Capítulo 12 | El desafío de Reis

2197 Words
Regla dos: montar a un dragón no es fácil; primero necesito domar tus pensamientos negativos y sentir una corazonada de valentía. ​Hoy debía montar un dragón. «¿Cómo llegué a esto?», pensé con frustración. Estaba parada frente a un dragón el triple de mi tamaño; su mirada reflejaba una emoción que era complicado descifrar. Este entrenamiento era un riesgo total, el cual de seguro me causaría una lesión dolorosa. ​Respiré profundo, canalizando mi miedo y reuniendo la confianza para que Reis confiara en mí. Por instinto, acerqué mi mano hacia su hocico, manteniendo la mirada fija en sus ojos. Mi cuerpo ya no temblaba y el miedo comenzó a desvanecerse. Las pupilas de Reis se dilataron; lo vi mover su enorme cola de un lado a otro, comenzando a saltar de felicidad. Se recostó en el suelo y su mirada me guio hacia su lomo. Me acerqué y vi el aparejo. ​—Loreine, ahora sube con cuidado. ¡Lo estás haciendo perfecto! —mi tío sonrió feliz mientras acariciaba a Azrael. ​Asentí y subí con cuidado al lomo de Reis para llegar a la silla de montar. Me senté con suavidad y coloqué los pies en los estribos, tomé las riendas con firmeza mientras observaba a mi tío, que sonreía feliz acariciando el cuello de Reis. Mi mirada bajó a sus escamas y observé cada cicatriz profunda. Entrecerré un poco los ojos y me fijé en una en particular: una cicatriz en el cuello, justo en el mismo lugar donde tenía mi tío. ​Ahí entendí que las uniones son mucho más que simples lazos: son alianzas de corazón, alma y piel. Si uno muere, queda una cicatriz imborrable en el otro. Y si ambos mueren al mismo tiempo, es porque su Alianza Dracónica era tan poderosa que ni la muerte pudo separarlos. Si el jinete recibía un corte, el dragón también, y viceversa. Cuando haces la unión, unes todo tu ser a su ser, manifestando poder y respeto. El dragón y su jinete son uno solo, unidos por ese vínculo invencible. Solo la muerte o una decisión pueden romper estos lazos tan poderosos; es una unión de sangre y alma. ​—Reis, el juego ha comenzado —exclamó con alegría, lo que me hizo mirarlo. Él me devolvió una sonrisa tranquila. ​No había tenido tiempo de hablar cuando Reis ya comenzó a elevarse hacia lo más alto de la ciudad Aislurs. Me aferré con fuerza a las riendas con la mano derecha, mientras con la izquierda bajaba mis lentes de protección, lista para intentar controlarlo. Pero su energía era tan intensa que solo lográbamos volar en círculos. Sus movimientos eran increíblemente bruscos, y sus sacudidas resultaban peligrosas. Me costaba manejar su nivel de energía; siendo tan pequeña y él el doble de mi tamaño, era casi imposible controlar a un dragón sin la unión que nos conecta. Reis seguía volando mientras yo luchaba por controlarlo, pero era imposible. En un movimiento brusco, casi perdí el equilibrio. Cansada, respiré hondo, apreté con fuerza las riendas y repetí su nombre una y otra vez. De repente, una energía desconocida brotó de mí: una luz morada que se desprendía de mi cuerpo. Esa fuerza invisible calmó a Reis, que comenzó a volar con tranquilidad. Él gruñó, y yo respondí igual. Se sacudió la cabeza, pero en mi interior no podía dejar de preguntarme si realmente había sido yo quien provocó esa energía. ​El grito de mi tío me hizo volver en sí, dejando mis pensamientos de lado. Le di una palmadita a Reis, que seguía volando, pero bajando la altitud. ​—Reis, sé que no soy tu unión, pero quiero intentar algo bastante loco —mi mirada se fijó en unas ruinas que sobresalían en medio del océano—. ¿Qué te parece si volamos a la misma velocidad de hace rato y pasamos entre esas ruinas? Parecía una locura hablarle a un dragón que no era mío. La voz de mi tío nos seguía llamando, pero Reis asintió y comenzó a elevarse. Sus alas se detuvieron y empezamos a caer. Fue entonces cuando le di la señal para emprender esta pequeña aventura que tenía en mente. ​Fue cuando llegamos a pocos metros del océano que Reis abrió sus enormes alas con fuerza. Voló con tal velocidad y precisión que una de sus alas rozó la superficie del agua, levantando destellos brillantes bajo el sol. Yo seguía aferrada a las riendas, controlando cada uno de sus movimientos y guiándolo con todo mi empeño. ​Mientras nos acercábamos a las ruinas que emergían del mar, el aire se volvió más denso y el silencio se apoderó del momento. Pasamos entre las estructuras antiguas con un vértigo que me hizo sentir viva, como si el tiempo se detuviera solo para nosotros; la adrenalina corría por mis venas, y en ese instante supe que estábamos creando algo imposible de olvidar. ​—Eso, Reis, buen chico —dije sonriendo, y él notó mi felicidad, comenzando a volar por las demás ruinas con agilidad. En un pestañeo, fui soltándome poco a poco de las riendas, abriendo los brazos mientras una oleada de libertad y aventura se apoderaba de mí. ​El gruñido de Reis me hizo aferrarme a las riendas con fuerza. Él seguía volando cada vez más alto, haciendo giros en el aire, mientras yo disfrutaba esta nueva experiencia con una sonrisa torcida, intentando contenerla, porque el viento me golpeaba fuerte en la cara. Reis atravesó las nubes y desde esa altura logré ver todo el paisaje extendiéndose bajo nosotros, como un inmenso tapiz de colores y vida. De repente, cerró sus alas y se detuvo en el aire, como desafiándome. Noté cómo caíamos en picada, el aire golpeando mi cuerpo como un golpe desprevenido. Tiré de las riendas para que Reis volviera a volar, pero no había respuesta alguna. Respiré hondo y le di la orden firme y tranquilizante. ​—¡REIS, VUELA! —grité, pero él no respondió; permaneció inmóvil. Sentí cómo los nervios me invadían y, sin querer, mi energía comenzó a liberarse otra vez, brillando con fuerza a mi alrededor. ​Entonces, Reis abrió sus alas de golpe y se lanzó hacia adelante. En ese instante, me di vuelta con la silla de montar y terminé boca abajo, con el rostro rozando la espuma del océano que se extendía bajo nosotros. El viento azotaba mi rostro mientras trataba de recuperar el aliento y entender lo que acababa de suceder... Mi poder, el que nunca supe que tenía, había escapado sin control. ¿Reis sabía que tenía un poder y por eso me ayudó a despertarlo? Sentí cómo Reis gruñó y seguía volando sobre el mar; cada gota de agua salada hacía que tosiera sin descanso. ​—¡REIS! QUIERO BAJAR AHORA —logré gritar con desesperación, mientras él empezaba a elevarse, alejándose del océano. ​Tragué tanta agua que estaba a punto de descomponerme. Llevé mi mano derecha a mi pecho y sentí mis latidos, respiré profundo, pero llegué a toser a punto de vomitar. «Casi muero», pensé mientras me aferré bien a las riendas para no perder el equilibrio. Solté una risa pequeña y guié a Reis de regreso hacia donde estaban los demás. El aterrizaje fue tranquilo, pero todavía seguía boca abajo. Logré aferrarme bien a las riendas, poco a poco saqué los pies de los estribos y con toda mi fuerza me empujé haciendo una voltereta; pero al aterrizar perdí el control de mi cuerpo y terminé tambaleándome mientras intentaba recuperar el equilibrio. ​Entonces llegó Celesta, y con sus garras logró agarrarme antes de que cayera y me lastimara. Voló a poca altura y me dejó caer suavemente sobre una montaña de pétalos y hojas de flores de cerezo secas. Mi mirada se fijó con la de Reis, quien parecía sonreír de satisfacción por su desafío, un desafío en donde tuve la oportunidad de manejar mis emociones y darme cuenta de que tenía un poder. ​—¡Gracias! —Miré a Celesta, mientras me levantaba para sacudir los pétalos. En un instante sentí la mirada fija de mi tío; cuando levanté bien la vista, ya estaba frente a mí, con los brazos cruzados—. ¡Hola, tío! ¿Qué tal todo? ​—¿Te diste cuenta de lo que acabas de hacer? —preguntó con tono serio. ​—Pues... montar al dragón —señalé a Reis con ambos brazos, esbozando una sonrisa feliz. ​Mi tío se llevó las manos a la cara mientras yo observaba a Reis dar vueltas en el mismo lugar. «Parece un niño», pensé, y no pude evitar reírme, aún mirando a Reis. Se le notaba la felicidad desde que le conté la idea de volar entre las ruinas antiguas. ​—¡Lograste pasar el desafío de Reis! —sonrió feliz. ​Mi rostro se desfiguró por completo; por un instante sentí cómo un calor intenso me subía a las mejillas, haciéndome enrojecer hasta casi explotar. Fruncí el ceño con fuerza y crucé los brazos, tratando de apartar de mi mente el hecho de que casi me voy para el otro lado. ​—¡Casi muero! —dije elevando la voz, molesta y sorprendida por todo lo ocurrido. ​—No —susurró, y solo miró a Reis, que estaba jugando con una mariposa—. Esta es una experiencia de cómo controlar tus emociones, Loreine. No es fácil ser un jinete. ​—¿Por qué? —pregunté con seriedad. ​—Por las dudas y miedos, más cuando la unión se realiza, están conectados con alma y corazón. Tú harías lo posible para que él no muera —hizo una pausa y me pasó un álbum de fotografías—. Cuando la unión se rompe, también te destruye. Si mueres, él podrá vivir y si él muere, tú vives... si ambos mueren, es porque ambos siempre estuvieron destinados. ​Señaló el álbum con el dedo índice. Lo abrí y observé a cada integrante de mi familia junto a sus respectivos dragones. Cada fotografía guardaba una historia dolorosa, resumida en pocas palabras que dolían como si quemaran. Cada fotografía mostraba el origen de los Havabley y su unión con más de un dragón, contando cómo cada uno de ellos se sacrificaba por su jinete o su dragón. ​—Sé que te asustó, pero así fue siempre. La primera vez que lo monté, casi me ahoga —miró a Reis, y solo sonrió feliz. Se notaba en su mirada que amaba a cada uno de sus dragones. ​Me aguanté las ganas de reír por el simple hecho de que Reis en un tiempo casi ahogó a mi tío; no me la creía hasta que en un punto solté la risa a carcajadas. ​—Perdón, es que no puedo creerlo —seguía riendo hasta que sentí la mirada de los cuatro, la cual era bastante seria. ​Apreté los labios con fuerza y solo sonreí tiernamente, intentando zafar del momento. ​—Ya cálmate, Loreine —la voz de mi tío fue tan seria, que logró ponerme los pelos de punta con solo escuchar ese tono. ​En ese instante, Talon se me acercó, mostrando sus grandes colmillos y, de repente, abrió un poco su mandíbula, dejando caer peces frente a mis pies. Vi cómo los peces aún se movían y solo acerqué mi mano a su nariz; la acaricié lentamente y luego sonreí. ​—Bueno. Parece que Talon se dio cuenta de que tú tienes hambre, así que cocinaré —dijo mi tío, agarrando los peces y poniéndolos en una cesta pequeña que dejó Celesta a su lado. ​Parecía que ellos cuatro hacían un buen equipo, pero una pregunta invadió mi mente: ¿lograré hacer buen equipo con mi futuro dragón? Sentía miedo de no poder lograr tener una confianza completa con un dragón. Pero tenía fe en que sí lo lograría; no es fácil ser un jinete, y menos montar uno para hacer un buen equipo. ​—Tío... antes de que te pongas a cocinar, quiero hablar de algo importante —miré mis manos y luego miré a mi tío—. Creo que tengo un poder, o no sé, puede haber sido una ilusión. ​Un silencio nos rodeó, era tan intenso que solo podía escuchar su respiración y algunas aves silvestres a nuestro alrededor. Mi tío se me acercó y solo me abrazó. «Esto es raro», pensé, y abracé a mi tío, quien murmuró: —Por fin lograste obtenerlo después de tu accidente, es un milagro—. ​La última frase, accidente y milagro, me hizo quedar pensativa y logré recordar un poco, aunque no sabía si había sido ese mismo día o en otro momento. Mi mente se llenaba de preguntas, y no sabía por dónde empezar a preguntar. ¿De qué accidente habla? ¿Me estaría volviendo loca por tragar agua salada? ¿Qué estaría pasando en estos momentos de mi vida? ¿Por qué dijo que era un accidente y un milagro? ¿Un trauma de mi pasado?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD