El miedo por Adelina me carcomía. Allí, en el suelo, inconsciente y vulnerable, ella parecía aún más frágil que nunca. Su cuerpo estaba lleno de heridas menores, pero lo que me desconcertaba más era la luz que emanaba de ella, de sus alas iridiscentes. Algo dentro de mí se retorcía al verla en ese estado, porque sabía lo que implicaba. Sabía que no era simplemente una prisionera para la bruja, que ella era mucho más. Pero no podía hacer nada aún, no sin revelar mi posición. Entonces, algo cambió. Un sonido, primero sutil, pero luego más claro, llegó hasta mis oídos. Un crujido en la tierra, un susurro de pasos que no eran humanos. Miré al horizonte, y lo vi. La manada de licántropos se aproximaba con rapidez. Convel y Ailsa estaban al frente, pero lo que realmente me heló la sangre fue e

