Capítulo 14 | El umbral del subconsciente

1940 Words
Tus "yos" son parte de ti, son el comienzo de una esencia, una voz interna con diferentes tejidos musicales. Abrí los ojos, pero no vi el mundo que conocía. Estaba en un lugar que no reconocía; sentí que flotaba en un espacio indefinido, donde la luz y la sombra se entrelazaban como un mar silencioso. No estaba ni despierta ni dormida; era como si mi alma hubiese cruzado un umbral invisible hacia lo más profundo de mi propio subconsciente. «Estoy muerta, morí, por favor», pensé, repitiendo esa frase una y otra vez, y el pensamiento resonó como ecos infinitos. El tiempo parecía diluirse y las formas a mi alrededor cambiaban constantemente. Entonces escuché voces, suaves pero claras, que me llamaban por mi nombre. Al principio no podía verlas bien, pero sabía que no estaba sola: podía percibir su magia, sus emociones y sus sentimientos. ​—¡Loreine, por aquí! —susurró una voz serena—. Has cruzado tu subconsciente, llegando al corazón del caos. Bienvenida. Frente a mí apareció una figura envuelta en una luz tranquila y equilibrada. Parecía un ángel puro y lleno de emociones hermosas, como un jardín cálido y un perfume que llega a tocar mi corazón. ​—Soy Sylara —dijo con calma—. La guardiana del equilibrio que habita dentro de ti. Intenté moverme, pero sentí que mi cuerpo real seguía inconsciente en el mundo físico. Sin embargo, aquí, en este espacio entre sueños y realidad, podía escuchar y hablar. ​—¿Qué hago aquí? —pregunté con voz débil. ​—Tu propio interior te trajo —respondió Sylara, con una voz llena de paz—. Al liberar la magia del caos y llegar a un punto crucial, llegaste aquí, entrando en tu mecanismo mental. ​Y así comenzaba el viaje más importante para mí: enfrentar los misterios del caos para controlar mi verdadero poder. Aun así, no tenía solo una pregunta, tenía varias, y seguramente eran como un laberinto. —¿Qué pasó con mi cuerpo? —pregunté, tratando de entender qué había ocurrido con mi cuerpo y con mi mente. Sylara me miró con esos ojos que parecían contener siglos de sabiduría. Sentía que ya la había visto antes, pero, si pudiera recordar, me ahogaría en simples recuerdos. ​—Tu cuerpo está bien. Tu subconsciente, al liberar y reconectar con la magia caótica que llevas dentro, hizo que tu cuerpo no pudo soportar el impacto. Estás en este espacio para aprender a controlarla, para no dejar que te destruya ni destruya lo que amas. Sentí una mezcla de miedo y alivio. Miedo porque sabía que ese poder era peligroso, y alivio porque por fin alguien me ofrecía una guía. Aunque ya liberé todas las emociones que estaban acumuladas y unidas con la magia caótica, percibía tranquilidad y paz en mi interior. ​—¿Y si no puedo controlarla? —mi voz tembló—. ¿Si el caos me consume? Sylara sonrió con tristeza. Noté perfectamente esa expresión. ​—Nunca nada se puede controlar. No puedes controlar algo que no sabes reconocer. Aprenderás a convivir con ese poder, a escucharlo sin dejar que te domine por completo. Pero para eso debes conocerlo a la perfección. Al escuchar todo lo que dijo, me costaba entender; era como si estuviera jugando con fuego. Entonces, a mi lado apareció otra figura, más joven y vibrante, con un brillo desafiante en los ojos. ​—¡No le creas! —exclamó con energía—. El caos es para desatarlo, para romper las cadenas y ser libre. ¿Para qué controlarlo si es tu fuerza más verdadera? ​Me sorprendió su tono retador y su pasión desbordante. Era como mirarme a un espejo y verme a mí misma, por mi rebeldía y enojo. ​—¿Y tú quién eres? —pregunté—. ¿No tienes miedo de perderte en esa libertad? ​—Soy Kaelith —dijo mirándome con frialdad—. Soy una parte de ti y represento la parte rebelde y desafiante —me analizó de pies a cabeza—. Y otra cosita importante: el miedo es lo que te ata. El poder es para los valientes que se atreven a romper reglas. Mientras ellas hablaban, sentí cómo se agitaban emociones encontradas: el deseo de libertad y la necesidad de equilibrio. De repente, una tercera figura apareció, envuelta en una luz suave y misteriosa. ​—Soy Elyra, soy una parte de ti, represento tus miedos y rechazos —dijo con voz dulce—. Tu poder es una semilla; puede crecer en esperanza o en destrucción. La elección es tuya. Me mostró visiones fugaces: un futuro donde mi magia traía paz y otro donde dejaba solo ruinas. ​—Debes decidir qué quieres ser —me susurró Elyra—. Y yo estaré aquí para guiarte cuando lo necesites. Me sentí abrumada pero también llena de una nueva determinación. Ellas tres tenían diferentes maneras de ver la magia caótica, y yo solo la veía con miedo y oportunidad. Quizás este viaje dentro de mí misma era el verdadero desafío: aprender a escuchar esas voces internas para encontrar mi propio camino entre el caos y la calma. Intenté ordenar mis pensamientos, pero las voces seguían resonando dentro de mí, cada una tironeando en direcciones opuestas. ​—¿Cómo empiezo? —pregunté, mi voz apenas un susurro en ese espacio intangible. ​Sylara dio un paso adelante, su presencia irradiaba calma. ​—Comienza por observar sin juzgar —dijo con pura calma—. La magia caótica no es enemiga; es parte de ti. No la reprimas ni la desates sin control. Escúchala, entiende su ritmo. Kaelith cruzó los brazos y me lanzó una sonrisa desafiante. ​—¿Observar? Eso suena aburrido. ¡La magia es para usarla! Para sentirla correr por tus venas como un río indomable. El caos recorre tu sangre espesa sin control alguno. ​Elyra intervino con suavidad. Al ser mi subconsciente del miedo, parecía valiente e inteligente, y no pierde el tiempo en dar su opinión. ​—Ambas posturas son ciertas en diferentes momentos. La clave está en encontrar tu propio equilibrio entre el fuego y la calma. Las observé a las tres y respiré hondo, tratando de calmar el torbellino dentro de mí. En ese silencio interior, pude sentir una chispa que crepitaba con fuerza, una energía que pedía ser reconocida pero también respetada. ​—¿Y si fallo? —confesé—. ¿Si esta magia me destruye? Sylara me sostuvo la mirada con una serenidad tan profunda que parecía atravesar mi alma. Sus ojos brillaban con una luz suave, llena de comprensión y paciencia infinita, como si en ellos encontrara un refugio seguro donde no había juicios ni miedo. Sentí que en ese instante me estaba diciendo sin palabras: —Confía en ti misma, no estás sola—. ​—Fallarás muchas veces. Pero cada caída será una lección. La verdadera fortaleza está en levantarse y seguir adelante —murmuró Sylara. Kaelith asintió con una sonrisa rebelde. ​—Y en no tener miedo de ser quien eres realmente. Somos tus subconscientes; luego seremos una si logras manejar tu magia —replicó Kaelith. ​Elyra añadió con una voz delicada y dando vueltas a mi alrededor. ​—Confía en ti misma, Loreine. Tu poder no es solo caos; es también creación y esperanza. Sentí que esas palabras calaban hondo en mi espíritu. Por primera vez desde que todo comenzó, algo dentro de mí se encendió con claridad y propósito. Si esta magia es mi única salida para poder defenderme, haría todo lo posible para tener un balance; dominarlo sería complicado. ​—Entonces… empezaré a escuchar —dije con determinación—. A entender este caos que llevo dentro. Si ustedes me guían, podré controlarla. ​Las figuras a mi alrededor asintieron, y el espacio empezó a cambiar: las luces y sombras se mezclaban más suavemente, como si el conflicto interno diera paso a una nueva armonía. Sabía que el camino sería largo y difícil, pero estaba lista para enfrentarlo. Porque ahora entendía algo fundamental: no estaba sola en esta lucha; tenía esas voces dentro de mí para guiarme… y mi propio corazón para decidir. Justo cuando comenzaba a sentir una chispa de esperanza, pronuncié algo que no debía. —Si me van a ayudar, les pido que no se metan del todo en mi vida. Sé que son parte de mí, mis "yos" en el subconsciente, pero necesito que se mantengan en paz. ​Al instante, sentí una corriente tensa en el aire. Sylara frunció el ceño con preocupación. ​—Loreine, entender tus límites es vital —dijo con voz firme—, pero la magia no se controla desde la distancia. Requiere compromiso y presencia. ​Elyra asintió suavemente. ​—La paz interior no significa ignorar el conflicto; significa aprender a convivir con él. No podemos cambiar y separarnos de lo que somos, ya es nuestra naturaleza. —dijo Elyra, mientras la voz de Sylara, firme y sincera, resonó por todo el lugar. ​Pero Kaelith, siempre impetuosa, levantó la voz. ​—¿Paz? ¿En serio? Si mantenemos todo en calma, nunca serás libre. A veces hay que romper el orden para encontrar la verdad. Las tres comenzaron a discutir entre sí, sus voces subiendo en intensidad mientras yo me sentía atrapada en medio de sus palabras. ​—¡Por favor! —intervine con una mezcla de miedo y determinación—. Necesito que estén en calma. Que me escuchen sin pelearse. El eco de sus voces fue disminuyendo lentamente, pero el ambiente seguía vibrando con energía contenida. De repente, sentí un tacto suave en mi mano. Poco a poco, mi cuerpo físico comenzó a dar señales de movimiento, mientras mi subconsciente activo fluía como una corriente de energía, queriendo que mi alma regresara en mí. Aunque mis "yos" seguían discutiendo entre sí con intensidad. «¡Qué pesadas que somos, por favor!», pensé, pero ellas me miraron fijamente, como si hubieran escuchado mi pensamiento y esperaran una respuesta. Pero sus miradas lo dijeron todo: creo que al estar en el subconsciente podían escuchar mis pensamientos; era incómodo. ​—Es mejor que vuelvas, Loreine, nosotras estaremos aquí por si necesitas entender algunas cosas —dijo Sylara. ​—¡No somos pesadas! ¿O sí? —preguntó Kaelith, murmurando mientras me miraba con seriedad. Miré mi mano, que brillaba con intensidad, y mis "yos" aún me observaban en silencio, con una mezcla de comprensión y expectativa. En un instante, como la velocidad de la luz, abrí los ojos lentamente y ahí lo vi: sentado en la silla con los ojos cerrados, tomando mi mano con suavidad. Di un suspiro lento. «¡Idiota, te ves lindo cuando te preocupas por mí, pero te odio!», pensé. Luego, escuché un pequeño maullido y, en un pestañeo, Azrael ya estaba encima de mí, aplastándome con su cuerpo pesado y yo con un cuerpo débil. ​—¡AZRAEL! ¡MÁS CUIDADO! —grité con dolor, pero riendo. Azrael me alejó de mis pensamientos y sus suaves ronroneos tranquilizaron mi tormenta. ​—¡Pulga! —exclamó Matthew con sorpresa. ​Sentí cómo soltó mi mano, la cual intenté agarrar, pero nuestras miradas se cruzaron por un instante. Él se levantó y se dirigió hacia la puerta, la cual abrió para susurrar algo a los guardias que estaban afuera de mi dormitorio. Los ronroneos de Azrael hicieron que mi mente se calmara, olvidando todo.
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