detuvo en seco, dejándome muda.
—No puedo creer esa actitud tuya, Loreine —dijo mi tío, soltándome del brazo y negando con la cabeza, claramente frustrado.
—¿Disculpa? No soy una niña —le respondí con firmeza—. Y honestamente, no puedo creer que sigas con esa actitud de tío sobreprotector.
—Estaban a punto de hacer cosas inapropiadas —resopló, acomodándose la camisa—. Y sí, sigues siendo una niña.
—¿Cosas inapropiadas? ¡Por favor! —dije, sintiendo cómo un sonrojo se me subía por las mejillas—. Matthew no es mi tipo —me cubrí el rostro con las manos, un poco avergonzada.
—Eres el reflejo perfecto de tu madre: siempre con las mismas excusas baratas —dijo mi tío con frialdad, cruzándose de brazos.
—Iré a ver a Matthew —me puse firme, con la mirada fija en la de mi tío.
—Te lo prohíbo —intentó agarrarme del brazo, pero me alejé de inmediato.
—¡NO SOY UNA NIÑA! —grité, y sin pensarlo, salí corriendo hacia la biblioteca.
Mi corazón latía con fuerza y la agitación me era imposible de controlar. Entré en la biblioteca y vi a Matthew sosteniendo varios libros; su mirada reflejaba inquietud y dolor. No era el Matthew que había conocido desde niña; algo en sus ojos mostraba que había cambiado. Me acerqué a él con cautela, con las manos temblorosas, angustiada por él. Él no tenía la culpa de lo que estaría pasando.
—¡Matthew! —murmuré, apartándole los libros de las manos, sintiendo que mi pecho latía a mil y un sentimiento confuso que no lograba entender.
—Estás loca por volver —dijo él, poniéndose firme, sin mirarme como solía hacerlo de vez en cuando.
—¿No puedo preocuparme? —pregunté con curiosidad.
—No sé, puedes, pero elijo que no lo hagas —dijo, acercándose para acariciar mi mejilla.
—¡Eres raro! —balbuceé, cerrando los ojos por sus suaves caricias.
—Me retiro, antes que tu tío me quiera matar.
Abrí los ojos y él solo sonrió, apretándome las mejillas con cuidado. Luego dejó los libros que quería leer en los estantes de abajo. De repente, apareció otra vez mi tío, esperando que Matthew se fuera. En ese momento, sentí una mezcla abrumadora de emociones y sentimientos: por un lado, un profundo odio hacia la sensación de ser una muñeca de cerámica que todos debían proteger; por otro, una nostalgia que me envolvía, recordándome tiempos más simples y libres.
—Descansa, pulgarcita —dijo él, tomando mi mano y besándola suavemente. Luego soltó mi mano y se retiró, su silueta desapareció a lo lejos.
Sonreí por un instante, pero pronto me puse seria. Agarré los libros y observé a mi tío. Sabía que no estaba feliz, sobre todo porque no le hacía caso cuando me ordenaba algo. La verdad, me molestaba mucho que intentara controlarme así; es incómodo que me siga tratando como una niña a pesar de tener una edad en donde ya soy responsable de mis actos y consecuencias.
—Deja de sonreír como una enamorada y ven, que tenemos que hablar de algo importante. Ahora mismo —dijo, haciendo una señal firme para que me sentara en la silla.
Avergonzada, le hice caso por esta vez. Dejé los libros a un lado mientras jugaba nerviosamente con mis manos. Sentía un torbellino de emociones al ver cómo mi tío se sentaba frente a mí. Intenté sonreír, pero sabía que no funcionaría; la tensión en el aire era demasiado palpable.
—Llegué hoy, después de dos años, y lo primero que veo es que estás toda cariñosa con ese malcriado de Matthew —dijo, golpeando la mesa con los puños cerrados, su voz cargada de frustración.
Su golpe en la mesa hizo que un escalofrío me recorriera. Bajé la mirada, sintiendo cómo mis mejillas se calentaban por la mezcla de vergüenza y rabia contenida. Quise defender a Matthew, pero las palabras se me atoraban en la garganta. En lugar de eso, apreté los labios y jugué nerviosamente con un mechón de mi cabello, tratando de mantener la calma, aunque por dentro todo era un caos.
—¿No vas a decir nada, Loreine? —preguntó, con voz firme.
—Quisiera hacerlo, pero no me dejas ni explicar nada —respondí, sintiendo cómo la frustración me apretaba el pecho.
—Adelante, habla —se inclinó en la silla y me miró fijamente.
Respiré profundo. Sabía perfectamente que no me creería lo que diría, pero de alguna manera debía decir alguna mentira creíble. Lo miré fijamente con una sonrisa tímida. Levanté la mirada, observándolo con una mezcla de ternura y enojo.
—En realidad, Matthew me ayudó a no caer, ya que la silla en la que subí estaba rota. Y bueno, también le saqué un par de pelusas de la ropa... nada más. No sé por qué piensas que es un malcriado, pero no pasó nada de nada —dije mientras daba mi mejor sonrisa falsa. «Maldito Matthew», pensé.
Observé cómo mi tío alzaba una ceja, su incredulidad evidente. Sentía que mi paciencia estaba a punto de agotarse; ¿acaso no entendía que ya no era una niña y que tenía la edad suficiente? Bajé la mirada y solo me mordía los labios. Quería llorar y gritar para desahogarme; pero era imposible, sentía miles de emociones mezclándose en mi interior. En lo único en que pensaba era en cómo salir viva de esta conversación, y una pregunta me invadió por completo: ¿por qué desde que llegué aquí, todos me sobreprotegen? Dudas era lo único que me invadía en estas circunstancias.
Poco a poco, un silencio total nos invadió, haciendo que me diera miedo. Quería gritar, levantar mi voz para poder liberarme, pero no pude. Me acobardé con una sola mirada fría y aterradora de mi tío. Esa mirada era una de las que sí respetaba, solo por miedo.
—Te voy a creer. Sabes que te tengo bastante aprecio, sobrina, después de dos años sin verte. Me recuerdas a tu madre, con esa mirada de superioridad, valentía e inteligencia —dijo, levantándose para entregarme un libro.
No dije absolutamente nada durante ese rato de silencio; solo miré el libro fijamente y escuché cómo mi tío se levantaba de su asiento. Me dio una palmada en la cabeza mientras yo analizaba todo lo ocurrido con Matthew.
—Sé que fui rudo con el príncipe Matthew, pero solo te estoy cuidando y protegiendo, como siempre lo hice —se arrodilló y me hizo cosquillas en el cuello, como cuando era una niña.
—¡Ay, tío, no! —empecé a reír, y gracias a él pude salir de mis pensamientos. Mi tío dejó de hacerme cosquillas y abrió los brazos para que lo abrazara.
Salté en sus brazos, abrazándolo con tanta fuerza que casi le quitaba el aire. Sentí sus palmaditas en la espalda y escuché su voz entrecortada decir: —No puedo respirar—. De inmediato lo solté y aclaré mi voz, me quedé callada con una leve sonrisa.
—Lo siento, tío... hace tanto que no te veía, y la verdad es que te extrañé muchísimo.
—Digo lo mismo, sobrina. Me enteré de que tu padre te envió aquí y, bueno, por lo que veo, estás un poco mal. ¿Me equivoco? —preguntó.
Su pregunta hizo que las palabras se enredaran en mi mente, como un nudo imposible de desatar. Volví a sentarme en la silla, quedándome paralizada y en silencio, asintiendo sin poder hablar. Por un momento, había logrado olvidar la guerra, pero al volver a enfrentar la realidad, el dolor me atravesó como un puñal frío.
—Por lo que veo, estás en un estado mental inestable, Loreine: ansiedad y depresión, desde la pérdida de tu madre y las responsabilidades como futura reina, ¿verdad?
La ansiedad y la depresión son un torbellino inestable; todo comenzó el día en que vi cómo asesinaron a mi madre frente a mis ojos. Desde entonces, mis miedos han crecido como sombras que me persiguen, y la necesidad de llorar se ha acumulado, ahogada por años de silencio. De vez en cuando, siento cómo cadenas con espinas atraviesan mi mente y corazón, haciéndose imposible de liberarme. Intento sanar, pero el miedo me consume, ahogándome en las profundidades de la oscuridad.
—Loreine, di algo. Si te quedas callada, tus pensamientos nunca se detendrán —murmuró, acercándose y tomando mis manos entre las suyas, pero yo seguía inmóvil.
Lentamente, mis pensamientos más oscuros y negativos comenzaron a invadir mi mente, como sombras que se apoderan de la luz. Mi propia mente jugaba conmigo y yo solo era inestable para poder manejar el dolor; solo dejaba que estos pensamientos crecieran sin poder luchar contra ellos.
—Desde que mamá falleció, caí en un abismo oscuro del que intento salir, pero cada intento se convierte en un esfuerzo inútil, ya que el miedo me consume como una sombra voraz, atrapándome en su abrazo helado.
—Loreine, los miedos siempre estarán presentes, pero debes recordar que la mente nunca se queda en silencio. Hablaremos de esto el lunes por la mañana, te llevaré a un lugar donde puedas enfocar tus pensamientos y desahogarte. ¿Te parece bien?
—Me agrada la idea, pero tengo clases —dije, con la voz temblando.
—Loreine, aquí no hay evaluaciones ni notas perfectas. Bueno, las hay, pero debes aprender a manejar tus problemas. Este es un lugar para liberarte de las cadenas y la angustia, y claro, para construir un vínculo con un dragón.
Mi tío se levantó y sonrió con delicadeza.
—Ve a descansar. Yo tengo trabajo que hacer.
—Sí —respondí con una voz tranquila.
Me levanté de la silla y solo abracé a mi tío, sintiendo el peso del día sobre mis hombros. Me separé de su abrazo y agarré los libros para salir de la biblioteca. El pasillo estaba frío y oscuro, pero las velas infinitas, que nunca se derretían, iluminaban cada pequeño rincón, volviendo el ambiente más cálido. Fue un día lleno de emociones; una cama es lo único que necesito en este momento. Al llegar a mi habitación, dejé caer los libros al suelo y me dejé caer sobre la cama. En un instante, un manto de calma me envolvió suavemente; el cansancio y la serenidad me invadieron, y antes de darme cuenta, el mundo se desvaneció lentamente mientras me entregaba al sueño.