Capituló 5
24/7 L6
Recuerdos
Insaciable
Los recuerdos me mantienen viva, consciente de que no voy a perderme, que mi mente no va a colapsar en algún momento, lo he entendido tarde, usar la Argomeda para controlar a todas estas personas, es cruel, inhumano, estás personas estás contaminadas por su codicia de poder. No les importan estás vidas, no les importa sus muertes, me usan para acabar con la escoria que no es apta para la droga, aquellos que los consume sus efectos, es la segunda docis y después de una semana, los recuerdos regresan ami, poco a poco pero lo hacen, llevo seis meses encerrada en este infierno, con personas que van encontrar de todos mis criterios morales, si es que poseo alguno, ellos han comentado a contarme lo que hago, a quienes mato, por ahora son escorias, no vale la pena pensar en ellos, lo que no entiendo es que saben que puedo hacerlo sin la droga, es como si se preparan para enfrentarse a alguien, a alguien que le temen y no son capaces de enfrentar de frente, si no que planean acorralarlos, ¿Pero aquien? ¿Que papel juego yo en todo esto?
Victor
Recuerdo aquellos tiempos del inicio de nuestra relación, cuando nos cuidavamos de que nos vieran, por el bien de la sociedad, no podíamos hacerlo nuestro público. Últimamente acuden con frecuencia a mi mente, sobre todos
ami sueños.
“La veo dormir, cubierta por esa bata de seda corta, que abraza sus curvas, con e cabello desparramado en mi almohada, su piel bronceada, sus piernas desnudas, fuertes y firmes, los recuerdos de de hace tres noches se repiten torturandome, mi mano pica por sentirla de nuevo, por recorrer cada centímetro de su figura, eso hago, mis manos cobran vida acariciando con la yemas sus largas y torneadas piernas.
Ella se renueve ante mi toque, mi pulsa reacciona ante su gemido suave, un dormida ella responde ami tacto, deslizó la palma palma por el contorno de sus pantorrillas, dejando que la electricidad me aumente la adrenalina, subí la mano metiéndola de bajo de la tela.
– Victor – suspira, parpadea abriendo los ojos, me siento junto asu cadera, mis dedos viajan por su piel, ya conocen el
camino, ella se desespera incorporandose incandoce ami lado, enreda sus brazos en mi cuello, jugando con mi cabello entre sus dedos.
– Hola – me sonríe inclinándose y besando mis labios, no sabe lo que hace, ese simple toque despierta el hambre, el deseo que llevo encerrado, mis manos se vuelven duras de bajo de su bata, cuando profundizó en beso, nos hago jurar aplastandola contra mi cuerpo.
– Vas arrugarte el traje – juega conmigo, intenta apartarme, mi boca ataca su piel dejando un rastro húmedo, demostrándole que mi importa una mierda mi traje, deseo experimentar la sensación de sentirla de nuevo, robarle gemidos y suspiros que callo con mi boca”
“Es un peligro de la naturaleza, le había prohibido venir ami oficina, me distrae, me tienta y me convierto en un total depredador cuando de ella se trata. El posesivo y celoso que hay en mi sale Aníbal rededor, defender aquel que se atreva a mirarla inapropiadamente.
Pero no, ella tenía que venir ala junta, con esa maldita falda escosesa, las botas largas que me vuelven loco, tenía que recibir el olor de su perfume y descontrolar me, estaba sentado con una maldita erección cuando nuestras manos se tocaron, me rozo la pierna con ella solo para desconcentrarme, después de provocarme por nosé cuanto tiempo, me dejó rodeado con estos ineptos codiciosos.
– Cielo… preciosa – levanto la vista cuando Ethan la saluda con ese tono jocoso que me hace hervir la sangre.
Que debo recordarme de no matarlo porque lo hace para provocar mis celos. Ella.
– Ethan tu por aquí.
– Vine por ese baile que me debes – para mí fastidio se ríe de la estúpida broma.
– Eres todo un caso Ethan.
– Ya te puedes ir, emos terminado.
– Claro Victor – ella me sonríe perversamente, negando y el sale por la puerta.
– Deja de tratarle así – me regala Natalia, camina hasta mi lado y me pone unas carpetas en el escritorio, se pone afirmarlos, inclinada aún lado mío sobre mi superficie plana, no lo resisto, subí la mano por su rodilla hasta sus glúteos. Se tensa.
– Necesito que firmes – ya no la escucho, la tomo de las caderas subiendo su falda, sentandola frente ami, metiendo la cara dentro sus muslos. Mi boca urga en su piel, mis dedos acarician.
– Nos pueden ver – Jadea cuando la penetró con los dedos, me pongo de pie sin retirarlos, metiendome entre sus piernas.
– No me importa.
– Vitia, no es buena idea. – no me detiene, estoy embriagado por ella, lamo su cuello, saboreando su perfume jazmín, empujando mis dedos más adentro, reprime un grito – Para.
Suspiro enterrando mi rostro en el hueco de su cuello, disfrutando de la humedad entre sus muslos. Retiro mis dedos y me los llevo ala boca con su mirada clavada en mi,sé cuánto le gusta que haga eso.
– Delicioso – sonrió estrechando la contra mi, reprimiendo el deseo de llevarla de rodillas ante mi. Sería digno de ver. Eso sí, le restriego mi erección entre sus piernas.
– No has olvidado que nos están acorralando, las bombas, persecuciones. – ella se amolda a mis movimientos.
– Nadie nos persigue ahora, – me pego más a ella – Quédate más tarde.
– Está bien – suspira, me agarró a sus caderas un poco más y después me siento de nuevo.
– ¿Donde firmó?
Estaba sonriendo como Idiota, está vez, era por la forma de caminar de Natalia, era muy discreta, sabía disimular demasiado bien, entramos juntos al acessor y me recargo en la pared sin borrar la sonrisa.
– ¿Estás dolorida? – se escucha la satisfacción en mi voz, ella rueda los ojos.
– No seas engreído – mi sonrisa creció.
– Aún así no te salvas de unos azotes esta noche.
– ¡Dame un respiro ! – se pellizca el puente de la nariz.
– Cariño puedes con eso y más.
– Calma tigre – tomé su mano cuando iva a tocarme y la acorrale contra la pared. Besándola tan feroz mente que le hice daño.
– Te veo más tarde – se escabulló de bajo de mi. “Huyendo de mi para ser exactos.”
Natalia
Sueño con el todas la noches, con sus besos, con sus caricias, extraño sentir su cuerpo sobre el mío, la mayor parte tengo que reprimir mi deseo, aquí no puedo tocarme o acostarme con alguien, lo necesito a el, así que eso solo aumenta mi frustración, la única forma de saciar mi energía acumulada es matandolos, si tan solo se descuidan, si tan solo se acercan de masiado a las rejas, los mato, a veces algunos presos los impujan ami, dándome más víctimas, nosé si debería alarmarme por la cantidad de muertos que estoy acumulando, pero desde que me aburrí, e dejado de contarlos. Ahora solo busco cualquier oportunidad para matarlos.
Menos hoy, han decidí encadenarme, así evitar que los detenga, los veo lastimar a todas las que pueden, sus gritos me perforan los oídos, sus llantos me desesperan, no puedo cerrar los ojos, lo e captado, quieren que vea, quieren que me acostumbré ala violencia. Por eso me obligan a mirar, a estar impertubable.
Cuando se detienen, y me liberan estoy tan agitada, tan llena de rencor, de odio que no necesito de la Argomeda para acábarlos, desangro sus cuellos, me tomo mi tiempo, disfrutando de cada segundo de libertad. Entras más hombres, me detienen, apuntándome con sus armas. Algunos pricioneros mataron asus guardias, enardesidos por su propia ira. Aparece, el burócrata, con su traje a medida, camina entre los cuerpos y me obserba.
– Menudo lío as armado aquí – escucho la satisfacción en su voz, respiro alternadamente. – ¿Me parece que has hecho amigos? ¿Crees que es buena idea?
Me tenso cuando mira ami compañera de celda, le sonríe.
– Por lo que veo le has tomado cariño, siempre matas primero asu atacante antes que los demás.
– Porque tú me provocas. Crees que no me doy cuenta.
– Vuelve a tu celda Natalia
No me muevo, me muero por torcele el cuello. Lo tengo tan cercas, pero no puedo tocarlo, el lo sabe, por eso se acerca y me encara, solo para mí sastisfaccion le doy un cabezazo, haciéndolo sangrar de la nariz. No cae, solo se tambalea.
– ¿Te crees muy graciosa?
– Suelo divertirme cuando estoy aburrida.
– ¿Te aburro? – hay un brillo perverso en su mirada, mientras se sostiene la nariz, j***r, voy a pagarlo caro. – Entra a tu celda, no te lo voy a repetir.
Me doy la vuelta cuando me apunta con sus armas, la puerta se cierra cuando cruzó y se escucha el sonido de la electricidad. Se que me ara esperar, para alargar mis espectativas, pero parece que se le olvida que eso no funciona conmigo.
Puedo esperar todo lo que quiera, se va a descuidar y lo matare.
Mientras veo el vacío de mi techo, recuerdo lo que es tener a mi hija entre mis brazos, su cuerpecito cálido en mi pecho, su respiración acariciando mi piel, su aroma a bebe, recuerdo verla dormir, me encantaba la paz con la que dormía, olvidándose del mundo, me preguntaba¿si soñaba con el sonido de mi voz?, si soñaba conmigo risa, con Víctor. Esos recuerdos me parecen ahora lejanos, no quiero olvidarlos, quiero seguir escuchando el sonido de sus voces en mi cabeza, pero conforme pasa el tiempo, me cuesta retenr algunos recuerdos. Aunque conservo la mayoría, son mi única esperanza para mantenerme cuerda y fuerte. Si no me quitan eso, aún me queda algo por lo que luchar y escapar de aquí.
Alas dice abren mi celda y me despiertan de un sueño erótico, uno donde Victor me azotaba con una fusta, entras varios soldados y los miro con recelo, habitualmente no vienen a estas horas, lo que indica que van a provocarme de nuevo.
– Levantate – me ordena uno sin dejar de apuntarme con el arma, los otros cinco hacen lo mismo, no les tiembla la mano, no me temen, si no me temen, entonces hay alguien más peligroso que controla todo esto. Salgo de la selda y camino delante de ellos, sierra la puerta y hacen sonar la maldita sirena que despierta a todos, poco a poco con esfuerzo se acercan a las rejas, algunos se quedan de pie, solo de pie, otros se aferran a ellas.
– Pensaba castigarte con tu familia por tu osadía de hace unas horas – aparece el tipo con la cara cubierta por la rotura de la nariz. – Pero pensé en algo más efectivo.
Les hizo señas a mis escoltas y con precaución, me encadenaron las manos, alzandolas amis costados, supe lo que pretendían, lo vi en sus ojos, el se acercó para provocarme, para tener un pretexto para hacer lo que quiere hacer. Le entregan el látigo, largo y n***o, me rodea un par de veces evaluando mi postura con satisfacción.
– Vamos a empezar. 777.
El primer impacto escuése, no fue tan fuerte, el segundo me rasga la ropas acariciando mi espalda, el tercero me da de lleno marcando mi piel. No grito. No le daré la satisfacción. Solo aprieto los dientes y la boca con cada latigazo, con cada laceración. El dolor no es nuevo para mí, el dolor me mantuvo viva en el pasado. Si cree que va a destrozarme con esto, es que aún no me conoce.