Los ancianos se lo quedaban viendo sin entender por qué Caliban abría la boca y se agarraba la garganta hasta que se acordó de la promesa. Tenía algo que ver con eso, la promesa. Trago saliva y lo único que se le ocurrió fue hablar mentalmente, pero ni eso; su lobo empezó a aullar del dolor y su cabeza comenzó a doler como si se lo estuvieran arrancando. Se estaba asustado de qué tipo de magia había utilizado en él para que no pudiera hablar. —Mierda… ¿qué me sucede?— Los ancianos no entendían nada hasta que uno de ellos se acercó a él para examinarlo, revisando cada parte de su cuerpo y luego su lobo. Ante esto, se volteó a ver a los demás y dejó a Caliban solo aún sentado. Entre susurros, nuevamente volvieron a debatir por unos largos minutos hasta que regresaron a él. —Hiciste una pr

