—Estoy de acuerdo —dije, sintiendo la urgencia de la situación—. No podemos esperar a que el enemigo nos ataque de nuevo. Debemos tomar la iniciativa. Convel miró a cada uno de nosotros, su mirada firme y decidida. —Entonces, pongámonos en marcha. Cada segundo cuenta y la seguridad de nuestra manada está en juego. Con esas palabras, el peso de la responsabilidad se cernía sobre nosotros, pero también había una chispa de determinación. Juntos, nos prepararíamos para enfrentar lo que viniera, confiando en que nuestra unión sería nuestra mayor fortaleza. La sala permanecía en silencio mientras cada uno procesaba las palabras de Convel. Fue entonces cuando uno de los Ancianos, conocido por su aguda percepción, rompió el silencio. —He oído rumores, —comenzó— sobre la existencia de manadas d

