Capítulo 6 | Una rivalidad de odio mutuo

2081 Words
Algunas veces los recuerdos quedan, son fragmentos imposibles de olvidar. ​Respiré profundo, cerrando el libro frente a mi hermano. Al mirarlo bien, estaba sentado en el antepecho de ladrillo de la ventana. Me saludó y luego hizo una señal para que me acercara a él; su mirada era un poco difícil de descifrar. Me acerqué a él con los ojos entrecerrados, quedándome a unos centímetros de él. ​—¡Loreine! —lo dijo con un tono calmado, pero su mirada era fría como la nieve. ​—¡Hermanito bonito! —sonreí feliz y pestañeé con ternura. ​—Tenemos que hablar —se bajó del antepecho y se dirigió al área de los dormitorios. ​Caminaba a paso lento mientras miraba el brazo de Alec; tenía unas marcas que parecían un tatuaje. Me quedé observando hasta que me acerqué en puntitas para agarrarlo del brazo derecho con fuerza y a punto de regañarlo, hasta que me golpeó en la frente. Desde luego, hice una mueca de dolor y lo miré fijamente sin soltarlo. ​—¡Alec Vartylz! Ya andas tatuado en menos de un año... ​—Hermanita, no es un tatuaje, es la marca de unión que tengo con Darlix. Después te explicaré sobre eso; ahora necesito mostrarte algo —se soltó de mi agarre y me miró con un poco de seriedad. ​Al verlo tan serio, yo solo sonreí tiernamente. Se dio la vuelta y volvió a caminar. «Ya da miedo con tanta seriedad», pensé mientras me puse a su lado para caminar juntos. Me quedé callada todo el camino, no sabía qué decir. De vez en cuando, me aclaraba la voz para llamar su atención, lo cual no funcionaba. Bajé la mirada y logré ver que no tenía mis zapatos puestos. «¡Mierda!» ​—¿Por qué andas descalza? —la pregunta de mi hermano resonó por todo el pasillo. ​—Creo que nunca me los puse. La última vez que los vi fue cuando los tenía Matthew en sus manos; nunca me los devolvió. ​Llevé una mano a la cara, molesta por lo despistado que fue Matthew. Perfecto, seguro agarré un resfriado por culpa de él; obviamente, también es mi culpa por no decirle que me los devolviera. Este momento era vergonzoso. Tan solo escuchar a mi hermano reírse a carcajadas por mi descuido hizo que me hiciera para atrás y lo golpeara en la espalda con el libro tan fuerte que logré ver una expresión de dolor en su rostro. ​—¿Te parece chistoso? —me quedé parada al frente de él con una furia enorme. ​—No... solo espero que a Darlix no le haya dolido este golpe —se llevó la mano al golpe y se masajeó suavemente. ​—Le pediré disculpas a Darlix, pero tú te lo mereces. Si fueras mujer, lo entenderías. ​—¡Oooh, ya veo! —se acercó a mí agarrándome de las mejillas—. ¿Entender que estás enamorada de Matthew? Por esa razón se te olvidó pedirle tus zapatos. ¡Admítelo, estás enamorada! ​—¿Qué? —grité al escuchar su pregunta—. No estoy enamorada de él. Deja de decir cosas sin... sin hechos o evidencias. ​Sentía una furia enorme por lo que dijo Alec; era perfecto para molestarme. Mantuve la compostura, ignorando sus palabras. Él estaba muy equivocado; jamás estaría enamorada de Matthew Omaclix. La voz burlona de Alec resonaba por el pasillo desolado, disfrutando del momento. Yo solo lo miraba, molesta, odiando sus bromas y comentarios sobre estar enamorada. En cualquier instante, iba a golpearlo con todas mis fuerzas. ​Mantuve mi enojo al pasar por al lado de él. Decidí irme para mi dormitorio, dejando a Alec en ese pasillo, olvidando su broma y su existencia por un momento. El pasillo por el cual caminaba no tenía a nadie y no se escuchaba ninguna voz. Volví a abrir el libro, prosiguiendo con la lectura donde la había dejado. Era interesante todo lo que había escrito mi madre: explicó sobre la unión, las marcas, la importancia de la conexión entre el dragón y su jinete. Era impresionante todos los detalles y cada explicación detallada en cuadros sinópticos. Parecía que mi madre nunca se perdió de ninguna clase. Ya sé por qué mi padre le decía «estrellita lectora» a mi madre. Cada vez que leía un libro soltaba una risita y luego cerré el libro. ​—¿De qué te ríes? —la voz de Matthew resonó en mis oídos, haciendo que me alejara inmediatamente. ​—¡Ash! —hice una blanqueada de ojos—. ¿Ahora qué quieres? ​—Avisarte que estás en mi camino. ​Algunas veces me dan ganas de golpearle la cara. ¿Quién se cree este maldito egoísta, el dueño de los pasillos? Me reía por dentro de tan solo escuchar lo que decía. ​—Pues camina para el otro lado. Es un pasillo ancho y perfectamente podemos caminar libremente. ​Era inevitable poder ver cada expresión de Matthew; era como si le molestara que estuviera en el mismo lugar que él. Aunque algunas veces su comportamiento cambiante hacia mí es imposible de descifrar. Seguro lo hace para quedar bien con mi hermano y mi tía, sabiendo que me tiene un odio mortal. Su silencio era completamente claro; mi respuesta fue clara como el agua. ​—Ahora, si me permites, necesito retirarme a mi dormitorio —pasé por su lado, chocando su hombro con fuerza, deteniéndome a su lado para luego aclararme la garganta—. Antes de irme, necesito que me devuelvas mis zapatos. No creo que te queden, no quiero que te lastimes al usarlos. ​Miré de reojo a Matthew; podía sentir su odio aumentando cada vez más, y eso lo empezaba a disfrutar. Le regalé una sonrisa amable, aunque de pronto desvanecí esa sonrisa falsa ante su mirada. Y sí, yo también puedo ser un arma de doble filo. ​Me dirigí hacia mi dormitorio con pasos firmes, sin atreverme a mirar atrás. Observé en un espejo al pasar el reflejo de Matthew mientras se daba la vuelta lentamente, sus ojos fijos en mí mientras me alejaba. La tensión entre nosotros era casi tangible, como un hilo invisible que nos unía y a la vez nos separaba por el odio mutuo. Lamentablemente, si Matthew me odiaba, yo aumentaría ese odio al máximo para así destrozarlo en cualquier momento. ​«Vamos a ver cuánto me dura lo tierno», como dijo él, y supe que yo era un obstáculo. Sabía que podía ser su decadencia. Esta rivalidad se había convertido en una guerra interminable, sin paz a la vista. Tristemente, deberá reconocerme como una jinete más. Lograré bajarlo de su trono y destruiré su rebeldía y egoísmo. No será fácil; solo tendré que ser la mejor en todo, como él. Así podré pisar su ego que tanto le costó crear. Su armadura será despojada con un acto de valentía seguido con respeto. Ya no me verá como una amenaza, porque seré yo misma; no necesito ser algo que no soy. Si esta rivalidad continúa, estaré forzada a hacer un duelo con él, para que entienda que no solo soy una simple princesa; soy la futura heredera que luchará hasta que el cielo y el mar conozca mi nombre. ​Dejé de pensar en mi plan y me detuve frente a la puerta de mi dormitorio. Observé con atención los detalles tallados: espadas, dragones y arcos, cada uno parecía bañado en plata y oro, brillando con una luz casi mágica. «Parece que tía Selene no perdió su tiempo, tiene bastantes riquezas; pero hacer los adornos de oro y plata ya es de otro nivel», pensé mientras buscaba la llave. ​—¿En dónde la dejé? —dije en voz baja, revisando cada parte del vestido y de mi peinado, ya duro por el agua salada. ​Me senté en el suelo, apoyando mi espada contra la puerta, mientras llevaba una mano a mi rostro, intentando recordar dónde había dejado la llave. Cada pensamiento se me escapaba entre los dedos, y la frustración crecía lentamente. Justo cuando estaba a punto de rendirme, una voz familiar rompió el silencio. ​—¿Buscas esto? —preguntó Matthew desde la pared del frente, sosteniendo la llave entre sus dedos con una sonrisa burlona. ​Lo miré con rabia contenida, sabiendo que no iba a entregármela tan fácilmente. ​—¡Tú! —dije sorprendida, levantándome con rapidez para acercarme a él—. Dame la llave, Matthew. ​—No —lo dijo con un tono burlón. ​—¿No? ¡Increíble! Eres aún peor de lo que recuerdo. Un niño egoísta y malcriado, buscando llamar la atención. Con espada y corona, no eres nada; solo un idiota. ​—Tú eres igual, solo que no lo ves —murmuró con una sonrisa sádica. ​—¡Mentira! —exclamé molesta—. Jamás sería alguien tan narcisista y egoísta. Ahora, dame mi llave antes de que esto empeore. ​—Te la daré, pero con una condición: que aceptes un duelo conmigo. Solo tú y yo. ​—¡Jamás! —dije, dando saltos para alcanzar la llave. ​—Es un duelo. No pienso lastimarte, porque si no vas a llorar como una bebé. —¡CÁLLATE! —grité y le di un golpe en el abdomen. ​Matthew dio una mueca de dolor y luego sonrió con orgullo. ​—Eres una pulga. ¿Cuál era tu altura? ¿Un metro sesenta y nueve? —se ríe con sarcasmo. ​—Te metes con mi altura otra vez y te juro que haré tu vida un infierno. Dame mi llave, por favor. ​Estoy cansada de saltar para alcanzar la llave que cuelga justo fuera de mi alcance. Respiro hondo y recuerdo mi entrenamiento en taekwondo. Flexiono las rodillas y lanzo una patada frontal con fuerza, golpeando la llave; pero justo cuando Matthew se acerca, pierdo el equilibrio y con un movimiento rápido intento derribarlo... y termino cayendo justo encima de él. Nos quedamos en el suelo por un momento, sorprendidos por la caída inesperada. Él me mira con una sonrisa divertida mientras yo trato de recuperar el aliento, sintiendo su calor cerca. ​—¿Estás bien? —me pregunta entre risas. ​—Sí —respondí, observando la llave. ​—No me esperaba eso —dice él, frotándose la cabeza. ​—Ni yo, pero necesito esa llave. ​—Hubieras entrado por el cerrojo; de seguro ya estarías adentro con tu pantera —dijo él riéndose en voz baja. ​—¡Eres un maldito estúpido! —murmuré. ​—Sí, ajá. Cambiando de tema, ¿estás cómoda arriba de mí? —preguntó con sarcasmo y me pellizcó la nariz. ​Su pregunta y su comportamiento hicieron que me sonrojara y me salí de arriba de él lo más rápido posible. Todavía observaba de reojo la llave que está a mi lado: misión cumplida. Aunque este momento sí era incómodo. Estuve por unos segundos arriba de él, como si fuéramos pareja. «¡Qué horror! Deberé quemar este vestido y purificar mi alma», pensé mientras gritaba por dentro. Quería olvidar este suceso; pero Matthew me atormentará con este recuerdo siempre. —¡Yo me... me voy, y aléjate de mí! —exclamé con voz temblorosa mientras abro la puerta de la habitación. Entré lo más rápido posible, y justo en ese momento Matthew me saluda con una sonrisa coqueta desde el pasillo. Sin responderle, cierro la puerta de un golpe suave pero firme, dejando fuera todo lo que acaba de pasar. Me quedo apoyada contra la puerta cerrada, respirando lento, mientras mil pensamientos revolotean en mi mente. ¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué me siento tan confundida? Me acerco a la cama y miro a Azrael, mi pantera, durmiendo patas para arriba. Este animal lo único que sabe hacer es dormir; lo envidio. Me recosté a su lado y me quedé observando el techo, y luego escuché el tictac del reloj marcando las seis de la tarde. Cierro los ojos un instante, pero lo único en que pensaba era en Matthew. Buscaba una respuesta dentro de mí, aunque sé que esto apenas está comenzando. Me gustaría borrar este recuerdo infernal, me estaría volviendo loca por su estúpido comportamiento.
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